32.- Confesión

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- Marcos es un idiota, papá

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- Marcos es un idiota, papá. Trató de violarme, y cuando ese coche me atropelló me dejó tirada en la calle a mi suerte. Si no hubiera sido por Alejandro, me hubiera muerto.

- ¿Alejandro? ¿Así se llevan? -Jaime frota su rostro con impaciencia- Ese maldito de Marcos verá de lo que soy capaz de hacer, pero ahora ese no es mi dolor de cabeza, sino saber hasta dónde llegaron ustedes dos.

La pareja se mira fijamente y guarda silencio ante la pregunta de Jaime, este los mira a ambos y se desespera.

- Su hija es una mujer, Jaime, ella sabía muy bien lo que estaba haciendo. Y yo no soy un muchachito-responde Alejandro seriamente- Yo no la obligué a nada, lo que pasó entre nosotros fue por mutuo acuerdo.

Jaime aprieta la mandíbula para darse la vuelta, observa a su jefe con ojos de odio y siente unas profundas ganas de volver a golpearlo.

- Es un maldito desgraciado, cómo se atrevió a meterse con mi hija. ¿Acaso no pensó en la gran diferencia de edad que hay entre ustedes? -empieza a caminar hacia el en forma amenazadora- No pensó que entre ustedes no hay futuro, su vida de mujeriego arruinará la vida de mi hija.

- Creo que esa decisión le pertenece a Alicia y nadie más.

- No, usted con su manipulación la envolvió toda y por eso ella cedió. Mi hija es una chica ingenua, y usted es un hombre con mucha experiencia que supo cómo seducirla y por eso pasó lo que pasó entre ustedes.

- Papá, no, eso no...

- ¡Así fue! Yo la seduje, todo ha sido culpa mía. Todo esto, lo que qué pasó fue porque yo me obsesioné con su hija.

Alicia oyó la seriedad en las palabras de Alejandro y sintió que su corazón se paralizó, la libró de todo. Pestañea y solo puede verlo dándose cuenta de que ahora lo amaba más que antes.

- Es un maldito -Jaime intenta volver a golpearlo, pero el CEO lo detiene y lo mira con fiereza.

- No es necesario que nos vayamos a los golpes, cuando podemos conversar esta situación.

- Aquí no hay nada que conversar, usted se larga de inmediato de aquí y no lo quiero ver cerca de mi hija. ¿Eso le queda claro?

- Alicia es quien tiene que decidir eso.

Los hombres se enfrentan mirándose a los ojos. Y fue Jaime quien termina por soltarse de las manos de Alejandro.

- Mi hija no tiene que decidir nada, puesto que ella no se volverá a involucrar con usted. Y por supuesto que no seguiré trabajando para su empresa, ahora entiendo por qué demonios me mandó a otra ciudad.

La obsesión del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora