17 : toque.

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El sonido de la campana indicó el tan ansiado horario de salida. Lisa, como pudo, dejó el ramo en su carpeta y acomodó todas sus lindas cosas en la mochila.

—¿Y esas flores? —habló un omega, mirándola con irritación.

Poco a poco el salón fue quedando vacío, dejando solo a aquellos dos estudiantes.

—Son tulipanes. —respondió con simpleza—. Se ven lindas. ¿Verdad?

—¿Te las regalaron? —inquirió.

Uh, sí. —sus mejillas volvieron a calentarse ante el recuerdo—. Bueno, yo, yo debo irme. Hasta luego. —hizo una venia respetuosamente ante el joven, pero al apenas dar un paso, la mano de este en su muñeca la detuvo.

—¿Es cierto que te las dio Rosé?

La omega frunció los labios, sintiéndose incrédula.

—¿Por qué lo dices?

—Solo responde maldita sea. —dijo entre dientes. El castaño realmente estaba de un mal humor luego de que le contaran sobre el obsequio que Lisa tenía. No era novedad para alguien que él fuera uno más en la lista de omegas que anhelaban estar con la Australiana.

—¿Para qué quieres saber? —la omega no sabía si decirle la verdad fuera buena idea. ¿Y si la alfa se molestaba?

—¡Porque es ridículo! —exclamó soltándola al fin—. ¡Es realmente estúpido que digan que alguien como Rosé te haya regalado esas flores!

El corazón de la castaña se oprimió. Siempre andaban menospreciándola por cualquier cosa, especialmente por ser de una familia inmigrante. Mordió levemente su labio inferior y trató de ignorar lo feo que aquellas palabras le hacían sentir.

—Si fue ella u otra persona, no debería de importarte. Es mi vida. —contestó tratando de sonar tosca.

—Por supuesto que no me importas, a mí solo me importa Rosé.

—Entonces quéjate con ella, dile tu molestia. No me metas a mí en tus cosas. —reforzó el agarre en aquel pequeño ramo—. Veamos si ella lo toma de buena manera.

El omega abrió la boca sintiéndose ofendido.

—¿Te estás burlando de mí?

—No quiero discutir por cosas absurdas. Adiós. —terminó tajantemente.

—¡Hey no, esto no se acaba así! —el castaño intentó destrozar los tulipanes de Lisa, pero la omega fue más rápida y corrió con alta agilidad hasta salir del salón.

Ya no importaba nada, sus ojitos inevitablemente se llenaron de lágrimas y deseaba con todas sus fuerzas el poder estar ya en casa, el poder llegar a su cálida familia que no trataba mal a nadie.

Rosé quien se encontraba recostada en el borde del gran portón principal, se alarmó notoriamente al ver a la omega alejándose cada vez más.

Sacó las manos de los bolsillos de su pantalón y fue detrás de ella.

—¡Lisa!

La mencionada reconoció su voz, obedeciendo al recordar que había quedado encontrarse a la hora de salida.

—No, no. —murmuró quedamente, no quería que la viera con los ojos rojizos y acuosos, con aquel aspecto que llevaba encima cada vez que se sentía rechazada.

—¿Qué pasó? —la alfa al fin logró alcanzarla, sus ojos se abrieron con desmesura al observar el rostro de Lisa—. ¿Por qué estás así? ¿Pasa algo malo?

—No, yo... Uh, yo lo lamento pero tengo que irme. —miró el ramo con absoluto cariño, pero ya tenía suficientes inseguridades como para tener que soportar a que los demás lo recalquen—. Y ten, creo que no era necesario. —extendió las flores hacia el pecho de la alfa, quien por inercia tuvo que tomarlas para que no cayeran.

—¿Qué? Pero ¿De qué hablas? —estaba confundido.

—No quiero problemas.

—¿Soy un problema para ti?

—No, tú... —resopló bajito—. No lo entenderías.

—Si no me lo dices pues obviamente no podré entenderte. —la miró con fijeza—. Vamos dímelo, tu aceptaste ser mi amiga, es normal que me lo cuentes.

—Tú sabes que todos las y los omega van detrás de ti. —confesó con leve molestia—. Están malentendiendo porque ya hasta se enteraron que me regalaste estos tulipanes.

—¿Y? ¿Qué tienen que ver ellos aquí? —alzó una ceja—. Espera. ¿Están fastidiándote?

La omega mordió su labio inferior prefiriendo callar, total, ya había dicho lo que la de cabello lila quería escuchar.

—Maldita sea. —gruñó por lo bajo—. ¿Es que no tienen una vida?

—No lo sé. Pero no te preocupes, es mi culpa, aún no me acostumbro del todo a que me digan malos comentarios. Tú no has sido la única razón por la que he soportado muchas burlas.

—Ellos no tienen ningún derecho a faltarte el respeto, Lisa. —evitó enojarse—. No tienen porqué hacerlo.

—Ya me voy. —avisó de manera tímida, no quería escuchar más del tema—. Hasta luego.

—Déjame acompañarte. —respondió velozmente—. Al menos así podremos conversar más.

—Me encantaría, pero no quiero fastidiarte.

—No lo haces de ninguna forma. —tomó la mano de la omega, sintiéndola suave y tibia.

Ambas se sometieron ante la suave corriente eléctrica que pasó por sus cuerpos.

La loba de Rosé se regocijó ante el toque, era sumamente magnífico sentir a su predestinada.

—Vamos.

Lisa volvió a sentir otra vez aquellos fuertes golpeteos de su corazón contra su pecho. Era fuerte e inexplicable. Miró ambas manos que estaba juntas y su loba terminó por saltar con emoción. El tacto se sentía agradable y seguro, sensaciones nuevas la envolvían.

—Vamos. —terminó por aceptar, una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

La alfa sonrió complacida, estaba comenzando a gustarle aquel bello sonrojo natural que la castaña llevaba.

La alfa sonrió complacida, estaba comenzando a gustarle aquel bello sonrojo natural que la castaña llevaba

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la princesa y la plebeya. | chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora