Epílogo

635 42 7
                                    

...Se prepara, se acicala con perfume, yo tan adicto a su cara y su mirada, ella presume.

No la igualan, por mucho que se les sume, yo tan adicto a su cara y su mirada, ella presume...

🪐

Varios años después

— ¿Vienes? —me preguntó fijando su mirada sobre mí, sus ojos recorrieron mi cuerpo igual que lo hizo la primera vez que me vio. 

Me quedé callada, asentí levemente con la cabeza mientras dejaba aquel marco sobre la mesa, ver la foto hizo que toda mi piel se erizara. Aquella foto que nos hicimos años atrás, cuando solo éramos dos, cuando nuestra vida era aparentemente tranquila, cuando nos desquiciábamos mutuamente, cuando él y yo nos llevábamos a matar, pero realmente nos gustábamos. Respiré hondo y salí de la habitación, dejé la puerta entornada y bajé las escaleras pensando en que hubiera pasado si todo hubiese sucedido como a mí me hubiera gustado, pero realmente no fue así. Casarnos fue ese ápice de esperanza que ambos pensamos que acabaría por forjar lo que poco a poco habíamos estado construyendo, pero no fue así. Mudarme a Madrid, alejarme de Barcelona, de mi entorno, alejarme de mi vida por él, lo hice por amor y aunque nunca me arrepentí lo cierto es que no fue bien. 

— Llegamos tarde —me recordó mirándome de esa forma tan inquietante —, la niña se va a enfadar.

— Voy lo más rápido que puedo —murmuré apretando los labios mientras me subía en el coche. 

Él arrancó el coche y yo me acomodé en el asiento del copiloto mientras miraba a través de la ventanilla. Estar en el mismo espacio se volvió muy incómodo y es curioso como de serlo todo se pasa a ser nada en cuestión de segundos y eso fue lo que nos pasó a nosotros.

¿Qué pasó? No pasó nada y a la misma vez pasó de todo.

Me mudé a Madrid, Catalina y Álvaro se enamoraron y aunque se casaron por compromiso con el paso del tiempo fue surgiendo el amor, poco a poco y de una forma muy bonita. Todo parecía ir bien, hasta mi madre y mis hermanos dejaron su vida para mudarse a la capital y estar más cerca de nosotros. Yo estaba feliz, ese mismo septiembre, tras mudarme a Madrid comencé a trabajar en un instituto privado, Misho se fue un par de meses a Latinoamérica y aunque nos echamos de menos mutuamente, supimos salvar la relación estando separados, al final ya estábamos más que acostumbrados.

En mayo del año siguiente nos casamos y al poco tiempo me quedé embarazada, no fue planeado, pero a los dos nos hizo muchísima ilusión. Llegó a nuestras vidas Antalya, una niña preciosa que era igual que su padre, la vida nos sonreía y acabamos comprándonos una casa. Pero dicen que todo se acaba y eso pasó, una noche cuando la niña tenía seis años tuvimos la peor discusión de nuestra vida. Él se fue, yo perdí los papeles, ambos nos dijimos cosas muy feas y ahí se acabó todo.

Poco tiempo después nos divorciamos, vendimos la casa que nos habíamos comprado y yo me fui a vivir con mi madre y él se fue al piso que tenía. A pesar de todo teníamos una buena relación, por la niña más que nada, siempre quisimos que ella tuviera lo mejor y para nosotros fue primordial tener una relación cordial por ella. 

Todo sucedió tan rápido que no nos dio tiempo a querer solucionarlo, nos cansamos de salvar la relación constantemente. Mal por nuestra parte porque yo era consciente de que si nos lo proponíamos podríamos volver a retomarlo donde lo dejamos, pero ambos fuimos muy tercos y como siempre, el orgullo nos pudo. Se acabó y tuvimos que aceptarlo. Dolió pensar que algo tan bonito había llegado a su fin, sufrí, no voy a mentir porque no me lo esperaba, tras siete años felizmente casados, con una hija en común y pensando en tener otro hijo, nunca imaginé que de la noche a la mañana todo se iba a acabar. No me lo creí, pero tuve que aceptarlo cuanto antes, no podía quedarme estancada ahí, quise avanzar aunque me costó. Supongo que las vivencias son bonitas porque se acaban, aunque yo nunca quise que lo nuestro se acabara tan pronto. 

Cúrame ▪︎ MISHO AMOLIWhere stories live. Discover now