'Colocar sobre Lexa Woods para un ajuste perfecto'

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Podía haber vivido diez mil vidas. Podía haber conocido a mil personas. Podía haber ganado mil juicios más o haber sido elegida como fiscal del estado. Pero sabía sin ningún atisbo de duda, como solamente se saben las cosas que merecen la pena, que nada la habría preparado para el calor que sintió en el pecho, desbordándola, al ver a Lexa con esa expresión en su rostro, desnuda, despeinada y con esa mirada ardiente sobre ella. Porque quizás todos sus deseos, sus objetivos y sus intenciones en la vida la habían preparado para deleitarse con los ojos de aquella mujer sobre ella.

Clarke observó a Lexa desde su posición encima de ella y se sentía morir por cada detalle de la abogada. La tenía agarrada por la cintura y por la nuca y su boca seguía demandándola. Y la fiscal estaba empezando a pensar que quizás la necesitara más que al aire que llenaba sus pulmones, cada vez más acelerados. Su corazón latía impredecible y aquella sensación seguía persistiendo en su estómago, con ganas, con fuerza, como si acabara de bajarse de una montaña rusa y tuviera la necesidad de volver a subir de nuevo.

Se detuvo un instante acariciando el rostro de la joven, pausadamente, intentando retener en su memoria cada detalle de sus facciones. Aquellos ojos la miraban con auténtica admiración y Clarke se dejó envolver por la seguridad de todo lo que le transmitían. Desde que la conoció pensaba que sus ojos eran como galaxias enteras que albergaban mil constelaciones. Estaba empezando a sentir cosas demasiado intensas y dejándose embriagar por la perfección de aquel momento. Lexa, despeinada en todo su esplendor, vulnerable y con aquella sonrisa con la que no le hacía falta hablar. Es que la estaba volviendo loca y ella ni siquiera podía echar el freno de mano. Es que cada vez que daba un paso hacia Lexa su corazón avanzaba diez más con ganas y el camino le estaba resultando demasiado bonito como para pararse.

Clarke enarcó una ceja y sonrió con más fuerzas cuando vió como la dulzura de Lexa se transformaba en una expresión llena de ganas, de algo parecido a un gesto animal que le recordó la excitación que despertaba en ella. Arañó su espalda de forma firme y mordió su labio inferior, provocando un gemido desde el fondo de la garganta de Clarke. La fiscal estaba dispuesta a dejarse hacer todo lo que quisiera.

-Dime, fiscal Griffin, ¿cuánto te gusta que te lleven al límite? - Clarke se arqueó al escuchar aquella voz ronca y cargada de deseo contra su oído.

-Soy toda suya, abogada.

Clarke sintió que nunca había estado más segura de nada en su vida como de que en aquel momento necesitaba las manos de Lexa en ella, para dejarse llevar donde la abogada quisiera.

-Clarke...

La forma en que Lexa pronunció su nombre envió un torrente de calor directo al centro de Clarke. Sintió como la abogada se retiraba un poco para mirarla, mientras con una de sus manos la ayudaba a despojarse de la única prenda que le quedaba puesta. Sintió el muslo desnudo de Lexa contra su entrepierna y se sintió morir por aquel pequeño contacto. Lexa volvió a besarla, esta vez de forma más profunda, jugando con su lengua dentro de su boca, ansiando un contacto más profundo con ella. Clarke se dejaba hacer, desordenando el cabello de la joven por el camino, con el deseo de no dejar ningún centímetro de Lexa sin explorar. La fiscal no quería estar en ningún otro lugar que no fuera allí con Lexa Woods. Una de sus manos se coló entre las piernas de Clarke y empezó a acariciarla lentamente de arriba hacia abajo. La rubia enterró su cabeza en el cuello de Lexa, incapaz de controlar todas las sensaciones que se extendían por todo su cuerpo. Comenzó a menear sus caderas con ganas, con necesidad. Mordió el cuello de Lexa y la abrazó fuertemente contra su pecho, sintiendo su desnudez contra ella y notó como esto activaba a la abogada. Esta   comenzó a mover sus dedos entre sus piernas con más rapidez, explorando, acariciando, mojándola aún más. Ella volvió a morderle, era algo que le resultaba inevitable durante el sexo, cuanto más excitada estaba y más cerca de alcanzar el clímax, más le gustaba morder a su acompañante.

Quid pro quo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora