27 : nosotras.

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—Rosie, basta. —murmuraba Lisa en medio de suaves risitas. Y es que todo se debía a que la aludida no pudo resistirse a estar tanto tiempo lejos de su omega, por lo cual, ni bien la hora de salida se marcó con el sonido de la campana, Rosé había casi corrido hasta el salón respectivo de la castaña. Tanto ella como su loba deseaban tenerla cerca y rodearla completamente de su aroma.

Cuando apenas la vio salir, la alfa la había recibido con un sorpresivo abrazo en la cintura, besando inmediatamente los belfos adversos y causando un efusivo sonrojo en las mejillas de Lisa. La más baja no sabía cómo corresponder exactamente, así que rodeó el cuello de la alfa con ambos brazos mientras intentaba caminar.

Era una imagen adorable, pero muchos a su alrededor empezaron a mirarlas con fastidio y cierta envidia. ¿Cómo es que la atractiva princesa estaba al lado de aquella plebeya común y corriente?

Sea cual sea la forma en la que los omegas se referían a la pareja, a Rosé le importaba muy poco y es que no podía detenerse a pensar en algo más que no sea el compartir todo el tiempo posible con su preciosa castaña.

—Te extrañé mucho. —habló la mas alta ni bien concluyeron con el último beso. Inmediatamente entrelazó su mano con la contraria y se dispusieron a caminar hacia el portón de salida. 

Lisa sonrió apenada, observando el agarre impuesto y la bonita diferencia entre ambas manos que estaban juntas.

—Pero nos vimos en el receso, no seas exagerada. —intentó no mostrarse enternecida por las muestras de cariño que Rosé siempre se esforzaba en darle. Aún le costaba aceptar que aquello era real.

—Puedes tomarla como quieras. —se encogió de hombros con diversión, halando nuevamente a la Tailandesa para ponerla frente a ella y besar aquellos dulces labios.

Desde aquel día en el que habían dado su primer beso, la alfa quiso rememorar una y otra vez las sensaciones que aquel sutil tacto le causaba internamente. Habían pasado varias semanas pero ella no podía detenerse, amaba sentir a la omega de aquella manera especial.

—Rosie. —intentaba llamarla, las ganas de sonreír la inundaban porque la mencionada le daba muchos besitos cortos y efímeros, creando el sonido de suaves chasquidos debido a que el contacto era súbitamente casto.

—¡Oigan, no coman delante de los pobres! —aquel grito solo podía ser de Somi, quien vino inesperadamente a interrumpir el momento por simple gusto suyo.

La de cabello lila se esforzó mucho en no gruñir, y a cambio de ello, soltó a Lisa para abrazarla por la espalda e intentar dejar su aroma impregnada en ella. Puede que Jeon sea su única mejor amiga, pero también era una alfa y Rosé no podía dejar su lado posesivo fácilmente.

—Ustedes desprenden feromonas de amor. —exclamó con cierto ápice divertido, la rubia se sentía realmente contenta al ver a Rosé en una nueva faceta.

Lisa tragó saliva sintiéndose cohibida, no se había dado cuenta que aún estaban en la universidad y con varias personas transitando por ahí. Casi siempre le pasaba eso, perdía la noción del tiempo y del lugar cuando era envuelta en la calidez que los brazos de la alfa le proporcionaban.

—Y bueno. ¿No nos vas a presentar? —inquirió la rubia al notar el silencio que se había creado entre las tres.

—Somi... —intentó advertirle.

—¡Olvídalo! Lo haré yo. —sonrió ampliamente, extendiendo su mano hacia la bonita omega—. Un gusto en conocerte, mi nombre es Jeon Somi y soy la mejor amiga de esta gruñona.

Lisa le correspondió el saludo al igual que la sonrisa. El ambiente se volvió más ameno.

—Un gusto, Somi. Yo soy-...

—Tú eres Lisa, ya lo sé. —concluyó la rubia, ganándose la extraña mirada de la aludida—. Y no te preocupes, lo sé porque Rosé menciona tu nombre a cada momento con una sonrisa de completo idiota. La tienes muy enamorada.

—¡Ennik! —se quejó sintiéndose repentinamente apenada al igual que Lisa. Escuchar aquello salir de la boca de alguien más era distinto.

Somi la ignoró olímpicamente. Al parecer había encontrado un nuevo pasatiempo favorito.

—¿Y cómo se siente estar con tu pareja destinada?

—¿Destinada? ¿A qué te refieres?

Rosé se tensó de inmediato.

—Somi guarda silencio, por favor.

—¿Qué, aún no lo sabe? —ladeo levemente su cabeza en clara muestra de confusión.

—¿Saber qué?

—Sobre que son parejas destinadas.

—¡Ennik Somi Douma! —su rostro se deformó en una terrible mueca de enojo. Había arruinado sus planes.

Lisa abrió sus ojitos mucho más de lo que normalmente pudiera hacer y giró sutilmente sobre su eje hasta encarar la mayor. Ella sabía de aquella leyenda, su madre siempre le contaba lo maravilloso que era el encontrar a aquella persona destinada en cuerpo y alma. Su corazón latió con desenfreno, yendo a un ritmo conmocionado ante la ilusión.

—Eso... ¿Eso es cierto? —apenas y pudo murmurar.

Rosé relamió sus gruesos labios, soltando sutilmente a la omega y mirándola fijamente a los ojos.

—Yo, uh, sí. Nosotras somos pareja destinada.

—¿P-Pero cómo? Y-Yo no me di cuenta. —de inmediato tapó su boca con ambas manos y un suave rubor coloreó sus mejillas.

—Pensaba decirte todo esto en un lugar más especial y en el momento indicado. —confesó con cierta timidez, rascando nerviosamente su nuca—. Lástima que mi mejor amiga no sabe callarse cuando debe. —su mirada se dirigió a Somi, quien seguía ahí comprobando que quizás lo había arruinado.

—¿Disculpa? —preguntó con inocencia, una pequeña sonrisa torcida se presenció en su rostro.

—Recuerdo haberte dicho que no deseaba que alguien más se lo dijera a Lisa, quería hacerlo yo de manera única. —le reprochó.

—Ya, ya, déjala tranquila. De todas formas lo importante es que lo somos. ¿Verdad? —interrumpió la castaña, tomando la mano derecha de la alfa para luego darle un pequeño beso en la mejilla.

La tensión desapareció y la rubia estaba internamente agradecida con Lisa por haberla salvado.

—¡Sí! Yo, eh, yo ya me voy. ¡Nos vemos luego! —exclamó, trotando rápidamente hasta la salida.

—¡Somi! —alcanzó a gritar, pero obviamente la mencionada no se iba a detener.

—Rosé... —la llamó, halándola de la mano para que la mirara a ella—. Ya, quita esa carita. —habló dulcemente, sonriendo al notar que el ceño fruncido de la alfa había desaparecido. De inmediato, se puso de puntitas, frotando su naricita con la contraria de manera delicada y haciendo una vez más, que la alfa olvidara cualquier pensamiento negativo.

¿Es así es como funciona el amor? 

¿Es así es como funciona el amor? 

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la princesa y la plebeya. | chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora