22 : biblioteca.

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Rosé se moría de aburrimiento, tenía el rostro recostado en la mesa y con un libro grande trataba de cubrirse para que nadie se atreviera a molestarla.

Ese era un día más de todos los que vivía cuando tocaba la hora del receso; en las que estaba prácticamente obligada a esconderse si es que quería un poco de tranquilidad y, aunque muchas veces ya lo había hecho, quizás nunca iba a acostumbrarse por completo.

Soltó un casi silencioso resoplido, deseando que las ganas de dormir vinieran a ella o tal vez, lo quiso hasta que un dulce aroma se coló por sus fosas nasales.

Nuestra omega.

Rápidamente y no midiendo su torpeza, levantó su cabeza y tiró por inercia el libro al suelo. Su mirada recorrió todo lo que estaba a su alcance y al no poder verla, soltó un leve gruñido, poniéndose de pie para poder buscarla con mayor éxito.

Sus pasos eran constantes y estando totalmente sumida en la concentración de hallar a su preciosa omega, no se dio cuenta que había chocado con alguien más baja que ella. Estaba claro que iba a protestar, pero en cuando el aroma a manzanas y caramelo fue mucho más fuerte y dulzón supo que se había topado con la persona indicada.

La de cabello lila sintió a su loba removerse feliz cuando los brillantes orbes de Lisa hicieron contacto con los suyos. Una infinita calma la rodeó ahora que estaba cerca de Lisa.

—¡Hola, Rosie! —la emoción de la omega pudo más que todo y sonrió de manera amplia, dejando a la alfa totalmente perdida ante tan bonito y tierno gesto.

La mencionada no pudo contenerse y abrazó fuertemente a Lisa, dejándola con el pequeño libro pegado entre ambos cuerpos.

Uh, ¿Pasó algo? —cuestionó algo confundida.

—No, no es nada —soltó un suspiro de relajo, colocando su nariz para olfatear suavemente el cuello de la omega—. Es solo que te extrañaba mucho, mucho. —susurró sin pena, quería hacerle saber cuán importante era su presencia para ella.

La castaña soltó risitas a la vez que sus mejillas empezaban a ruborizarse.

—Pero Rosie, solo fue un fin de semana como lo común.

—Pero lo odio mucho ahora que te conocí. —contestó rápidamente, sin ser consciente del fuerte latir que causaba en el corazón de Lisa.

Un silencio cómodo se instaló nuevamente, para luego ser la alfa quien se separara de la castaña. Fue respondida por una pequeña sonrisa y al darse cuenta de sus actos, rascó su nuca sintiéndose algo nerviosa.

Claro, Rosé siempre tenía ese instinto de ser impulsiva antes de pensar sobre sus acciones.

—Entonces... ¿Me extrañaste? —preguntó Lisa y claro que sabía sobre ello. Las actitudes de la alfa no siempre iban a ser negativas, ya que aquel abrazo y sus palabras la reconfortaron de una manera muy linda y especial.

La mas alta metió las manos en los bolsillos de su pantalón mientras que su mirada cambiaba a una vacilante y medio apenada.

—Sí y demasiado.

—¡Roseanne! —exclamó, ahora siendo ella quien se avergonzó.

—Tú me lo preguntaste. —se encogió de hombros luciendo inocente, pero adorando el cómo se veía la omega con las mejillas sonrosadas; ya no podía negarlo.

Lisa soltó un pequeño gruñido que a los oídos de Rosé parecía sumamente adorable y, bajo la fija mirada que esta le daba, a la castaña no le quedó de otra que cubrir su rostro con el libro que tenía entre las manos.

—Ya, no hagas eso. —se quejó.

—¿Por qué? ¿Te pongo nerviosa? —comentó, con una gran sonrisa marcada en su rostro.

—No, n-no es cierto. —murmuró suave.

Oh, yo creo que sí. —se atrevió a jugar, acercándose a Lisa para tomar el libro.

—Yo digo que no.

—Y yo que sí. —el buen ánimo nunca se fue, forcejeando dulcemente con Lisa y sacándole cortas sonrisas en el proceso.

—Rosie. —protestó, pero sin ápice de molestia, se estaba divirtiendo y de eso no había dudas.

A ninguna le importó llamar la atención, y es que a decir verdad no había nadie más alrededor para su gran suerte, incluso la bibliotecaria se encontraba profundamente dormida.

El juego pareció terminar cuando Rosé logró sostener a la más baja de la cintura. Ambas sonrojadas y con una mezcla de sus aromas que remarcaba lo bien que quedaban cuando estaban juntas.

—Eres demasiado preciosa. —y otra vez se sinceró, besando fugazmente la naricita de Lisa.

El toque era tan cálido y agradable que no quería soltarse del agarre impuesto por Rosé; y tampoco podía evitar hacerse grandes ilusiones cuando la alfa se comportaba de manera tan bonita con ella.

¿Eso hacen las amigas?, pensaba muchas veces sin encontrar respuesta que no sea que la que su loba le daba.

Ella es nuestra alfa, Lisa.

Pero claro que la castaña no podía creerlo, se aseguraba totalmente que su loba estaba igual de ilusionada que ella.

—Me encanta este lugar solo para las dos —la voz de Rosé la regresó a la realidad—. ¿No es así? —besó castamente su mejilla—. Sin nadie que pueda molestarte.

La omega asintió, no habría nada mejor que la comodidad de poder estar con la de cabello lila sin ser observado de mala manera por alguien más.

Y tal vez, la biblioteca se estaría por convertir en el lugar especial de ambas.

Y tal vez, la biblioteca se estaría por convertir en el lugar especial de ambas

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la princesa y la plebeya. | chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora