1O : mamá.

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Rosé apresuró el paso para salir lo antes posible de aquella universidad. No había vuelto a hablar con Somi ese día y tampoco era como si quisiera ver a la omega junto a la alfa bajita.

Ah, ver a ellas tan juntas era la peor parte para la de cabello lila.

Había sido un mal día para ella, como casi siempre, y pues saber aquello, no la hacía sentir para nada mejor.

Tomó el autobús en su ya tan conocido paradero y se sentó en los asientos de al fondo, esperando todo el largo transcurso que le quedaba hasta poder llegar a casa.

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Metió la llave y quitó el seguro de la puerta, abrió con lentitud y sintió más calma al estar en la calidez de su hogar. Dejó la mochila en el sofá y vio el reloj en la pared. Tan solo faltaba media hora para que su mamá regresara del trabajo.

Se dirigió a la cocina y lavándose las manos, decidió preparar el arroz para el almuerzo. Se esmeró en hacerlo bien y luego de aquel tiempo transcurrido, sonrió levemente al escuchar que la puerta principal era nuevamente abierta.

Los pasos fueron más sonoros y aquel aroma que tanto adora se hizo más fuerte.

—Hola, cariño. —habló su madre, con una deslumbrante sonrisa que iluminaba toda la soledad de la casa.

—Mamá. —susurró, corriendo para después abrazarlz con mucha fuerza.

Nadie podía saber cuán grande e inmenso era el amor que tenía por su madre omega. Nadie quien no fuera ella, sabían de la adoración pura y el gran respeto que tenía por su mamá Sandara.

Absolutamente nadie sabía de la admiración que albergaba Rosé al saber lo duro y arduo que trabajaba su madre para poder sacarla adelante desde que era una pequeña cachorra.

Oh, mi pequeña. —comentó Sandara con dulzura, su instinto de omega maternal salía más a la luz y correspondió el abrazo de inmediato.

Rosé ocultó su nariz en el cuello de la omega mayor, necesitada de la calidez y el aroma de su madre. Había tenido un día desastroso y tan solo a veces anhelaba ser una cachorra otra vez para que la omega volviera a acurrucarla entre sus brazos.

Pero nadie tenía que saber aquello.

Nadie tenía por qué saber que en realidad poseía un corazón muy frágil, un corazón que sufrió la separación de sus madres y vio la etapa de sufrimiento que su progenitora omega pasó por un buen lapso de tiempo.

—¿Qué pasó, Rosie? —preguntó Sandara, estaba empezando a alarmarse—. ¿Todo bien?

Comenzó a darle suaves caricias en la espalda, tratando de tranquilizarla al sentir que su pequeña cachorra estaba abrumada y triste.

Sandara estaba segura de ello, su loba lo presentía.

—N-No, casi nunca tengo un buen día. —soltó un pequeño sollozo. Se sentía tan desorientada.

—Vamos, Rosé, puedes confiar en mamá. ¿Qué es lo que te está abrumando? —la omega tomó los brazos de su hija para separarla de ella. Acunó aquel suave rostro entre sus manos y le dio un casto beso en la frente, tratando de calmarla aunque sea un poco.

La de cabello lila suspiró gustosa ante la muestra de cariño y se esforzó para poder hablar con coherencia.

—Hace unos días conocí a una omega. —susurró—. Mamá, yo no quiero sentirme así.

—¿Una omega? —Sandara evitó a toda costa emocionarse tal cual su loba hizo dentro de ella. Y es que para la omega mayor era más que sabido que su hija era un tanto áspera y fría con los demás.

Pero ahora, el tema de conversación la estaba poniendo ansiosa. ¿Sería posible darse la ilusión de que su pequeña pudiera darse una oportunidad?

—Bueno, este es un tema muy importante. ¿Si? —la joven alfa asintió levemente—. Así que por hoy déjame preparar el almuerzo y tú descansa al menos un rato.

—Pero... —fue interrumpida.

—Nada de peros. Descansa y trata de ordenar tus pensamientos un poco. Almorzamos algo ligero y después hablamos con toda la calma del mundo. ¿Está bien? —sugirió con suavidad.

Rosé relamió sus labios y decidió asentir nuevamente. Sandara le dio un corto abrazo y después de acariciar suavemente su mejilla, le dejó que se recostara en el sofá.

La omega trató de cocinar lo más rápido posible, y es que anhelaba poder escuchar todo lo que su hija tenía que decirle.

Además que ella también tenía que darle una noticia y, realmente no sabía si a Rosé le agradaría del todo.

Además que ella también tenía que darle una noticia y, realmente no sabía si a Rosé le agradaría del todo

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la princesa y la plebeya. | chaelisaWhere stories live. Discover now