Capítulo 22

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...Y ahora no tiene sentido que te diga que te quiero si te quiero sin sentido y nunca lo tendré. ¿Cómo me obligo a no verte si cierro los ojos y me apareces?
Yo soy mucho menos de lo que te mereces. Quise encaminar mi vida y llegué a ti...

🪐

En ese momento en el que sentí que me estaba precipitando al vacío, ese preciso instante donde mi cuerpo estaba presente, pero mi mente no. Sentir que todo lo que estaba pasando a mi alrededor era algo irreal, algo que se estaba escapando de mis manos. Ese sentimiento de querer dejarlo todo y huir, salir corriendo sin mirar atrás. Las palabras salían de boca como susurros llenos de valentía, camuflando esa cobardía que estuvo presente desde el primer segundo. Susurros camuflados de temor. No me tembló la voz, las palabras fluyeron y lejos de aquella burbuja me sentí muy realizada. Hablar en público siempre fue una tarea pendiente, era profesora, sí, pero aprendí a dejar el miedo en las aulas y con mis alumnos podía fluir sin trabarme, pero lejos de aquel entorno, nada era como yo esperaba. Esa sensación de nerviosismo se apoderaba de mí cada vez que tenía que hablar en público, mi pulso temblaba y mi voz se hacía pequeñita. Pero aquella vez fue diferente, todo fue muy distinto a otras veces, me sentí bien, me sentí en paz, sentí que todo estaba saliendo bien, demasiado bien.

— Muchísimas gracias por vuestra asistencia y por haber dedicado vuestro tiempo en venir hasta aquí —sonreí —. Nos vemos pronto.

El revuelo de la gente levantándose hizo que pudiera respirar más tranquila. Para mi sorpresa vino muchísima más gente de la que imaginaba. Fue muy gratificante ver que poco a poco mi trabajo y esfuerzo estaba siendo compensando. Aunque de todas las personas presentes me faltaba alguien, él.

En la presentación de mi segundo libro, me faltó él.

Me prometió que vendría, pero no lo hizo. Me tiré toda la conferencia mirando su asiento vacío, esperando que en algún momento interrumpiera y se sentara, pero eso no ocurrió. Fue raro, muy raro porque sabía que algo tenía que haber pasado para que no pudiera haber llegado a tiempo. Mientras las palabras escapaban de mi boca, mi mente solo hacía que pensar una y otra vez donde estaba y porque no llegó a tiempo.

— Que feliz estoy por ti hija —mi madre me agarró la cara y me dio un beso en la mejilla.

— Muchas gracias —sonreí —. Ha salido bien, ¿no?

— Ha salido perfecto, no te has puesto nerviosa —pasó su brazo por mis hombros y me estrechó contra su cuerpo, me quejé ante la asfixia, pero no surtió efecto.

— Anda que no, sentía que se me iba a salir el corazón del pecho —respiré hondo —. Pero por suerte ya está todo hecho.

— Y, ¿Misho? —preguntó ella mirando hacia ambos lados.

— No está —murmuré —, esta mañana me ha dicho que iba a llegar, igual justo de tiempo, pero que sí que iba a estar. ¿Le habrá pasado algo?

— Llámalo —insistió —. No te quedes con la duda.

Asentí con la cabeza mientras sacaba el móvil del bolsillo trasero. Me alejé un poco de la multitud en busca de algo de privacidad. Antes de marcar su número de teléfono miré si me había contestado a los mensajes, pero nada, no daba señales de vida. Ni siquiera los había leído. Pegué el dispositivo a mi oreja y esperé tono tras tono hasta que la llamada se colgó sin una respuesta por su parte.

— Le habrá pasado algo a Miki —dije con desesperación mientras me acercaba a mi madre —. Me voy a Madrid.

— Gala —mi madre colocó sus manos en mis hombros y me obligó a mirarle a los ojos —, tranquilízate. Vamos a esperar, disfruta de cóctel y si a las diez no ha dado señales de vida yo misma te llevo a Madrid. Pero tienes que calmarte por favor. No saquemos conclusiones precipitadas.

Cúrame ▪︎ MISHO AMOLIKde žijí příběhy. Začni objevovat