21.- Confianza

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

21.- Confianza

Tomó el consejo de Penny, porque tenía razón. Tenía que hablar con Juleka y aclarar las cosas. No podía quedarse sentada esperando que fuera Juleka quien diera el primer paso porque había sido ella la que la había cagado, así que era su responsabilidad arreglarlo.

Le envió un mensaje a Luka preguntándole si Juleka estaba en casa y si iba a salir, él le contestó que aún estaba acostada y que no iba a ir a ningún lado. Salió de la cama y se vistió dispuesta a acampar frente a la puerta del cuarto de Juleka hasta que quisiera hablar con ella y caminó a toda prisa hasta el barco que se mecía suavemente al ritmo perezoso del Sena. Subió a bordo, saludó a Luka y bajó las escaleras. Se quedó paralizada en el último peldaño porque Juleka ya no estaba en su cuarto estaba desayunando en la barra de la cocina y se giró al oír pasos. Sintió que perdía las fuerzas y la determinación, acalló el deseo de correr escaleras arriba obligándose a bajar aquel último escalón.

—¡Juleka!

—¿Qué? —preguntó sorprendida por el grito en el que había convertido su nombre.

—Tú sí que eres idiota —soltó sin poder reprimir aquel contraataque—. Irte así sin dejarme acabar de hablar.

»Vale, sí, me equivoqué. Tendría que habértelo explicado bien, pero me dolía. ¿Has pensado en eso? Pedirte dejarlo para que pudieras conocer libremente a otra persona si se daba el caso me dolió mucho. Tanto que sólo podía llorar. Lo hice porque me pareció lo más justo para ti, porque sé que no te hubieras permitido conocer a otra estando conmigo.

Recortó la distancia con ella que permanecía en silencio con la taza a medio camino entre la barra y sus labios.

—Y no he dejado de quererte ni un sólo segundo de estos dos años. Me moría de ganas de que volvieras, de poder volver a estar contigo, aunque fuera como amiga si tenías a otra persona en tu vida.

—Anda, siéntate y desayuna conmigo —pidió Juleka desconcertándola.

—¿Qué?

—Que eres idiota, Rose. Y que si vamos a tener esta conversación ahora es mejor que te sientes.

Se sentó desubicada y aceptó de manera mecánica taza que le ofreció.

—Decidiste por mí. Eso está mal. No me pediste mi opinión. Eso también está mal. Tendrías que habérmelo explicado, darme el motivo real y no un montón de evasivas. Lo habría entendido, aunque no estuviera de acuerdo, al menos no me habría sentido como si fuera mi culpa por haberme ido.

»Da igual la intención, me he pasado dos años creyendo que me estabas castigando por haber salido de gira. A veces también que ya no me querías y no querías decírmelo directamente.

»No voy a fingir que yo soy perfecta y lo hago todo siempre bien, porque no es así. —Ya no sonaba enfadada como antes de dejar su casa, pero sí lo hacía dolida—. Pero Rose, de lo único que estaba segura entonces era de lo nuestro. Dejarme así me dejó hecha polvo, de no haber estado en Hong Kong me habría subido al primer tren o avión de vuelta a casa. No podía ni respirar, no podía dejar de culparme y preguntarme qué había hecho mal. Lo único seguro de mi vida estaba roto, nada tenía sentido. ¿Lo entiendes?

—Sí, lo siento —susurró. No había pensado en ello, en cómo la habría afectado, en todas las inseguridades que arrastraba con ella. Había hecho lo que creía mejor sin calcular los daños—. Lo siento.

—Podrías haber confiado en mí.

—¡Confío en ti! ¡Siempre!

Soltó la taza con ímpetu y se inclinó hacia adelante hasta que sus narices casi se rozaron.

—Soy idiota, de acuerdo. Pero quería ayudarte y eso es algo bueno. Y ya no puedo cambiarlo, si vas a seguir enfadada conmigo por eso, vale, pero al menos entiende que no quería hacerte daño.

—Ya no estoy enfadada, sólo dolida.

Aquella simple frase la desarmó, volvió a sentarse bien en el taburete. Era peor que estuviese dolida que enfadada.

—Rose, te sigo queriendo, pero ahora mismo no sé si puedo volver a intentarlo.

—¿No me vas a perdonar nunca?

—No he dicho eso. Sólo que ahora mismo no creo que pueda volver contigo.

—Pero... ¿aún me quieres? —preguntó con un poco de miedo a su respuesta.

—Sí, no he dejado de hacerlo.

—¡Entonces no me rendiré!

Juleka le acercó el plato con tostadas. Contaba con que no se rindiese, de hecho, de haber dicho lo contario se habría molestado con ella. Los dedos de Rose cogieron una de ellas y la mordisqueó. Entendió el mensaje silencioso de Juleka. No sabía si podía volver a intentarlo porque dejándola había dinamitado la confianza que le tenía. Para recuperar a Juleka tenía que reconstruir la confianza mutua. Aceptaba el reto.

—¿Has acabado de grabar con Jagged?

—Sí, anoche. Quiere publicar un último trabajo antes del parón.

—¿Te lo has pasado bien?

Rió. Suponía que estaba sonando un poco infantil, pero tenía curiosidad y por algún lado tenía que empezar a recuperar su confianza.

—Sí, ha estado bien. Hoy le toca a Luka ir a grabar.

—Juleka... ¿podemos aprovechar el día y ensayar juntas como lo hacíamos antes?

—Iba a ir a ver a Marinette, si no te importa acompañarme y ensayar más tarde, me parece bien.

—¿A Marinette?

—Me dio algo de ropa, tengo que pagarle y probarme más cosas que me tiene preparadas.

La ropa que había llevado a su casa debía de ser Marinette, eso explicaba porque encajaba más con su imagen que los disfraces que se había puesto hasta entonces.

—Iré contigo.

Aprovecharía para hablar de algunas cosas con ella también.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Al fin se han comunicado, ahora sólo queda que la confianza resurja, ya que las relaciones sin confianza mutua no funcionan.
Mañana más.


Seulement des chansons d'amourWhere stories live. Discover now