El mejor risotto de San Francisco.

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El sol se resguardaba perezosamente mientras la ropa se amontonaba encima de la cama de Lexa. Su habitación, normalmente meticulosa, había sido transformada en un caos de tejidos y colores. En un rincón, Echo con una sonrisa divertida estudiaba la desesperación de su amiga mientras jugaba con su móvil entre sus dedos. El silencio, roto únicamente por el murmullo de Lexa debatiendo sus opciones, fue interrumpido cuando la abogada decidió intervenir. Se levantó y caminó hacia su amiga, arrebatándole un traje de las manos con aire teatral.

-Lex, ni siquiera cuando te caíste de aquel árbol intentando rescatar un gato estabas tan nerviosa. ¿Qué demonios pasa?

Lexa suspiró y levantó un vestido ajustado color verde oscuro que resaltaba sus ojos.

-Echo, ¿qué opinas? ¿Demasiado atrevido?

-Depende. ¿Vas a una reunión de trabajo o a una cita? – contestó Echo, con una ceja levantada y una sonrisa traviesa.

-Es complicado - admitió Lexa, esquivando la mirada.

-Primero, vístete para la ocasión. Y no te preocupes, no creo que el manual de instrucciones cambie tanto de hombres a mujeres.

Lexa rodó los ojos.

-Gracias, Echo. Siempre puedes iluminar mi día con tu brutal honestidad.

-Me pagan por ello y muy bien, de hecho. Cobro por horas - respondió Echo con una sonrisa - En serio, Lex, relájate. Si Clarke está interesada en ti, es en ti. Fin.

-Lo sé, lo sé. Solo que...- Lexa titubeó un momento - ¿Y si no estoy a la altura? ¿Y si no le gusto?

Echo soltó una carcajada que resonó en toda la habitación.

-¿Lexa? ¿La mujer que ha tenido a la mitad de San Francisco suspirando por ella? Por favor. Tienes que darte un poco más de crédito.

-No quiero estropearlo. Eso es todo.

-No lo harás. Una de mis funciones contigo es estar aquí siempre  para recordarte  lo ridículamente dramática que puedes ser - dijo Echo con un guiño - Pero en serio, sé tú misma. Esa es tu mejor jugada.

Lexa miró de reojo a la pila de ropa y luego a Echo.

-Me estás diciendo que después de todo este alboroto, ¿sólo debo ser yo misma? ¿Ese es tu gran consejo? ¿No crees que podrías haberme dicho eso antes de convertir mi habitación en una zona de guerra?

Echo se encogió de hombros, su sonrisa traviesa más pronunciada que nunca.

-Hubiera sido menos entretenido. Además, ¿cuándo te has vuelto tan insegura? Eres Lexa. Eres inteligente, guapa, y una de las personas más increíbles que conozco. Elijo bien a mis mejores amigas.

-Solo tienes una, Echo.

-Pero tengo muchas amigas.

-Pero tienes muchas amigas, cierto –respondió Lexa divertida, lanzándole una camiseta a la cara.

-Vamos, elige algo que te haga sentir bien, poderosa y cómoda. Al diablo con los estereotipos y las expectativas. No te vistas para Clarke, vístete para ti.

Lexa asintió lentamente, considerando las palabras de su amiga. Tomó una respiración profunda y Echo sonrió, abrazándola brevemente.

-¿Qué tal ese vestido que compraste el mes pasado y que aún no has usado porque 'la ocasión no era la correcta'? – sugirió Echo con aire inocente, señalando un vestido colgado detrás de la puerta.

Lexa siguió la dirección de su dedo.

-El negro. ¿Crees que es adecuado?

-Define "adecuado". Si por adecuado te refieres a que hace que tus piernas parezcan interminables y pone de relieve esa confianza de "no te metas conmigo", entonces sí. Absolutamente adecuado.

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