9.- Gemidos en el coche

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En su oficina no paraba de pensar en Alicia y en ese divino cuerpo que tenía, Alejandro a duras penas lograba concentrarse en los informes que yacían sobre su escritorio. Mira las carpetas y luego baja la mirada.

En ese instante recordó cómo le comió ese coño rosado y mojado aquella mañana, muerde sus labios al sentir que su verga vuelve a reaccionar.

Llevaba mucho rato poniéndose así de cachondo y todo por esa chiquilla.

Eso de comérsela de a poco realmente lo estaba afectando mucho, quizás no había sido tan buena idea, ahora estaba pagando las consecuencias de sus decisiones.

- Mierda, no aguantaré mucho tiempo este juego.

- Mierda, no aguantaré mucho tiempo este juego

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[...]

En lo que Jaime entra en su casa, su hija sale de su habitación. Ella venía con una sonrisa en los labios hasta ver su expresión seria.

- ¿Qué ocurre, papá? ¿Te ha ido mal en el trabajo?

- No precisamente -Ella traga saliva al escucharlo.

- ¿Por qué lo dices? -pregunta asustada, la seriedad de la cara de su padre no le gustaba mucho.

- Es sobre la hipoteca de la casa.

Alicia se tensó al instante... pestañea varias veces e intenta disimular su terror, si su padre se había enterado de todo lo que estaba haciendo con su jefe
seguramente nunca la perdonaría por andar abriéndole las piernas a un hombre mucho mayor que ella solo por dinero.

- ¿La hipoteca?

- Bueno, es que alguien la pagó toda. El banco ya no nos quitará nuestro hogar -ella sonríe sintiéndose un poco aliviada.

- ¿Y cómo es eso posible, padre?

- El banco me llamó y me dio la noticia, me informaron que la persona que pagó todo se mantuvo en el anonimato.

La joven baja la mirada y piensa que ese hombre sí que sabía hacer negocios. Con razón estaba tan exigente cuando quería comerle el coño esa mañana.

- ¿Y eso es mala noticia?

- iLo es! -la sonrisa de la joven se apaga por esa respuesta-. La casa queda a nombre de esa persona, ya no nos pertenece.

Todo el cuerpo de Alicia se tensó, su sangre se heló al instante y su cerebro dejó de funcionar por un momento.

Toda ella palideció, su sistema trataba de asimilar lo que estaba ocurriendo, lo que había oído.

La obsesión del CEOWhere stories live. Discover now