28 : protección.

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—¿Vamos a la cafetería? —fue la alfa quien preguntó primero al enlazar el brazo de Lisa con el suyo—. Necesito decirte algo muy importante.

—¿De verdad? —la sorpresa no cabía en sí misma. Y es que en todas las semanas que habían transcurrido, siempre permanecían en la biblioteca cuando la hora del receso iniciaba.

—Claro que sí. ¿Por qué lo dudas? —inquirió con media sonrisa divertida plantada en el rostro.

—Es que-... —su respuesta se vio interrumpida por el cruce abrupto de una omega.

—¡Cuidado!

Rosé no era alguien estúpida, por lo que no le costó entender que aquellas acciones eran para simplemente fastidiar a la castaña, quien tuvo que sostenerse de su antebrazo para no caer estrepitosamente.

Hey tú, detente. —fue lo que vociferó la alfa luego de incorporar el suave cuerpo de Lisa.

La omega se detuvo, girando lentamente para enfrentarse a la pelo teñido.

—¿Sucede algo, cariño? —ese tono, agh, ese tono agudo y chillón era algo de lo que Rosé no toleraba.

—Pídele perdón.

—¿Qué? —el rostro simpático de aquella chica se desfiguró en indignación completa.

—Confío en que tienes algo de cerebro y puedes comprenderme —volvió a atacar, mostrando aquella imagen tan arisca e intimidante que tanto la caracterizaba—. Vamos, empujaste a mi omega e hiciste que se tropezara. Un par de disculpas es lo único educado que puedes hacer.

Mi omega. Lisa se ruborizó al escucharlo, pero de pronto cayó en cuenta que debía detener a Rosé para que no reaccionara de peor manera ante la actitud de la otra.

—Déjalo —empezó a hablarle de forma sutil, intentando tomarla de la mano—. Vámonos a la cafetería, por favor.

—No, no voy a irme hasta que ella se disculpe contigo.

—Entonces puedes quedarte esperando toda la vida porque no pienso hacerlo. —contestó enojada, cruzándose de brazos para dar media vuelta y seguir su camino.

Date la vuelta y pídele perdón a mi omega. —demandó—. Ahora.

Por naturaleza, la omega reaccionó ante la inusual voz de mando. Su sumisión salió a flote y se quedó tensa ante los ojos de la alfa.

—Rosé, solo déjala.

—No, ella y los demás tienen que aprender que no pueden arremeter contra ti. —alzó la voz en cuando dijo todo aquello, ganándose la atención de muchos—. Ni burlas, ni empujones, ni nada. ¿Tú me entendiste? —se dirigió a la omega que estaba a unos metros lejos de ella. La pobre como pudo asintió dificultosamente—. ¡¿Quedó claro para todos?! —la exigencia salió con potencia.

El silencio fue sorprendente, Lisa mordió su labio inferior para no sentirse más cohibida de lo que estaba. Si bien Rosé había utilizado su voz de mando, no le afectaba como las primeras veces porque su loba y ella podían sentir que lo hacía en forma de protección.

Nuestra alfa es el mejor

—Rosie, vámonos. —rápidamente la haló de la muñeca. Saliendo con dirección hacia el verdoso campus.

La aludido se dejó llevar por la omega, después de todo lo único que quería era la tranquilidad de ambas.

—¿Qué pasó? ¿Te sientes mal? —fueron algunas de las preguntas que rodearon a Lisa ni bien se alejaron de las tediosas aulas.

La castaña negó con un simple movimiento de cabeza, sintiendo algo cálido y bonito envolverle el corazón cuando la alfa le mostraba su preocupación completa.

—¿Y entonces? ¿Fue alguno de esos estúpidos? —la omega sonrió levemente al ver el ceño fruncido de la mayor—. ¿P-Por qué sonríes? —detuvo su cuestionario al ver los gestos de Lisa.

Estaba confundida.

—No es nada. —murmuró, mordiendo suavemente sus belfos.

—¿Segura? —entrecerró sus ojos, intentando buscar algún atisbo de mentira en la mirada adversa.

—Muy segura —susurró y sin poder evitarlo, se abalanzó; abrazándose al torso de Rosé y recostando su cabeza en el hombro derecho de la alfa—. Me siento muy segura contigo a mi lado.

La de cabello lila se sorprendió ante las palabras y su loba interna aulló con euforia al sentir que estaba cuidando bien de su omega.

—Pero hagamos que esta seguridad se vuelva parte de ti también, Lis —comentó bajito, abrazándose gustosamente a la cintura de la castaña—. Quiero que tú te hagas dueña de una seguridad profunda, una que nadie pueda quitarte con palabras vacías. Eres una omega preciosa y noble, no mereces ser tratada así nunca más. ¿De acuerdo? —susurró, acercando su nariz a la contraria para iniciar una fricción lenta y delicada.

—De acuerdo. —el pacto se vio sellado cuando los voluminosos labios de la mayor se juntaron con los de Lisa en un tacto acompasado y tierno.

Movimientos tallados castamente en un encaje puro y perfecto. Alfa y omega sintiéndose en cada respiración y suspiro, compartiéndose los mismos latidos acelerados, y sumergiéndose en lo maravilloso que era la sensación de haberse encontrado finalmente por obra de la Diosa Luna.

El beso culminó en un adorable chasquido. Las mejillas sonrojadas de Lisa eran muestra de la bruma de emociones que recorrían dentro de ella, y la sonrisa tímida de Rosé demostraba el estado calmada y enamorada en la cual se había quedado permanentemente gracias a su linda omega.

La de pelo lila volvió a acercarlo a ella, reposó su rostro en la curvatura del cuello y hombro de Lisa, e inhaló tranquilamente el dulce aroma a manzanas y caramelo. Se sentía tan cálido y agradable, comprendiendo así que todo lo que conformaba a la omega, era parte esencial de ella.

Pareja destinada, no había frase más detallada para lo bonito que todo se sentía cuando estaba cerca de Lisa, y esa era una de las mayores razones por la cual anhelaban seguir juntas por un largo y extenso camino de vida.

—Rosie... —de pronto la omega recordó algo—. ¿Qué era lo tan importante que ibas a decirme? —unas suaves risitas brotaron del fondo de su garganta cuando sintió como la nariz de la alfa le hacía cosquillas en la sensible piel de su cuello.

Ah, cierto. —se separó mínimamente—. Quería pedirte si podías acompañarme a mi casa este sábado.

—¿A tu casa? ¿Por qué?

—Quiero que conozcas a la persona que me amó desde el primer momento en que nací.

Lisa escuchaba atentamente, aún no sabía qué decir.

—Quiero presentarte oficialmente a mi madre omega.

—Quiero presentarte oficialmente a mi madre omega

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la princesa y la plebeya. | chaelisaWhere stories live. Discover now