36 : visita.

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—Rosé —intentó llamar su atención—. Hey, Rosie —balbuceó bajito, sorprendida al sentir un cálido beso en su cuello—. B-Basta —tiró el lápiz a la mesa e intentó dar media vuelta aún sentada, intentando ver a la alfa—, se supone que estamos aquí para que estudiemos las prácticas de Química.

La de cabello lila sonrió ladina, halándola para que se levantara y la abrazó por la cintura.

—Lo siento pero es que —soltó un hondo suspiro cuando su nariz acarició la poca piel expuesta que yacía debido a la gran polera de la omega—, hueles delicioso, muy dulce.

Lisa abrió sus ojitos con desmesura, poniendo sus manos en el pecho de la alfa mientras los besos recorrían su cuello.

—Rosé. —repitió, su respiración empezó a entre cortarse, el calor en sus mejillas se expandía y le daban un efusivo color a su pálido rostro—. Tu mamá está abajo.

Y bueno, como si fuera por arte de magia. La alfa reprimió un gruñido frustrado y se alejó perezosamente del cuerpo ajeno. Lisa sonrió al ser consciente de los lamentos silenciosos de Rosé, tal cual cachorra queriendo hacer berrinche.

Habían pasado casi dos meses y medio desde que la omega le había hecho aquella propuesta y, a decir verdad, lo estaban llevando demasiado bien.

Claro que a veces la Australiana era extremadamente melosa y demostrativa con Lisa, siempre intentaba llenarla de muchos mimos y ciertos obsequios pequeños, ocasionando una gran sonrisa en la omega. Era algo que conformaba parte de la alfa y ella estaba gustosa de recibir todo su afecto.

—Si vas a interrumpirme, entonces lo mejor será que bajemos a ayudar en algo.

—P-Pero

—Ningún pero valdrá, vamos. —le aclaró, abriendo la puerta y dejando que la alfa saliera primero de la habitación.

—No es justo, tú quieres pasar más tiempo con mi madre que conmigo. —se cruzó de brazos mientras iban caminando por el pasillo. La omega soltó un jadeo entre sorprendida e indignada.

—No puedo creer que seas tan dramática, eso no es verdad.

—¿Me estás diciendo mentirosa?

—¿En serio estás celosa? —replicó, poniéndose delante de Rosé y sonriendo de lado.

—No, por supuesto que no lo estoy. —habló rápidamente, esquivando la mirada de la bonita omega.

—Entonces, sí eres una mentirosa —alzó una de sus delineadas cejas—. Te estás rascando la nuca, siempre haces eso cuando estás mintiendo.

La alfa detuvo el movimiento de su mano, bajándola al instante y entre jugando con sus propios dedos. Una vez más, Lisa la dejaba sin ningún argumento válido.

—A veces eres tan infantil. —sonrió, dejándose abrazar.

—¿Pero así me quieres?

El corazón de la omega podía derretirse ante la actitud tan dulce.

—Sí, boba, así te quiero.

—Estoy mucho mejor, ya podemos irnos. —avisó, separándose levemente y tomando la nívea mano de Lisa para dirigirse a la cocina.

La pareja saludó nuevamente a la omega mayor y mientras Rosé se encargaba de alistar los cubiertos en la mesa de la sala principal, Lisa se ofreció a ayudar en la preparación de la comida.

El ambiente era cálido y cómodo mientras Sandara le contaba ciertas anécdotas de cuando Rosé era una curiosa cachorra haciendo travesuras por doquier. Las risas de la omega más joven resonaban una y otra vez, llamando la atención de la alfa.

la princesa y la plebeya. | chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora