Una agente del FBI y un cactus.

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Dentro del agitado ambiente del despacho de Lexa, el aire estaba  cargado de ansiedad y papeles. Clarke, con su usual determinación, había dispuesto un arsenal de evidencias sobre la mesa de centro. El aroma a café recién hecho se entremezclaba con la tensión. La luz mortecina del atardecer se filtraba por la ventana, dibujando sombras contrastantes en el suelo y en las caras preocupadas de las presentes.

Echo, siempre tan directa, lanzaba preguntas con una agresividad sutil, como quien tira piedras a un estanque esperando ver el alcance de las ondas. "¿Creéis que Adrienne intentará algo?", "¿Nos estamos desviando demasiado del foco?", "¿Estamos seguras de lo que sabemos sobre ella?".

Las palabras resonaron en Lexa como golpes suaves, pero persistentes. Si bien Echo tenía el don de ser directa, no podía negar que cada pregunta avivaba la inquietud que se anidaba en su estómago. Miró de reojo a Clarke, buscando algún tipo de confirmación. Un simple intercambio de miradas solía ser suficiente para comunicarse sin necesidad de palabras. Clarke pareció captar su inquietud.

—Adrienne es impredecible, pero hemos hecho lo que teníamos que hacer. Todo lo que sabemos sobre ella está en estos documentos.

—Vamos, Echo, sabemos como funciona—añadió Lexa —no vamos a empezar ahora a dudar de nuestro trabajo.

Con el rostro iluminado por el tenue resplandor de la lámpara, Lexa exhaló, pasándose una mano por el cabello en un gesto cansado. Había sido un largo día y las horas de escrutinio meticuloso, la constante búsqueda de un patrón o una pista, habían pasado factura.La silueta de Clarke se acercó con una taza humeante en la mano, extendiéndola hacia Lexa.

—Un poco de café nunca hace daño — susurró, sonriendo con suavidad y besándola en la mejilla. A Lexa se le saltó el corazón varios latidos—Quizás deberíamos tomarnos un respiro. Un momento para alejarnos, recuperar energía y regresar con una nueva perspectiva.

Antes de que Lexa pudiera responder, la voz de Octavia cortó la atmósfera.

—No tenemos tiempo para respiros. Adrienne está ahí fuera, y mientras nosotras descansamos, ella sigue adelante.

—No estamos diciendo que abandonemos el caso — intercedió Clarke — Solo que a veces alejarse un poco puede darnos una visión más clara.

Los labios de Echo se curvaron en una media sonrisa al notar la tensión que colgaba en el aire después de la intensidad de aquel día.

—O, ¿te parece si salimos un momento? Creo que un poco de aire fresco nos hará bien — dijo, extendiendo su mano hacia ella.

La fiscal, sin perder la seriedad que la caracterizaba, consideró la oferta por un momento y asintió.

—Quizás no sea mala idea. Tomemos un corto receso, pero volvemos en una hora. Y más nos vale tener nuevas ideas para entonces — sentenció Octavia, claramente nerviosa por cargar con la responsabilidad de la fiscalía en aquel caso que las traía de cabeza.

Clarke jugueteaba con un bolígrafo, dando vueltas sobre la mesa mientras se acercaba a Lexa con pasos deliberados y lentos y Octavia y Echo salían por la puerta. La morena no pudo evitar notar la brizna de malicia en los ojos de Clarke, esos mismos ojos que tantas veces la había desnudado en las últimas horas en silencio.

-¿Qué piensas, rubia? - preguntó Lexa, tratando de mantener una voz neutra, aunque una sonrisa traicionera se asomaba en la comisura de sus labios. Clarke, con ese atrevimiento que desde el día del pub la había caracterizado, la cogió de nuevo desprevenida.

-¿No te has preguntado cómo sería si nos dejáramos llevar aquí y ahora en medio de todo este caos?

Lexa tragó saliva, sintiendo una mezcla de sorpresa y deseo.

Quid pro quo.Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ