Limón, chocolate blanco y tarta de queso.

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Mientras Lexa caminaba por el pasillo del juzgado junto a Clarke, cada paso, cada mirada, cada sonrisa compartida evocaba la intimidad del fin de semana que habían compartido. La abogada se encontraba en una nube. La fiebre era ya una mera sombra en su memoria, pero la cercanía entre ellas cada vez era más palpable y brillante a plena luz del día. Clarke, con su habitual porte profesional, caminaba junto a Lexa. Sus tacones golpeaban el suelo con un ritmo decidido, marcando cada paso que daba.

—¿Estás preparada? — Clarke rompió el silencio mirándola fijamente.

—Soy Lexa Woods, nací preparada, cariño — contestó Lexa chulesca. —Si ganamos en esta reunión, vas a tener que invitarme a cenar.

Clarke silbó sorprendida deteniéndose para mirarla con esos ojos que parecían desnudarla cada vez que se posaban en ella. Lexa la miró de reojo arqueando una ceja y sin abandonar su pose desafiante.

—Preciosa, vas lanzada, pero...— se acercó más, casi invadiendo el espacio personal de Lexa — estoy deseando que lo demuestres ahí dentro.

Lexa entendía las dudas de la fiscal, pero, por fortuna para ella, tenía la confianza al fin para enfrentarse a aquella sala.

—¿Lo dudas? No conoces todos los ases que guardo bajo la manga.

—Puede que no, pero conozco otros trucos.

Le guiñó un ojo con una sonrisa traviesa y Clarke se inclinó para ajustar la correa de su zapato. Cuando se reincorporó, se acercó al oído de Lexa.

—Sería demasiado fácil vencerte en un juicio —comentó Clarke, inclinándose ligeramente hacia Lexa.

Lexa la miró, con su típica mirada desafiante y una sonrisa juguetona.

—Eso es imposible.

Clarke sonrió, inclinándose aún más cerca. Su aliento rozó el oído de Lexa.

—Estarías demasiado distraída con mi escote.

—No llevas escote — replicó Lexa, intentando sonar indiferente, pero su mirada traicionaba su lucha interna.

—Ni ropa interior —susurró.

El corazón de Lexa saltó. Ese simple comentario dentro de un escenario tan formal como era el juzgado envió oleadas de calor por su cuerpo. Trató de mantener la compostura, de mostrar ese exterior calmado y profesional, pero podía sentir la sangre latiendo en sus sienes y las mariposas revoloteando en su estómago. Clarke se inclinó aún más, sus labios rozando la oreja de Lexa y apoyó una mano en la pared detrás de Lexa, acercando sus rostros.

—Abogada Woods, nos esperan.

Luego se alejó, con la misma gracia y confianza con la que había llegado y Lexa no tuvo más remedio que seguirla. Clarke entró en la sala y desde una puerta lateral apareció Adrienne, con su paso decidido y su aura imponente, con esa forma que tenía de transmitirle al mundo que Adrienne Laurent no era una persona que simplemente pasara por la vida, ella la vivía en su máxima expresión. Con una mirada cargada de confianza, se giró hacia Adrienne, dejando atrás el coqueteo y pasando al modo profesional.

—Adrienne, espero que estés lista. —dijo con firmeza, desafiándola.

—Siempre lo estoy —respondió sonriente.

—Supongo que ya sabéis por qué os he citado —dijo Adrienne, con esa voz que siempre sonaba como si estuviera al mando, incluso cuando se trataba de una simple consulta.

Lexa clavó sus ojos en Adrienne, sin ceder un ápice de su postura.

—Por supuesto. Pero lo que no entiendo es por qué no has tratado directamente con la fiscal del caso, que es Octavia.

Quid pro quo.Where stories live. Discover now