Capítulo 7

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...Y aunque no acepte que ya no estás en mi realidad y forzosamente tuve que adaptarme. Fuiste el más bellísimo calambre pero debí soltarme. Un pájaro que conoció otros aire'...

🪐

El mito de Calipso en la Odisea, aquello quise reflejar en aquel baile que consiguió evadirme de todo.

Calipso era una de las ninfas que habitaban la isla de Ogigia, ubicada supuestamente en el Mediterráneo Occidental, lo que a día de hoy se identifica con Ceuta, frente al estrecho de Gibraltar. Calipso recibió en su isla a Ulises, cuando este se encontraba naufragando. Calipso, profundamente enamorada de Ulises lo retiene en contra de su voluntad en la isla durante un largo periodo de tiempo. Calipso le ofreció la inmortalidad a cambio de que él se quedara con ella para siempre. Aunque Ulises sintió la necesidad de regresar a Ítaca, por lo que Atenea le rogó a Zeus que mandara a Hermes a Ogigia y le ordenara a Calipso que dejara ir a Ulises. Aunque a Calipso le dolió dejar partir a Ulises, cumplió la orden de Zeus. Le proporcionó madera para construir una embarcación, provisiones para el viaje, e indicaciones de que astros debía seguir para encontrar el camino a casa. Ella lo dejó ir y él, él se marchó para siempre.

La música dejó de sonar, cerré los ojos y me evadí de aquel barullo que comenzó a sonar. Sonreí satisfecha, el baile siempre conseguía llenarme y hacerme olvidar, bailaba de todo aunque mi especialidad fueron los bailes latinos. Lo heredé de mi madre, desde pequeñita fui a una academia de baile y siempre tuve claro que quería ser bailarina, pero la presión social hizo que mis sueños se truncasen y acabé en la universidad y años más tarde terminé en un instituto dando clase y explicando todos esos mitos que una vez me inspiraron para crear coreografías.

- Vamos con la última y terminamos la clase -dije agarrando el móvil.

Las niñas se colocaron en su posición, sabían exactamente que canción tocaba. Siempre seguíamos la misma rutina, sobre todo los jueves, cuando nos dedicábamos a ensayar los bailes para el festival.

Cata tenía una academia de baile, ella si tuvo el apoyo y el empujón que necesitaba para hacer su sueño realidad y contó conmigo siempre. No dudé en decirle que sí, solo daba clase los martes y los jueves, pero aun así consiguió llenar el hueco vacío que una vez me dejaron cuando me dijeron que el baile no me iba a llevar a nada.

Puse la canción y comenzó a sonar. Me moví por la sala, viendo a las niñas bailar y tomar nota para la próxima clase y mejorar y hacer hincapié en los errores. Pasé por delante de la puerta y mi cuerpo se paralizó al ver a Misho apoyado en la pared de enfrente. Cúrame de Prince Royce y Manuel Turizo sonaba de fondo mientras que mis ojos y los suyos entraron en contacto. Había pasado un mes desde la última vez que intercambiamos palabras, fue en su casa, en Madrid. Desde entonces habíamos coincidido cuatro veces contadas, pero ni una sola palabra consiguió salir de nuestras bocas. Nos estuvimos evitando por lo que pasó, aunque solo fueron un par de besos tontos, para nosotros marcó un antes y un después. Yo sentía que algo más profundo había despertado en mí y conforme el tiempo pasaba esas sensaciones se iban disipando, pero era verlo y, de nuevo, todo comenzaba a cobrar sentido.

Aparté la mirada y seguí a lo mío, pero todo el nivel de concentración desapareció. Mantuve la compostura hasta que la canción terminó, apagué el equipo de música y suspiré.

- Nos vemos la semana que viene, que no sé os olvide nada -les advertí -. Enseguida viene Mónica a por vosotras para llevaros con vuestras mamás -me agaché para coger la botella de agua y bebí mientras a través del cristal noté como Misho entraba en la sala - ¡Jimena! -llamé la atención de la niña y esta me miró de forma inocente -. Venga recoge que nos vamos.

Cúrame ▪︎ MISHO AMOLIWhere stories live. Discover now