🌸Peso en el corazón de un Loto.🌸

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El resto del día había sido largo. Pasamos horas planificando el ataque al ser que había profanado las tierras de Liu Huó. Las discusiones se volvían acaloradas con solo una mirada mínima; era más que evidente la rivalidad entre cada uno de los seres en el gran salón. Y como si fuera poco, solo un par de horas después del comienzo, el canciller Hùe Lián hizo presente a la consorte celestial; nadie sabía el motivo de su aparición. Pero al parecer, ella conocía bastante del tema en cuanto a Feng Xù y estaba a favor de colocarme en el trono a como diera lugar. Realmente no entendía la mitad de lo que hablaban; solo sabía que lucharíamos con un ser capaz de destruir la existencia misma con un solo chasquido. Sin embargo, por alguna razón, hacía muchos años lo habían logrado encerrar en su propia dimensión, arrebatándole gran parte de sus poderes.

Era de noche cuando salimos del gran salón. Los últimos en retirarse fueron el canciller junto con la concubina y, por supuesto, Xiao-Gongzu. Él permaneció en silencio casi todo el tiempo; solo habló cuando fue absolutamente necesario, y cuando lo hizo, realmente aportaba buenas estrategias de batalla, al menos eso supuse al ver el brillo en los ojos de los presentes cuando marcaban algún punto en la gran mesa. La consorte celestial me miraba casualmente, sonriendo y asintiendo cada vez que nuestras miradas se encontraban. No entendía por qué, pero algo dentro de mí sentía un aura familiar rodeándola; era como si hubiera sido parte importante en mi vida, solo que no lograba recordarla del todo. Intenté despistar los pensamientos innecesarios lo mejor que pude, concentrando mi vista en el medio de la gran mesa, donde la maqueta de estrategia se extendía tres metros desde mi ubicación, intentando entender cada una de las posiciones mencionadas por aquellos seres. Pero por más que lo intentaba, era como si hablaran en otro idioma. Era absurdo, totalmente absurdo, cuando yo también había sido entrenado en el arte de la guerra. Me sentía un niño ignorante ante cualquier realidad, y me angustiaba saber que podría llegar a ser solo una carga.

Miré furtivamente a Liu Huó cuando aquel pensamiento pasó una y otra vez por mi cabeza. El hombre a mi lado miraba fijamente la maqueta y movía piezas de un lado a otro, discutiendo con los ancianos y las demás criaturas a su alrededor. Se veía imponente, fuerte y tan serio que causaba escalofríos en mi espalda. Este hombre a mi lado trabajaba tan arduamente solo para asegurar mi bienestar; yo simplemente no podía dejar que todo recayera sobre sus hombros. Cerré los ojos por unos minutos e intenté concentrarme en los recuerdos pasados, aquellos que tenían mil años guardados en mi subconsciente. Las imágenes empezaron a fluir con rapidez en solo unos segundos. Escuchaba mi respiración profunda, los latidos de mi corazón volviéndose un fuerte tamborileo del gong e incluso la fuerte energía que recorría mis venas con tanta rapidez como una gota de lluvia estampando el suelo. Un juego de Go se formó en mi cabeza cuando pude acomodar las piezas de los recuerdos. Abrí los ojos mirando la maqueta y cómo esta misma se colocaba dentro de mí; cada pieza tomaba su lugar. Antes de querer darme cuenta, ya me había deslizado tomando las piezas sin decir nada, las estaba moviendo de un lado a otro, organizándolas tal y como mi mente me ordenaba. No fue hasta que uno de los ancianos aplaudió con fuerza que pude salir del lago de pensamientos en mi cabeza. Miré mis manos y la diminuta torreta en ellas; mis ojos se desviaron a Liu Huó, que me miraba expectante esperando el próximo movimiento. Él me sonrió y volvió su vista a mi mano, preguntando suavemente: —¿Y dónde diría Su Alteza que es el mejor lugar para esa torreta?

Tragué con fuerza ante el nerviosismo, respiré con calma y volví a organizar mi mente para continuar con mi estrategia. Nadie dijo nada, ni una sola palabra, ni un solo movimiento. Todos quedaron expectantes y asintieron escuetamente con sus cabezas cuando acomodaba otra pieza en el tablero, como si jugáramos un largo juego de Go y los expectantes analizaran la jugada minuciosamente, asintiendo y negando ante los resultados. Pero este no era un juego de Go; este era un plan de guerra real y necesitaba ser totalmente minucioso, aunque Liu Huó sonriera diciendo que lo tomara con calma. Para cuando terminé, sentía un peso enorme en mis hombros, y no pude evitar mirar a Liu pensando ¿cuánto peso cargaba él haciendo tanto? Simplemente, no lo pude imaginar; vivir mil años con el único propósito de revivir al ser que amas, pero encargarte de cada una de las almas que habitan en el infierno. De un momento a otro, mi pecho se llenó de admiración y dolor ante su presencia; quería acogerlo en mis brazos y sanar cada miedo, cada herida en su corazón y piel.

Bai Lian HuaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant