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CULPABLE

El tiempo pasó lento después de esa noche, me costó volver a encerrar cada una de mis emociones en la caja fuerte que convertí mi corazón. Unos días amanecí enojada, otros fastidiada y el resto ausente, en especial cuando papá empezó a invitar más seguido a Marcos, incluso hubo días en los que se quedó a dormir en la sala, lo que provocó que An se ausentara. Lo menos que quería era que esa casa se volviera una escena del crimen.

Mi viejo no era tonto, se hacía, pero no lo era; aunque me guardé los conflictos maritales que teníamos, el ambiente entre Marcos y yo no dejó de ser tenso. Traté de disimular, fingiendo sonrisas tiernas a su llegada —que seguro parecieron muecas de hastío—, besitos de bienvenida y, de vez en cuando, una que otra tomada de mano. Igual entendí el propósito del actuar del viejo, su compañía no sería eterna y mi recuperación aún no estaba avalada por Rosaura, así que lo único que me quedaba era la resignación.

Entonces la fecha en que mi papá debía regresar a Tuxtla Chico llegó, no quedándome de otra que abrazarlo esa tarde de domingo y decirle lo mucho que me haría falta, Manuel también se unió al acongojante momento, porque él debía acompañar al viejo, la distancia entre el lugar de los hechos y donde residía no ayudaba a la investigación ni a la elaboración de los argumentos de su defensa.

Papá le dio un par de palmadas al hombro de Manuel y se subió en el coche del agraviado, en el lado del copiloto. Por otro lado, Manuel se descolgó la mochila gigantesca donde guardó todas las mudadas posibles, las cuales yo le ayudé acomodar, como no le gustaba cargar zapatos en ella porque le chocaba que quedara sucia, decidió comprarse unos tenis con forma y color de los zapatos de vestir. Dos en uno. El reflejo del sol lo bañaba de naranja, encima llevaba una camisa deportiva blanca y sus leggings negros. Gracias a él aprendí que la mejor forma de viajar era usando ropa deportiva, con ella podías moverte como quisieras sin miedo a que, con el pasar de las horas, tu estómago se inflamara o te rozara la tela.

Abrió la mochila y sacó un folder verde descolorido.

—Son los papeles del divorcio.

Me lo extendió. Por alguna extraña razón mis manos se negaron a sostenerlo, sólo me quedé absorta mirando.

No es que no quisiera divorciarme, de hecho, era lo mejor e iba hacerlo. Sin embargo, mi traicionero cerebro, al escuchar esa palabra, me arrastró al día que perdí...

Sacudí la cabeza y acepté el folder.

—Lo modifiqué —agregó Manuel antes de abrazarme y subirse al coche.

Esperé a que desapareciera el Tsuru gris para entrar a la casa, casa que hace meses consideré mi hogar y que ahora sólo era un conjunto de cemento con accesorios bien parecidos. Faltaban poco más de dos horas para el regreso de Marcos, la comida ya estaba hecha, lo mismo con el quehacer. Ahora mi labor se simplificó a esperar sentada y atenderlo una vez cruzara el umbral.

Rodé los ojos con la imagen mental que me hice.

Volví a mirar el folder sin atreverme abrirlo, al tiempo en que un nudo enorme se formó en la boca de mi estómago. Entendí a lo que se refirió Manuel con las modificaciones. Sin niño, ya no necesitaba ese veinticinco por ciento del salario y tampoco que todas sus propiedades fueran divididas a partes iguales. Sin niño. Estrujé parte del cartón descolorido, para luego guardarlo en el fondo de la maleta que yacía tirada frente a mi cama.

Debía buscar el momento adecuado para hablar con Marcos y terminar con esta farsa que por mi culpa tejimos.

*

Mi incapacidad de dos meses llegó a su fin el catorce de abril, pero cayó día viernes, el director me escribió diciendo que me presentara el lunes diecisiete, como toda buena trabajadora, acepté y me quedé echada en el sillón viendo la serie Rebelde way. Nunca me había reído y dado cringe en la misma porción ningún programa como esta telenovela argentina. Tomé el control para apresurar el cambio de capítulo cuando las luces de un automóvil me cegaron por unos segundos, sin ver ya sabía quién era. Pausé la programación y salí a recibir a Marcos.

Entre amargo y dulce es mi café (borrador)Where stories live. Discover now