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—¿Cuánto tiempo vas a recibir radiación?

Kourt se encogió de hombros.

Era la primera vez que había dormido bien en años, sin despertarse a mitad de la noche ni quedarse sin aliento. También era la primera vez que despertaba sin camiseta al lado de una chica que traía puesta su sudadera, y sin embargo, ahí estaban, en una enorme cama de hotel que parecía haberse encogido, a las siete de la mañana, sin apenas rayos de luz filtrándose entre las persianas porque el cielo continuaba nublado.

—La primera ronda acaba en febrero —musitó— y lo odio. La medicina empeora mi asma, y todo el tiempo tengo náuseas, y...

—¿No podemos volver a la transfusiones?

—Las necesitaría con más frecuencia y no es sano para ti.

—No me importa.

—El hospital no lo permitiría. Ni yo tampoco.

—¿Puedo acompañarte a la radiación?

Kourt lo pensó unos minutos. Tenía miedo y, aunque tratara de convencerse de que no había nada de malo en admitirlo, era incapaz de decirlo en voz alta.

Recostado contra la almohada, igual que ella, con la sábana cubriéndole hasta la mitad del pecho, la miró.

—No quiero interferir con tus estudios —murmuró, y ella negó sin inmutarse.

—Puedo estudiar mientras lo hacen. Incluso puedo repasar contigo —le aseguró—. Es mi último semestre, Kourt. Voy a esforzarme más que nunca.

De costado, acariciaba las venas translúcidas de uno de los brazos de Kourt.

Ya no tenía miedo de tocarle por si la juzgaba. De hecho, la noche anterior había tenido el valor de besarlo otra vez, aunque con tal brusquedad que lo empujó contra la pared. Y justo cuando Kourt agarró el borde de su jersey rosa, la luz se fue.

Ni siquiera se dieron cuenta. Quizá porque no sospecharon que ocurriese, o porque rara vez ocurría, pero él creyó que Lillian lo había hecho a propósito; ella pensó que él había presionado el interruptor por accidente.

Kourt fue el primero en romper el beso para recuperar el aire.

—Te vas a enfriar si te quedas con esa ropa.

—Quítamela.

Se puso de puntillas para volverlo a besar, enredados los dedos en su cabello rubio, y sintió las manos de él agarrarse con más fuerza a su cintura.

—¿En serio?

Y Lillian se apartó.

—Bueno, en realidad, me da miedo que veas mi cuerpo.

Kourt frunció el ceño.

—¿Por qué?

—Por si te decepcionas.

Y él hizo una mueca.

—Me preocupa más a mí decepcionarte —murmuró.

Insegura, Lillian se humedeció los labios. Observó su boca entreabierta, porque le costaba respirar; y él, sus mejillas sonrojadas. La sujetaba con firmeza para no tambalearse, pues sentía su débil corazón vibrar en su pecho, por fin por otra razón que no fuera ansiedad.

Con cuidado, ella acarició su rostro, hasta llegar a su barbilla, y bajó las manos a sus hombros.

—Lo dudo.

—Me gustas más que antes, Lilly. Me gustan un millón de cosas de ti. —Otra vez la atrajo contra sí y juntó sus bocas—. ¿Quieres mi sudadera?

Y ella, tirando de la cinturilla de sus jeans para chocar sus caderas, le devolvió el beso.

Hasta el último de tus latidosWhere stories live. Discover now