EL CRIMEN PERFECTO

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Janu escuchó mis súplicas y se encargó de tramitar un falso permiso para visitar a una tía inexistente. Un garabato en lugar de la firma de mi hermana Lota, bastó para convencerlos.

Yo por mi parte, conseguí una nominación al Oscar por mi actuación como una mujer enajenada y tranquila.

Para dejarme salir, me dieron mi medicina, y me obligaron a mostrar mi boca vacía. Estoy aterrada, tragué la pastilla, tengo que salir de aquí.

Mi cómplice conduce tensamente tranquilo y saluda amable al guardia, al tiempo que pasamos el último control. Una vez que lo perdemos de vista grito:—Acelera Janu! —después de unos minutos le exijo que se orille a un lado de la carretera.

Tomo casi un litro de agua y me obligo a vomitar, estoy descontrolada, no quiero perder la oportunidad de buscarlo. Esa droga hace que me pierda, que lo olvide, adormece mis ganas de volverlo a ver.

Janu se acerca: —Basta Selá, me asustas. Deja de hacerte daño!
Lo miro empapada en agua, saliva y lágrimas.
—Prométeme que no te darás por vencido.
Se toma la cabeza preocupado por haberse aferrado a una esperanza invisible, sin embargo; no va a fallarme.
—Te lo prometo. —Me da su pañuelo para limpiarme—. A dónde quieres ir, Selá?

—Vamos al lugar del centro, junto al Café Baqué.
—Esa no es una tienda esotérica? —dice frunciendo el ceño.
—Confía en mí Janu. Por favor confía en mí.

Cuestión de pielWhere stories live. Discover now