37 : reencuentro.

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—Listo, ya podemos irnos. —avisó Rosé ni bien salió de la cafetería en donde trabajaba.

La omega le sonrió leve, no resistiendo las ganas de abrazarse a su cuello y dejarle un efímero beso ahí, beso que fue prolongado un poco más cuando las manos de la de cabello lila se adhirieron a su cintura.

—Te extrañé. —murmuró con diversión, porque apenas había pasado una noche desde que se despidieron.

Uh, lamento eso, se lo recompensaré. —ambas soltaron risitas cortas, separándose para que así pudieran seguir el camino con las manos entrelazadas.

La tarde era cálida, en pleno sábado, la joven pareja decidió dar un pequeño paseo por el centro comercial en busca de algún regalo para Somi por su cumpleaños. Ambas iban conversando con total fluidez y atención.

—Papá ya está de vacaciones, por lo que quizás tenga algunos fines de semana ocupados, tiempo de familia. —canturreó la última frase.

—Recuerdo que ella dijo que yo también soy parte de la familia, no dudaré en ir a visitar a mis suegros y —comentó decidida, besando la mejilla de Lisa—, a mi linda omega.

La castaña intentó no ruborizarse, tratando de ocultar la gran felicidad que en esos momentos estaba sintiendo, o bueno, desde que conoció a su pareja destinada y sobre todo, la relación que con su familia estaba yendo de maravilla. Se sentía en paz.

Caminaron de un lado al otro, visitando varias tiendas de cómics, mangas y vídeojuegos. Rosé trataba de recordar todas las veces en las que escuchaba a su mejor amiga hablar de las nuevas entregas que deseaba tener. De todos modos, una de ellas tenía que ser.

—Yo sé que por aquí debe haber algo al gusto de Somie. —comentó Lisa, halando a la alfa mientras seguía avanzando.

—Creo que estoy viendo algo, pero primero, detengámonos un rato —suplicó la mayor—. Necesito comer algo y tú también debes de tener hambre, Lis. El batido que tomaste no fue suficiente, vamos por las brochetas, esas que tanto te gustan.

—Pero-... —fue interrumpida por los labios de la alfa en un corto beso.

—Di que sí, por favor. —le rogó tratando de lucir más tierna, dejando otro beso en la pequeña nariz de botón.

—De acuerdo, será solo porque amo las brochetas. —fingió sonar indiferente, sonriendo bobamente cuando fue abrazada por la más alta de ambas.

Cuando llegaron al extenso patio de comidas, Lisa decidió quedarse en una de las mesas a esperarla. Rosé no tuvo problema con ello, por lo que feliz, avanzó a la fila de pedidos para traer las cosas que su omega quería.

No había tanta gente acumulándose, por lo cual el estrés no estaba siendo parte de ella. Justamente cuando estaba por recibir su fuente, luego de casi quince minutos, sintió algo tropezar y chocar contra su pierna derecha. Pausadamente bajó la mirada con desconcierto, topándose con la mirada curiosa de un pequeño. Iba a dirigirle la palabra, hasta que un aroma que creyó totalmente desconocido para ella llegó a sus fosas nasales.

Su loba movió la cola ansiosa, reconociéndolo.

El fuerte olor a canela se hizo presente, aturdiéndola ante la nueva y no tan desconocida presencia.

No puede ser cierto.

Pero por más que quisiera que fuera una estúpida jugada por parte de su mente, al elevar su vista, pudo comprobar que todo era malditamente real.

—¿R-Roseanne?

La áspera voz coló muy profundo, no solo en sus oídos, sino también en su corazón. Aquel que fue lastimado a tan corta de edad.

Sus manos temblaron levemente ante el remolino de sentimientos encontrados. Sus ojos se aguaron sin poder evitarlo, la estaba viendo. Estaba ahí, frente a ella.

Su madre se encontraba a unos metros cerca, tan cerca que a la vez la sentía demasiado lejana, como una señora completamente desconocida. Alguien que nunca formó parte de sus etapas más importantes, porque aquella alfa no estuvo cuando más la necesitó. Cuando todavía quería de su amor y calidez.

Sorbió su nariz furiosamente, intentando no quebrarse. No había nada qué hacer.

—¡Mami! —fue el único chillido que dijo el pequeño, totalmente ajeno a lo que acontecía a su alrededor.

Rosé se sintió perdida de manera descomunal. Aquella mujer había rehecho su vida y nunca acudió a ella.

—Dios, no sé qué decir. Cachorra...

—Es mejor que no diga algo en absoluto. —le interrumpió, corriendo muy lejos, lo más rápido que sus piernas se lo permitieron.

Lisa tenía un mal presentimiento, por lo que al ver a Rosé huyendo del lugar le respondió a toda esa sensación negativa que la apoderaba. Fue tras ella sin dudarlo, tomándola suavemente del brazo para que se detuviera. Ambas salieron del patio de comidas, pero aún seguían en el centro comercial, lo que mantenía a la joven alfa intranquila a más no poder.

—¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien?

Las preguntas fueron como un ataque que no estaba dispuesta a enfrentar. Se sentía totalmente sofocada y débil por la situación. Lo único que pudo hacer es agitar la cabeza en negación, aturdida pero siendo sincera. Estar bien era lo último que podía describirla justo ahora.

—Rosé, tenemos que hablar.

La tercera voz puso a Lisa en alerta, dando la vuelta para encarar a quien fuera que sea aquella alfa.

—No necesito nada que tenga que ver con usted, señora.

—Por favor, no me llames así. S-Solo escúchame —casi rogó—. Sé que cometí un gran error pero...

—Pero ya no lo puedes reparar, quedó en el pasado, con lo que nunca hiciste por mí.

La omega intentó analizar las palabras, las cosas estaban concordando a la perfección. No podía creer que estaba viendo a la "madre" de su alfa. A la mujer que prácticamente la abandonó sin retorno.

—Sé que ahora no es un el momento indicado, debes calmarte. Tengo que darte mis explicaciones, por favor —habló con rapidez, como si temiera que la menor volviera a huir muy lejos de ella—. Mira. Y-Yo tengo mi número aquí, el día que quieras, cuando quieras y en la forma que quieras; puedes llamarme.

Intentó acercarse, con la tarjeta que anteriormente  sacó de su cartera para dársela a su hija. Mas no esperó que esta diera dos largos pasos hacia atrás, como si le repugnara el toque ajeno, haciendo doler el corazón de la alfa mayor.

—Ya le dije que no tengo nada que ver con usted. Déjeme en paz.

Bajo la mirada de Lisa y la señora Park, ella volvió a correr. Esta vez procurando estar muy lejos de su progenitora. No la quería volver a ver, solo deseaba que esas sensaciones de amargura desaparecieran. No quería odiarla porque la hacía sentir mal guardar algo tan dañino como aquello, no obstante, tampoco podía mirarla de frente como si en el pasado nada de eso no hubiera sido doloroso.

La omega no quiso decir palabra alguna luego del fortuito escape de Rosé, no le incumbía aun cuando vio la tristeza sumida en el rostro de la mayor. Lo único que tenía y quería hacer era ir tras su alfa, intentar calmarla entre sus brazos.

 Lo único que tenía y quería hacer era ir tras su alfa, intentar calmarla entre sus brazos

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la princesa y la plebeya. | chaelisaWhere stories live. Discover now