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Y sí, entiendo que quieras hablar, que aveces necesitas saber de mi, pero no sé si quiera saber de tí, vivir así, pensando en ti. Suelta mi mano ya por favor, entiende que me tengo que ir, si ya no sientes más este amor, no tengo nada más que decir. Suelta mi mano ya por favor, te entiendo pero entiéndeme a mi, cada palabra aumenta el dolor y una lágrima quiere salir...

—Suelta mi mano (Canción de Sin Bandera).

EMMA:

   Spencer.

   Spencer se ha dejado caer en el frente de su cama recostado de ella, agarrando su cabeza con sus manos.

   No puedo estar aquí ni un segundo más, es por su bien que hago esto. Es por su bien que me alejo. No quiero lastimarlo más de lo que ya lo hago.

   Dejo de mirarlo para poner la vista en Elizabeth quien me está mirando con una expresión de desprecio.

    —¿Qué esperas? ¿Qué te muestre la salida? —me pregunta ella colocando sus manos en su cintura—. Sal de aquí ahora mismo, no quiero verte jamás cerca de mi papá. Él no merece esto... —dice pasando por mi lado para ir con su papá.

   Salgo de la habitación y estando en el pasillo, me giro por última vez para ver como Elizabeth abraza a su papá mientras él coloca su cabeza en el hombro de ella.

   De pronto un nudo se coloca en mi garganta haciendo que se me dificulte tragar y respirar. Y sin querer una lágrima sale de mis ojos. Rápidamente seco mi mejilla con mis manos y utilizando toda mi fuerza de voluntad empiezo a caminar hacia afueras de la casa. Paso por la cocina y recojiendo mi bolso, me encamino hacia la puerta, pero entonces cuando la abro me quedó estática.

   Sebastián.

   Maldición.

   Tiene una venda en la cabeza, en la parte de la frente. Al parecer el golpe que le proporcionó Spencer fue muy grave.

    —¿Siendome infiel, esposa mía? —pregunta con voz gruesa entrando a la casa.

   Lentamente echo dos pasos hacia atrás mientras que él ya está dentro de la casa.

    Me va a golpear. Lo sé. Lo siento.

   Y así como lo sentí, así sucede.

    Me agarra del pelo y me echa la cabeza hacia atrás.

    —¿Te lo hizo mejor que yo, maldita perra? —pregunta jalandome la cabeza hacia atrás.

   Duele, maldición, duele.

    —No sé de que hablas... —respondo agarrándole la mano para que no me duela tanto el cuero cabelludo.

    No debí de haber dicho eso.

   Sebastián me da una mirada furiosa, antes de abofetearme la cara con toda la fuerza que tiene.

   Lo único que siento es que caigo al suelo, pero cuando caigo es allí cuando verdaderamente empiezo a sentir el dolor en mi rostro.

   Las lágrimas se deslizan lentamente por mi rostro, mientras mi mano acaricia mi mejilla adolorida.

   Estoy harta de esto.

   Trato de levantarme y es allí cuando me doy cuenta que está lloviendo. La lluvia empieza a estar más fuerte, tanto que el aire empuja particulas de agua a mi cara.

    Bajo mi cabeza para buscar en mis pantalones una servilleta, pero no me da el tiempo a hacerlo porque Sebastián agarra mi cabello nuevamente y empieza a sacarme de la casa arrastrándome por estos.

MI DULCE REGALOWhere stories live. Discover now