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Déjame amarte como realmente deseo.

—Spencer Tae-moo.

SPENCER:

   Estoy tan enojado que podría explotar.

   Sin embargo, mi puerta es abierta de par en par, estrellándose con la pared.

   Miro hacia la entrada para ver quién es el osado que ha abierto la puerta de esa brusca manera, por lo que me quedo estático al ver quién es.

   Maldito.

   —Si me vas a matar, comienza... —dice él esposo de Emma con una sonrisa que me enferma—. Inténtalo, quiero ver que sucede.

   Esas malditas palabras me activan.

   Es como si me transformarán en el hombre que siempre trato de esconder cuando le hacen daño a alguien a quien realmente le tengo aprecio y cariño.

   Pero esta vez, seré pasivo para enfrentarme a él. No  perderé el control ahora, lo perderé cuando ponga mis manos sobre él.

    —¿Compraste el ataúd siquiera? ¿Tal vez las flores? —le pregunto claramente queriendo molestarlo, pero él se queda pasible.

   Me empiezo a desabrochar el traje, quitándomelo despacio, quedándome solo con mi camisa blanca. Como tengo corbata, lentamente la empujo hacia delante hasta que ya me la he quitado del cuello.

   Y sin pensarlo me abalanzo encima de él. Ambos caemos en el suelo y antes de que él intente golpearme agarro su cabeza por los dos lados y la estrello contra el suelo de mármol. Lo hago no una, ni dos veces, sino tres.

   Le dije.

   Le advertí.

   Informe claramente que si le colocaba la mano, no iba a detenerme.

   Él, como puede, golpea mis costillas muchas veces, intentando debilitarme, pero no lo logra. Él me empuja hacia la mesa y me golpeo la espalda, mientras el se levanta del suelo para encestar un golpe en mi cuerpo, no obstante, me muevo rápidamente antes de que lo haga.

   —¡No, no le hagas daño, Sebastián! —grita Emma subiéndose en su espalda y ahorcandolo como puede.

   Él de pronto la agarra del cabello, la baja de su espalda y la tira al suelo.

   En ese instante me levanto del suelo y coloco mis puños a su vista. Con mis manos abiertas, le hago señas de que avance.

   Él con ira viene hacia mi, dirigiéndose a golpear mi estómago, entonces como una vez me enseñaron, cuando me embiste el estómago con su cabeza y hombro, causándome un fuerte dolor, agarro sus dos brazos, los extiendo hacia arriba y dejándome caer en el suelo con las piernas abiertas, su cabeza cae en el medio de mi entrepierna, golpeándose fuertemente la cabeza con el suelo.

   Respiro profundo, mientras todavía sostengo sus brazos hacia arriba.

   Me quedo estático por unos segundos, analizando que él no se está moviendo y que me duele el trasero por la caída.

    —Sebastián... —menciona Emma acercándose a mí, agachandose para revisar que él esté bien.

    Mis ojos no se despegan de ella y de su acción. Está preocupada por el hombre que la golpea de la manera más vil posible cada vez que le da la voluntad.

  ¿Cómo es posible que ella se preocupe por él? No lo veo correcto ni racional.

    Con toda mi fuerza giro el cuerpo de Sebastián para observar que está botando sangre de su frente.

MI DULCE REGALOWhere stories live. Discover now