Capítulo 13

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...Y si te digo que esta pena que siento solo me la pueden sacar tus besos. Y si te digo que puedo morirme feliz mientras sea culpa de tu sexo. Y si te digo que el resto nos mira como si estuvieran odiando lo nuestro. Y veo tu cara que no te importa nada como si hubieras nacido pa'esto...

🪐

Quedaban tres días para La Velada. Tomé la decisión de irme unos días a Madrid y apoyar a Misho en la recta final, aunque no me fui sola. Aina y Cata vinieron conmigo por lo que pudiera pasar, al final yo no me sentía cómoda estando tanto tiempo en una casa que no era mía, sentía que estaba invadiendo su espacio por lo que por las noches me iba a dormir al hotel donde estaban hospedadas mis amigas. Misho me pidió que me quedara en su casa, pero rechacé la oferta porque no sentía que fuese a ser beneficioso para los dos. Él pasaba la mayor parte del tiempo entrenando y a mí me dio mucha cosa quedarme sola en su casa. Fue raro y teniendo a mis amigas cerca, preferí la comodidad.

La relación con Cata fue a mejor, quedamos un día tras terminar las clases de baile y fuimos a cenar juntas. Al principio había cierta hostilidad, pero acabé cediendo. Quise entenderla y aunque me sentara fatal como actuó, le di el beneplácito de la duda. No lo hizo a malas, solo quiso ayudar y aunque no saliera bien, no dejaba de ser mi mejor amiga.

- ¿Tienes toallitas? -le pregunté asomándose a la puerta de la cocina.

- Sí, en el cajón de abajo del baño -ni siquiera me miró, estaba bastante distraído haciendo la cena.

Caminé hasta el baño deseando quitarme el maquillaje de la cara. Me gustaba maquillarme de continuo, pero con los eccemas sentía que me pesaba la cara y no me gustaba tenerlo tanto tiempo sobre el rostro. Abrí el cajón y cogí el paquete de toallitas, pero mi mirada se fijó en la esquina derecha del cajón. Un paquete de compresas y otro de tampones fue lo primero que presenciaron mis ojos. Fruncí el ceño, me agaché y comprobé que estaba abierto. Me quedé varios segundos mirándolos tratando de encajar las piezas de aquella paranoia que rondaba por mi cabeza desde que descubrí la existencia de Lorena.

Cerré el cajón y seguí a lo mío, me quité el maquillaje y me lavé bien la cara. Apoyé las manos sobre el lavabo y me miré al espejo. Lucía bastante cansada, las ojeras seguían ahí, bastante pronunciadas y dando indicios a lo poco que dormía por las noches. Siempre fui de comerme mucho la cabeza, sobre todo al irme a dormir, y no podía dejar de pensar en Misho y en esa chica.

Salí del baño con la intención de romper el silencio y preguntarle, aunque interiormente tuve un debate que no me llevó a ninguna parte. No quise entrometerme en sus cosas, pero de alguna forma yo necesitaba respuestas para dejar de sobrepensar tanto y poder respirar tranquila.

- Misho -lo llamé en cuanto entré en la cocina. Él se giró para encararme y de nuevo su presencia me alteró -, esto... yo quería preguntarte una cosa -tosí nerviosa.

- Claro, dime -sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba.

Fui a hablar, pero el sonido del timbre me lo impidió. Él se disculpó y caminó hasta la puerta principal. Me senté abatida en una de las sillas y fijé la mirada en el wok que estaba preparando. Apoyé la cabeza en la palma de mi mano y de nuevo me replanteé todas las preguntas que quise hacerle.

Algo dentro de mí sabía que no había nada por lo que preocuparse, pero las vivencias del pasado fueron las que me condicionaron a pensar mal. No lo conocía de nada, poco a poco me fui introduciendo en su vida y me fue contando lo que él creyó conveniente, pero lejos de todo eso, en muchos aspectos seguía siendo un gran desconocido para mí.

- ¡Por fin das señales de vida! -una hizo femenina retumbó por toda la casa.

Me levanté de la silla, apagué la vitrocerámica y con cierto miedo caminé hasta el pasillo, Misho se quedó en silencio y de repente la situación se volvió más intensa. Salí de la cocina con cierto pudor, no sabía a lo que me enfrentaba y en mi cara predominó la expresión de asco. Misho se encontraba en una situación bastante comprometida, miraba al suelo en un intento de tranquilizarse y no perder la paciencia. Por otro lado me encontré a una chica rubia, alta y delgada, tenía el brazo izquierdo tatuado, los ojos verdes y una cara de mala hostia que me asustó.

Cúrame ▪︎ MISHO AMOLIWhere stories live. Discover now