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— ¿O sea que nunca habías cocinado en familia el día de Navidad?— Preguntó Lisa mientras abría la puerta de su casa con la llave.

— Básicamente nunca había hecho nada en familia el día de Navidad— Respondió Rosé, entrando a la casa junto a su novia.— O bueno... quizás hicimos cosas juntos cuando era muy pequeña pero no tengo muchos recuerdos de eso.

— Pues..¿Qué tal te pareció la experiencia, Rosie? ¿Te gustó el día de hoy?— Cuando ambas habían entrado Lisa cerró la puerta por dentro.

El reloj daba las 6 de la noche, así que habían pasado todo el 25 de diciembre en la casa de los padres de Lisa. Después de entregar los regalos de Navidad cocinaron el almuerzo todos juntos, que fue pavo con salsa de ciruelas y arroz a la valenciana, y luego destaparon una botella de vino para acompañar la comida. Al terminar de almorzar la charla aún no acababa así que trajeron un Panetón de la cocina y lo cortaron en rebanadas. La reunión familiar continuó hasta que terminaron la botella de vino y todos decidieron que era un buen momento para dejar la conversación ahí.

Fue un día lleno de 3 c. Comida, comodidad y charla.

— Me encantó— Respondió regalándole un abrazo a su novia.— Esta ha sido mi primera Navidad feliz en mucho tiempo. Gracias por regalarme un lugar en tu mesa, Lili. Es el mejor regalo navideño.

— Oh, pero eso no cuenta como regalo— Lisa soltó el abrazo y corrió a su habitación.— En realidad tengo un verdadero regalo navideño para ti. Sé que es tarde pero el 25 de diciembre aún no termina.

— ¿En serio?— Rosé también entró a la habitación y sacó algo de su maleta mientras Lisa sacaba algo de un cajón.— Yo también tengo un regalo para ti.

Ambas sonrieron con ternura al mirarse. Lisa tenía una bolsa de regalo verde en sus manos y Rosé tenía una caja envuelta en papel de regalo rojo.

— Feliz Navidad, amor— Dijeron casi al tiempo, intercambiando regalos.

Corrieron al desastrozo árbol de
no-navidad, que ahora serviría como árbol de Navidad, y se sentaron a su lado para abrir los regalos.

— ¿Quién inicia?— Preguntó Rosé.

— Tú. Yo mencioné tu regalo primero— Argumentó Lisa.

Rosé leyó la etiqueta en la bolsa de regalo. "Para: Mi ángel. De: Lisa". La abrió sin dudarlo y sonrió de oreja a oreja al sacar el regalo. Era un elegante abrigo negro.

— ¡Me encanta! ¿Cómo sabías que siempre he querido un abrigo?— Preguntó poniéndose de pie para probarse el regalo de inmediato.

— Lo dijiste el día que intercambiaste mi bufanda por el trineo— Explicó Lisa, al ser una gran detallista. Luego aplaudió al ver a Rosé con el abrigo puesto.

— Soy la ángel más feliz del mundo ¡Muchas muchas muchas gracias, Lili!— Exclamó sentándose en el piso de nuevo para abrazar a Lisa.

— ¡Te queda precioso!— Elogió sonriendo. Rosé volvió a pararse y modeló dramáticamente con el abrigo.— ¡Oh por Dios! ¡Mirenlo! ¡Esa es mi chica!

— Ya, ya. Suficiente. Ahora abre tu regalo— Pidió riendo con vergüenza y volviéndose a sentar.

Lisa miró la caja roja en sus manos. Tenía una tarjeta a mano que decía "De: Rosé. para: mi gatito". Sonrió y rompió el papel de regalo, pero haciendo su mejor esfuerzo por no dañar la tarjeta. En su interior había una caja de cartón Vans.

— ¡No puede ser!— Lisa abrió la caja. Adentro habían unos tenis Vans amarillos. Era el modelo exacto con el que llevaba meses obsesionada.— ¡No puede ser!

— El día que me arrastraste al centro comercial a las malas te quedaste viendo estos zapatos... Supuse que debían gustarte mucho— Explicó Rosé. Al parecer ambas eran demasiado detallistas.

— No solo me gustan. Los adoro— Lisa se quitó rápidamente los aburridos tenis negros que tenía puestos y se puso las Vans amarillas.— Ya está. Ahora nunca más tendré que pensar qué zapatos usar. Me pondré estos todos los días. Incluso voy a dormir con ellos.

— Me alegra haber acertado— Exclamó riendo.

— ¡Muchas gracias, amor!— Exclamó lanzándose a abrazar a Rosé. Esta ha sido mi Navidad favorita.

— ¿Con todo y lo del hospital?

— Con todo y lo del hospital— Afirmó Lisa, para luego soltar el abrazo.― Tú compañía hace linda cualquier situación, Rosie... Gracias... Gracias por estar a mi lado.

— Gracias por permitirme estar a tu lado ― Le respondió sonriendo, pero luego negó con la cabeza.— Basta. No más cursilerías. Voy a terminar llorando y no hay tiempo para eso.

— Oh, tienes razón...—Lisa miró el reloj. 7 de la noche.— El vuelo sale mañana en la madrugada y aún no hemos empacado las maletas.

Rosé volvió a su casa y cada una empacó su maleta mientras hacían una llamada telefónica, porque ese par de enamoradas no podían estar separadas ni unas cuantas horas.




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La nieve ☃❆ Chaelisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora