Manual para cuidar una planta.

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Clarke deseó con todo su corazón que la conversación que estaban teniendo  fuese cualquier otra cosa que no implicara cuestionar la integridad del hombre que siempre había sido su héroe. Tomó aire, reunió el valor que había sacado tantas veces de su ejemplo.

-Clarke... tienes esa mirada, como cuando intentabas resolver los rompecabezas más complicados siendo una niña —dijo Jake Griffin.

La fiscal volvió a mirarlo intentando descubrir la verdad en el hombre que para ella había sido tanto una estrella en el cielo como una montaña que sentía que nunca podría escalar del todo.

-Con la diferencia de que este es un rompecabezas que no quiero resolver, pero para el que no me habéis dejado otra opción - respondió Clarke temblando. Aquella situación la superaba.

-Cariño, debes estar malinterpretando las cosas —dijo Jake, con una superficial tranquilidad que Clarke encontraba más irritante por momentos.

—¿Malinterpretar? —Clarke soltó una risa que sonó más como un bufido—. Tienes más capas que una cebolla, papá, y estoy empezando a cortarlas una a una. No me subestimes.

Jake frunció el ceño y se retorció las manos sobre la mesa, un signo clásico de incomodidad que Clarke conocía desde su infancia.

—Puede que haya cuestiones que no entiendas completamente, cosas que tuve que hacer...

—¿Por nuestra seguridad? ¿Por la familia? —Clarke se estaba alterando—. No me vendas ese cuento, no me trates por estúpida ni como a una niña chica.

Jake parecía buscar las palabras correctas, pero la rapidez con la que le fallaba el lenguaje solo servía para avivar la frustración de Clarke.

—Clarke, sigo siendo tu padre. Todo es más complejo de lo que parece. En la vida hay grises, no todo es blanco o negro.

Clarke sintió que algo en su interior se rompía, como una presa que cede ante la presión del agua.

—¡Esto no es una cuestión de grises, papá! Estamos hablando de delitos penales. ¿No entiendes lo serio que es esto?

—Lo entiendo perfectamente, pero no tienes todas las piezas del rompecabezas —respondió Jake, pero sus palabras sonaron huecas incluso para él - Ni siquiera sé de qué me estás hablando.

—Tal vez no, pero tengo suficientes piezas como para ver la imagen que están formando y te aseguro que no me gusta nada.

Jake se pasó la mano por la cara, como si intentara borrar la gravedad de la situación.

—Clarke, me sacas de la recepción de gala con el embajador y te presentas aquí para soltarme todo esto. Te lo repito: no tengo ni idea de que me hablas y creo que estamos yendo por un terreno peligroso, te aseguro que no querrías hacer algo de lo que luego te arrepientas. El Caso Veritas te viene demasiado grande, vas a meterte con la gente equivocada y no podré protegerte.

La ira, el dolor, y la incredulidad se combinaron en una expresión que Clarke no pudo ni quiso contener. Su padre subestimándola de nuevo.

—¿Arrepentirme? Estoy más allá del arrepentimiento. Estoy en el territorio del asombro, papá. Asombrada de cuánto no sé sobre el hombre que me enseñó a ser justa, a ser honesta. Asombrada de como todo ha sido una mentira. ¿Me pides arrepentimiento? ¿A mí?

Jake abrió la boca para hablar, pero Clarke lo interrumpió, dejando claro que la conversación había llegado a un punto de no retorno.

-Dijiste que la distancia cambia la perspectiva. Bueno, aquí tienes mi nueva perspectiva: sé lo que sé, y no puedes cambiar eso.

Quid pro quo.Where stories live. Discover now