Capítulo 23

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...Te quiero como si aún oyera tu voz como si estuvieras delante de mí diciéndome, tranquilo, tú olvídalo la vida no se terminaba al morir. En la memoria nadie muere, pero no sabes cómo duele. En mi cabeza quema no imaginas la falta que hace que estuvieras...

🪐

MISHO

Me chupé los labios para hidratarlos, sintiendo como todo se había paralizado en mi vida. Sentado en aquella butaca, esperando a que ella llegara para poder desahogarme en sus brazos. Mi pierna se movía con inquietud, intentando no mostrarme vulnerable en un momento de debilidad. Crucé mis brazos y miré al frente, sabiendo que mi amigo, mi mejor amigo ya no estaba entre nosotros. Pensé en él a cada segundo cerrando los ojos y viendo su recuerdo. Recuerdos que tan solo estarían en mi mente y que me negaba a olvidar. De repente se paró el reloj, el tiempo se paralizó y nuestras vidas se fueron con él. Aquella mañana todo cambió, estaba a punto de irme a Barcelona, le prometí a Gala que iba a estar en la presentación de su segundo libro. Se lo prometí y no fui, le fallé, pero minutos antes de abandonar el hospital la madre de Miki me rogó que me quedara. Iban a sedarlo y era cuestión de tiempo que su corazón dejase de latir. No pude negarme, tenía que quedarme. Mi error fue no habérselo dicho a ella, pero para eso tenía que analizarlo yo primero y no lo conseguí. Llegué tarde.

Mi cuerpo se inundó de rabia, de ira, de dolor, quise gritar, llorar, quise que mi alma se fuera con él. No fue algo que nos pillara de sorpresa, tuvimos mucho tiempo para asimilarlo, pero algo así no se llega a asimilar y mucho menos cuando pasas tus días al lado de esa persona.

Sé que él no hubiera querido que llorase, pero fue inevitable no derramar aquellas lágrimas llenas de dolor y de impotencia. Vacié mi alma aquella tarde, sintiendo que todo dejó de tener sentido. No pude controlar mis emociones, fue como si la vida de repente se hubiera detenido dejándome dentro de una burbuja llena de ira, rabia y tristeza. Todos los recuerdos inundaron mi mente, agradecí cada segundo que pasé a su lado y por lo menos pude despedirme de él. Aunque algo dentro de mí sentía que hubiera preferido saltarme el último mes de su vida. Verlo tan débil, en aquella habitación de hospital, viendo poco a poco como se consumía, como su vida se estaba acabando y yo sin poder hacer nada al respecto. Aquel mes opacó todos los buenos momentos que pasamos juntos.

Desde el primer segundo que su corazón dejó de latir supe que tenía que ser fuerte, luchar por mí, pero sobre todo luchar por él y cumplir los sueños que no nos dio tiempo a realizar estando en vida. Tanto Gala como yo intentamos que sus últimos días fueran los mejores, hasta llegamos a hacer cosas que jamás imaginamos solo para que él se llevara el recuerdo.

Sentado en aquella silla, viendo a la gente pasar sentí su presencia a mi lado, sentí que aunque físicamente estuviera solo, él seguía conmigo y eso en cierta medida me reconfortó. Respiré hondo, calmando todos aquellos sentimientos que florecieron horas antes. Ni veinticuatro horas habían pasado y ya lo echaba de menos.

— Mish —la voz de Nil me sacó del trance. Alcé la cabeza y me senté correctamente sobre el asiento —, está Gala fuera —me indicó.

— Gracias —esbocé una media sonrisa —. ¿Ha venido Aina también? —Nil asintió y con un gesto de cabeza me señaló hacia la puerta.

Su chica estaba saludando a unos amigos de Miki. Aina estaba calada, fuera llovía a mares, el tiempo no acompañó. Las gotas caían con fuerza sobre las calles de Madrid.

— Han venido con la madre de Gala —me informó. Rodé los ojos y asentí con la cabeza.

— Ahora vengo —le di un par de palmaditas en la espalda y caminé hacia la salida.

Cúrame ▪︎ MISHO AMOLIDove le storie prendono vita. Scoprilo ora