O7 : estupidez.

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—¿Podemos irnos ya?

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—¿Podemos irnos ya?

Ah, cálmate, Lili —la alfa viró los ojos—. ¿Por qué exageras tanto?

—No es eso, solo no me siento tan cómoda y ya. —se encogió de hombros.

Y la bella omega no mentía. Después de todo. ¿Quién se sentiría tan tranquila con la mirada firme y profunda de una alfa como Roseanne Park?

Lisa no entendía el por qué, pero simplemente la tenía cohibida. Era como una especie de pesadez que sentía cargar al ser notoriamente observada.

—Creo que me odia.

Jennie sonrió. ¿Acaso la castaña era demasiado despistada?

Aunque la alfa pelinegra moría por decirle su suposición, pensó que quizás sería mejor que ambas pudiesen darse cuenta.

¿Qué tan difícil sería que se enteraran por sí solas que eran pareja destinada?

—Oye, la linda omega ya se va~ —canturreó Somi ni bien su mejor amiga se acercó a la mesa de los cubiertos después de haber llevado un pedido.

—¿De qué hablas? —fingió desinterés. Pero su rápida mirada hacia la castaña simplemente la delató.

"No, idiota, no dejes que se vaya", demandó su loba otra vez.

—Será mejor que le cobres por lo pedido. —le recordó la rubia.

Ah, sí, tienes razón.

Rosé carraspeó, tomó suficiente aire y luego lo exhaló con lentitud. Sus pies ya ansiaban llegar rápidamente hacia la omega y los apresurados latidos de su corazón no ayudaban.

"¿Qué mierda pasa con mi cuerpo?", la alfa no lo entendía y eso empezaba a fastidiarla. "Joder, solo es una omega más, común y normal como los otros", se convenció, tratando de ignorar los quejidos que le daba su loba.

Tomando nuevamente el boleto de la suma destinada a pagar, se acercó hacia aquella mesa tratando de no mostrarse ansiosa.

¡Oh! Justamente iba a llamarte. —comentó Jennie para luego sonreír.

La Australiana resopló. Toda la apariencia y actitud de aquella alfa le parecía realmente odiosa.

—Sí, bueno —comentó con desinterés—. Aquí está la cuenta. —extendió el pequeño papel.

—Bien, espérame un momento. —la pelinegra palmeó su cartera para buscar su billetera. Tomando toda la calma del mundo para poder ver si sucedía algo frente a ella.

Lisa arrugó su nariz de botoncito al sentir nuevamente aquel suave y reconfortante aroma que le pertenecía a Rosé.

Su loba albina se movía inquieta, anhelando profundamente ser rodeada por los fuertes brazos de la de cabello lila y que esta le diera muchos mimos. Su corazoncito le exigía acurrucarse en el pecho de la alfa y frotar su nariz en la curvatura de aquel cuello. Se imaginaba feliz y tranquila mientras la calidez la inundaba debido al apego corporal y el aroma a menta y canela la rodeaba dulcemente.

Ah, sí tan solo sus sueños pudieran hacerse realidad.

La preciosa omega, cansada de que Jennie tardara en demasía, llevó su mirada hacia la gran ventana. Poniendo un brazo en la mesa y acomodando su mentón en la palma de su mano, sus dedos tamborileaban con suavidad su mejilla, la omega solo quería evitar a toda costa las ganas de mirar a Rosé.

¿Pero cómo hacerlo si ella no dejaba de observarla?

La alfa de cabello lila volvió a suspirar, y es que aquel dulce aroma que desprendía la castaña calmaba sus emociones negativas, envolviéndola delicadamente entre la tranquilidad y la relajación. ¿Había algo mejor que eso?

Rosé solo ansiaba descansar con la bella omega abrazada a su cuerpo, fundiéndose ambas en una agradable calidez que la alfa estaba segura que la tendría en perfecto estado.

Volvió a observarla. Estaba segura que el perfil de la omega fue verdaderamente cincelado con mucho amor y dedicación, porque Park estaba segura que no había creación más hermosa que no fuera aquella omega frente a ella.

Aquella piel expuesta brillaba y se notaba tersa a simple vista, tenía un tono níveo y delicado, cuidado y muy hermoso. Sus largas pestañas cubrían con sutileza sus orbes, aquellos profundos y relucientes orbes color miel.

La loba de la de cabello lila estaba más que encantada, pero ella, su lado racional; estaba en un debate mental constante.

— Aquí, puede quedarse con el cambio, amiga. —la voz de la pelinegra la sacó de su trance.

Sacudió levemente su cabeza y con molestia miró a la alfa adversa.

—Vamos, Lils, te llevaré a casa.

Jennie pudo jurar que había escuchado un gruñido de parte de Park.

—De acuerdo. —habló con voz queda.

La mas baja se levantó cautelosamente, mientras que la omega que ya estaba lista, simplemente no podía avanzar. Lisa se puso tensa de inmediato, mas no dijo nada esperando que la Australiana pudiera moverse para darle permiso.

Estuvo muy equivocada, pues aquello no sucedió.

Soltando un gran suspiro, alzó la mirada, chocando al instante con los almendrados ojos de la alfa frente suyo, a una distancia corta, demasiada corta. Mordió levemente su labio inferior, dándose ánimos mentalmente para hablar.

Rosé no se perdió ningún gesto que hizo la castaña y, observó con adoración aquellos finos y rosados belfos, levemente carnosos y pequeños.

Uhm, yo... Eh. ¿P-Podrías darme permiso, por favor? —musitó suavemente y ante lo escuchado, la loba de Park se sacudió emocionada.

La había encontrado, aquella loba negra había encontrado a su omega.

—¿Cuál es tu nombre? —soltó la pregunta Rosé con rapidez, fue un impulso que no pudo detener gracias a su loba.

—Lisa. —respondió medio dudosa.

—¿Estudias por aquí? —y de nueva cuenta no pudo detenerse.

Uh, yo voy a la Universidad que está por esta calle. —no supo si fue prudente contestar. Pero tal y como lo imaginaba, Rosé nunca la había visto.

La alfa asintió más que complacida y es que solo había una universidad en toda la extensión del lugar.

—Mi nombre es Rosé, Roseanne Park. —comentó mientras se hacía a un lado, dejándole cierto pase.

—Lo sé, vamos a la misma universidad.

Los ojos de la alfa se abrieron desmesuradamente y recién cayó en cuenta. ¿Por qué no pensó en eso?

Ah, se sentía verdaderamente estúpida.

Ah, se sentía verdaderamente estúpida

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la princesa y la plebeya. | chaelisaWhere stories live. Discover now