39 : dejar atras.

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Rosé recuerda esa noche en la que conversó con su mamá sobre aquella alfa. No supo realmente cómo fue que llegaron al tema, pero los pensamientos iban tan arraigados a su cabeza que sentía que en cualquier momento iba a explotar. Solo lo dijo, pidió de sus opiniones, escuchó con atención las sinceras palabras de la omega que la concibió y se desconcertó profundamente cuando de sus labios salió aquello:

La perdoné hace mucho tiempo atrás —dijo con voz melancólica—. Lo hice la última vez en que lloré por ella y prometí velar por nuestro futuro, mi vida. Ella se llevó una parte de mí, pero tú te encargaste de hacerme fuerte, de demostrarle a todos que no era necesario una alfa y un lazo para ser felices.

Si su mamá ya dejó el pasado atrás. ¿Por qué ella no podía atreverse hacerlo?

Bastaba con entender que no todo podía ser perfecto, que a pesar de que en un inicio fue muy duro, aprendió a aceptarlo con el transcurso de los días siguientes. No pudo hacer nada por impedir el abandono y tampoco era culpa suya. Y aunque su loba aullaba lastimada ante los recuerdos, no podía seguir guardando rencor a alguien que simplemente ya no pertenecía a su vida. Porque ese rencor ya no podía tener valor cuando actualmente había personas por las que sí valían la pena luchar por tenerlas a su lado. Era un gran cambio de sentimientos, solo quería a los positivos, a los que les impulsaban a seguir adelante y vivir sin sentirse agobiada. Si se encerraba en ese pasado, en ese tormento tan oscuro, estaría atascada en algo que ya pasó y en el que ya no se encontraba algún remedio.

Por lo que ahora se encontraban ahí, con las manos inquietas dentro de sus bolsillos mientras se dirigía al parque en la que fue citada.

—No te pongas tensa. ¿Sí? —animó la omega que estaba enlazada a su brazo—. Estás a nada de poder concluirlo.

Rosé admiró la pequeña sonrisa que se mostró para ella. En cierta parte su corazón estaba en calma por sentir el apoyo de la personita que tanto necesitaba en esos momentos. Sonrió un tanto hipnotizada al recibir un suave beso en los labios.

—No estaré muy lejos de aquí. —le prometió.

Y sinceramente, la alfa se sintió agradecida, porque en esas semanas aturdidas, Lisa y su mamá estuvieron para ella. Incluso cuando decidió encarar a su pasado, la omega se encargó de ayudarla; comunicándose con aquella señora con la tarjeta que recogió aquella tarde en el centro comercial.

La pareja notó que ya estaban muy cerca del punto de encuentro, por lo que se detuvo en frente de la alfa. Rosé soltó un suspiro hondo, tomando las manos de Lisa con amor mientras le daba un ósculo casto pero prolongado.

—Llámame y vendré lo más pronto posible. —le habló bajo, siendo su soporte.

La alfa asintió para tomarla de las mejillas y susurrarle un:

—Te quiero. —con profundo sentimiento.

—Te quiero más. —fue lo último que dijo para separarse de Rosé y dejar que siguiera el camino.

La tarde seguía teniendo un clima ameno y sus pasos continuaron hasta estar un poco lejos de la aglomeración de la gente que disfrutaba de un tranquilo sábado. Se detuvo al reconocer la silueta y no pasó mucho para cuando la mayor percibió el aroma ajeno, pero que a la vez sentía tan propio.

—Rosé... —bisbiseó, conectando su mirada a la que le pertenecía a su hija—. Gracias por venir, yo-...

—No tiene porqué agradecerme.

—Sí la hay, pensé que no te volvería ver. Necesito explicarte lo que pasó.

—¿Explicaciones? A estas alturas de mi vida no creo que sean necesarias. —no pudo controlarlo, el dolor se acumulaba y se veía obligado a desfogarla—. ¿Por qué ahora? ¿Por qué no volvió al día siguiente del que se fue sin darme sus explicaciones? ¿Por qué esperó tanto? Porque yo creo que si ese día no coincidíamos por accidente, usted seguiría con su vida y yo con la mía. No venga a estropear las cosas.

la princesa y la plebeya. | chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora