24 : elogios mutuos.

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Se encontraban ahí, sumidas en su pequeño mundo dentro de la biblioteca, que por muy común que fuera para los demás, era realmente especial para ambas; solo ellas podían entenderlo

Aunque claro, justo aquel día Lisa había tomado un libro en específico y se había centrado mucho en leerlo.

—¿Seguirás ahí? —habló la alfa, haciendo un pequeño puchero de manera inconsciente—. Quiero que me prestes atención~. —se quejó de manera suave, quizás su manera de actuar estaba cambiando dulcemente, pero solo cuando se trataba de la castaña—. Dijiste que solo leerías el pólogro.

—Prólogo. —le corrigió al instante.

—Sí, lo que sea. —soltó un resoplido de aburrimiento.

—Lo siento, Rosie —la omega decidió detener su lectura para mirar atentamente a la de cabello lila—. Pero es que este libro me lo han mencionado mucho y realmente es muy interesante.

—¿Más que yo?

Lisa soltó una suave risita al escucharla. ¿Quién diría que aquella arisca alfa era en realidad alguien muy tierna cuando se lo proponía? Porque sí, la omega había descubierto una nueva faceta en Rosé que era muy blanda cuando se trataba de ella, sinceramente no podía estar más que a gusto y cómoda con eso desde que aceptó a la mayor de una manera más especial.

—Uh... —fingió pensarlo, viendo la leve indignación en el rostro de la alfa. Sonrió de manera corta y cerró el libro—. No. —concluyó—. Tú eres más importante ahora

El corazón de Rosé se sintió cálido a la vez que su loba se movía de un lado al otro, víctima de la felicidad e inquietud.

Su omega era preciosa en todos los aspectos.

—Me alegra saber eso. —comentó con una radiante sonrisa, tomando las manos de la castaña entre las suyas para notar rápidamente las diferencias entre ambas—. Tus manos son muy lindas. —confesó—. Tan grandes y delicadas, estilizadas a comparación de las mías que son ásperas y cortas. —frunció los labios.

Rosé sabía muy bien de la inconformidad que tenía con algunos aspectos propios y de cierta forma se avergonzaba.

—A mí me gustan mucho. —la calmada voz de la omega la sacó de su trance—. Me parece muy tierno que sean de ese tamaño. —ante la respuesta, la Australiana alzó velozmente la mirada, encontrándose con los brillantes orbes de Lisa.

La sonrisa que le dirigió a la mas baja fue más que suficiente para hacerle saber que le habían gustado esas palabras.

Su omega la había elogiado y su corazón se sintió totalmente conmocionado. Las sensaciones eran realmente maravillosas cuando se trataba de su pareja predestinada.

—Gracias. —comentó medio apenada. Entrelazando sutilmente sus dedos con los de Lisa.

Ambas se miraron fijamente por unos instantes como si se tratara de una larga y lenta apreciación visual. Momentos en comodidad recíproca que las envolvía en una calidez inefable.

La alfa suspiró, notando una vez más lo afortunada que era al haber coincidido con su media luna en su presente vida. Los días habían pasado con cierto compás y en cada oportunidad que estaban juntas se iban conociendo un poco más. Y así, Rosé se iba perdiendo más por Lisa.

La mente de la de cabello lila generó un dulce pensamiento que no se esforzó en reprimir, ella iba a ser totalmente sincera en cualquier momento que pudiera, y más cuando se trataba de la omega.

—Me encantan tus mejillas —la castaña la miró algo escéptica—. ¿No te lo he dicho antes, verdad? —soltó una suave risa nasal—. Pero es muy cierto.

—Gracias. —susurró queda y levemente cohibida.

—Yo, uh... Yo. ¿Puedo? —alzó una de sus manos y cuestionó aquello con algo de timidez.

La omega entendió a lo que se refería y sonrió brevemente debido a los nervios y la ternura que la mayor le causaba. Dio un suave apretón a la mano de Rosé y asintió.

La alfa acunó el rostro de Lisa con su mano derecha y con el dedo pulgar empezó a darle sutiles caricias, casi con cierta timidez ante las nuevas percepciones corporales.

—Lo sabía. —murmuró—. Son delicadamente tersas y esponjosas. —presionó con dos de sus dedos la nívea piel, demostrando su suavidad. Y es que la alfa había notado que aquellas mejillas estaban bien proporcionadas en su rostro y la hacían lucir sumamente adorable. Una imagen demasiado dulce y tierna.

La omega sonrió complacida ante el contacto, casi soltando suaves soniditos que parecían a un tipo de ronroneos. Posó una mano encima de la de Rosé y acercó su rostro para seguir recibiendo de aquellos lindos toques.

Por un momento, la alfa perdió su mirada, llevándola directamente hacia los belfos de Lisa que brillaban con un toque rosa natural. Realmente anhelaba poder sentirlos sobre los suyos, era una idea quizás lejana a atreverse a cometer pero que de igual manera conservaba inquietamente muy dentro de sí.

Tal vez muy pronto.

—Y bueno, ahora le estoy prestando atención, alfa aburrida. —bromeó a la par que mostraba una sonrisa amplia, dejando totalmente boba a la de cabello lila que estaba al lado suyo. Y es que ¿Quién podría no reaccionar así? Con esos pequeños colmillos reluciendo mientras sus ojos se convertían en dos pequeñas líneas.

Una sonrisa muy especial.

No, no había forma de que Rosé dejara de observarla con adoración, tanto que hasta ni escuchó el para nada hiriente sobrenombre que le puso la omega.

—Apuesto a que no me escuchaste. —prosiguió Lisa.

—Y estás en lo correcto. —concluyó con diversión. Dando por inicio a una esperada y cómoda conversación para el deleite de su corazón.

A medida que los días pasaban, su conexión y confianza se hacía cada vez más fuerte.

A medida que los días pasaban, su conexión y confianza se hacía cada vez más fuerte

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la princesa y la plebeya. | chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora