Capítulo 12

816 95 21
                                    

...Estás sanando mis temores, fuiste curando mis heridas. Tal vez no somos tan perfectos, pero nos damos la vida. Fuiste entendiendo mis caricias, cabalgando las noticias. Tú condenándome al infierno eterno de esta cobardía...

🪐

Me moví con incomodidad, sintiendo como el sudor resbalaba por mi cuerpo, esas ansias de querer abrir los ojos y no poder. Esa sensación de angustia me estuvo torturando. No podía moverme, no podía hacer nada al respecto tan solo ver esa imagen una y otra vez en mi mente.

¿Qué la vida daba muchas vueltas? Eso yo ya lo sabía. Sentada sobre aquella butaca, moviendo la pierna izquierda, siendo incapaz de detener los nervios, pellizcándome el labio hasta el punto de hacerme sangre. Mantenía la mirada perdida, sobre aquellas cuatro baldosas del suelo que componían un dibujo geométrico. Agarré el móvil, en cuanto aquel sonidito se hizo eco en aquella habitación. Un mensaje sin más, nada relevante, seguía sin tener respuestas de él. La habitación cada vez se hacía más pequeña, el frío invadió mi cuerpo consiguiendo que todo mi ser tiritara. Y eso que aparentemente hacía calor. Puse los pies sobre la butaca y me abracé sintiendo como poco a poco el helor iba calándome los huesos. A plena luz del día, el sol entrando por la ventana, cegando mi mirada, sentía que el vacío pronto acabaría con mi soledad.

— ¿Gala? —la voz de Nil hizo que poco a poco girara la cabeza desorientada —. No hacía falta que vinieras, todo está controlado —su mirada se perdió en la pared blanca del fondo, percibí el dolor y la rabia que sentía.

— No podía quedarme en casa —bajé los pies al suelo y me levanté, me quedé quieta, mirándolo, sintiendo que todo estaba siendo demasiado extraño —. ¿Cómo está? —pregunté confundida.

— Ven y compruébalo tú misma —Nil se hizo hacia un lado y pude pasar por la puerta.

Aquellos pasillos me volvieron loca, estrechos y largos, a plena tarde, la oscuridad que vi reflejada me hizo temer. La bombilla del fondo parpadeaba dándole un toque siniestro al final de aquel inmenso pasillo. Parecía eterno, por mucho que caminase no veía el fin del trayecto. Las paredes cada vez se estrechaban, mi cabeza daba vueltas y dentro de aquel núcleo de terror sólo quise vomitar. Me llevé la mano al estómago, sentí como una arcada me sorprendió. Quise detener a Nil, pero no lo encontré. Miré hacia ambos lados, confundida y mareada. El rostro de una de las enfermeras que pasaba por mi lado se volvió borroso y entonces perdí completamente la noción del tiempo.

La figura de Nil se volvió fugaz, al fondo de aquel pasillo interminable, parecía que los segundos no pasaban y que el tiempo se había detenido para siempre. Volví a caminar, lentamente, pero a paso firme, escuchando cada paso que daba por culpa de aquellos tacones rojos de aguja. El repiqueteado más estridente, aquel sonido me dio dolor de cabeza. Seguí andando o más bien intentándolo, pero finalmente llegué a donde se encontraba Nil. Me sonrió de aquella forma tan cálida, aquella media sonrisa cargada de dolor. Abrió la puerta y me invitó a pasar. Tragué saliva, sentí que mi corazón iba a salirse del pecho, fruto de todos los nervios que tenía, la incertidumbre me mató, a mí solo me importaba él.

Entré en aquella habitación blanca, de nuevo las bombillas estuvieron parpadeando, todo parecía sacado de lugar. Caminé hasta adentrarme de lleno en aquellas cuatro paredes evitando mirar hacia mi derecha, evitando el desastre. El sonido de una máquina me paralizó, aquel sonido que solamente escuché una vez en mi vida y fue cuando ingresaron a mi abuelo en el hospital. Nos dijeron que tenía los días contados, pero la vida nos regaló el milagro de devolverlo sano y salvo. Respiré hondo, cerré los ojos siendo incapaz de aceptar aquella dura realidad. Me giré lentamente, quizás evitando aquel momento, pero no me quedaba otra opción, evitar el tema no lo iba a solucionar.

Cúrame ▪︎ MISHO AMOLIWhere stories live. Discover now