🌸Al pie de la guerra. El principio del fin ¾.🌸

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Contar tanta vida en unas pocas palabras, llevo demasiado dolor al corazón de su alteza. Habían pasado algunos minutos desde que termine de contarle todo, sus ojos estaban rojos y acumulaban las lágrimas que se negaba a dejar caer. Me partía el corazón y me consumía la culpa, pero, aun así, lo mire fijamente a los ojos y no flaquee en mis pensamientos. Jamás cambiaría nada de lo que hice a lo largo de estos mil años, mi único arrepentimiento en esta vida es haber ignorado mi propio sentir en mi juventud, y causar tal brecha entre nuestra relación. En cuanto a lo que estuve dispuesto hacer y cuan manchadas de sangre tengo mis manos, jamás me arrepentiré de tales actos. Todo fue para traerle de vuelta, todo fue para que, por una vez en la vida, él pudiese tomar el lugar que correspondía, y no me importa ser la sangre derramada si él puede brillar al final.

Lo miré fijamente cuando parecía por fin haber puesto en orden sus pensamientos, apretó fuertemente sus manos sobre sus túnicas, bajo levemente su cabeza desviando la mirada y, abrió levemente su boca dejando escapar un audible suspiro que alertaba su próxima acción.

Aspire profundamente antes de posar mi mano sobre la de él. Sentí un pequeño sobresalto, pero aun así no rehuyó de mi toque, se negó a mirarme a los ojos ladeando más su cabeza y vi como mordió fuertemente su labio. —Alteza...

Vi como trago bruscamente y dejo escapar un suspiro tembloroso antes de forzar su mirada a mis ojos, una fina lágrima recorrió su mejilla evaporándose antes de llegar a su quijada y, por fin las palabras salieron de su boca con un leve temblor que alertaba su estado. —Él, estuvo en DíYú mil años...

Sabía lo que estaba pensando en este momento, sabía que debía hablar de esto mucho antes, pero jamás pensé que una guerra me arrebataría tanto tiempo y apresuraría de tal forma los sucesos.

Le miré fijamente a los ojos y asentí escuchando como soltaba un jadeo ahogado de que los finos labios. No rehuí a su mirada aun cuando el silencio volvió a envolver el lugar. Fue como si todo el caos del exterior se congelara, no había ni un solo sonido y mi corazón se sentía como una roca hundiéndose en algún río.

Tome su mano y la lleve a mi pecho, no había justificación en mis actos, pero quería que supiera que aun cuando todo parecía ser tan tétrico, jamás hice algo que me cause remordimiento. No cuando el resultado era él. —Podría explicar, pero sé que aun con ello, mis actos no tienen justificación.

Él abrió sus ojos con exclamación, pero luego sus orbes se llenaron de tristeza y una pizca de decepción.

No dijo nada, tampoco retiro su mano de mi pecho, podía sentir cómo está temblaba, pero su mirada se fijó seriamente sobre la mía, dando paso a seguir hablando. —Wu Rong estuvo en DíYú por el mandato del antiguo emperador jade. Wu Rong había pasado más de doscientos años encerrado en la torre Yánluó cuando yo me entere de ello. La torre es un ancla de unión entre los tres reinos, fue impuesta por el primer emperador jade y los seres de la dimensión alterna que controlan el equilibrio.

Su Alteza apretó lentamente su mano en mi pecho, sus lágrimas iban perdiendo fuerza y caían lentamente una tras otra por sus mejillas. Deslice mi otra mano sobre estas y las limpie suavemente con miedo a manchar tal tersa piel. —Quise liberarlo Alteza, por favor, no dude de ello. Pero la guerra atacó en mi puerta, con la fisura entre los reinos y el caos en el equilibrio, no podía causar otra grieta o sería una condena a traerle de vuelta.

Su Alteza cerro los ojos mordiendo su labio y apoyo lentamente su frente en mi pecho mientras con sus manos apretaba mis túnicas. —Fue por mí... fue mi culpa...

Pose mis manos en su cabeza y acaricie lentamente su cabello mientras besaba la parte posterior de esta. Negué levemente y solté un suspiro tembloroso ante el momento. —No su Alteza, nada de esto fue su culpa. Fue mi egoísmo y fueron mis acciones, usted no puede tomar carga de mis actos, solo yo soy el culpable de mis decisiones. Es por esa misma razón que no me disculparé ante usted por estas.

Levantó la mirada, sus mejillas estaban empapadas, y había un leve temblor en su labio inferior. Aun así, sus ojos ya no mostraban aquella decepción, solo había tristeza y confusión. —¿Por qué?

Le dedique un lave sonrisa nostálgica, bese su frente y levante lentamente su mentón. —Porque mi única razón de existencia... eres tú, y aun si me odias por mis actos, me queda el consuelo de que tu corazón late con seguridad. Es mi acto egoísta Alteza, no le pido que comprenda, ni espero que me perdone.

Él negó levemente y cerró los ojos por unos segundos. Pude sentir como su cuerpo se relajó y su respiración se volvió cada vez más estable. Me miro y dedico una leve sonrisa con sus finos labios. —No hay forma de que pueda culparte. Ni tú, ni yo, ni siquiera Fu Ming, solo hay un culpable. No podemos seguir cargando con los daños de nuestros padres. Esta guerra, este caos, lo seguimos cargando y luchando sin descanso, seguimos atribuyéndonos un peso que jamás fue nuestro.

—Alteza...

Él negó levemente. —Jamás te culpes, tu egoísmo y el mío, son solo gritos de auxilio en el mar de tormento que dejaron nuestros padres. Te amo, egoístamente y es por ello que elijo viví sabiendo la verdad, a tu lado.

Sus palabras salieron con calma, una a una entró a mi corazón, y antes de siquiera terminar de procesarlas, sentí sus labios cálidos envolver mi alma.

Mi respiración se cortó con un simple beso, y no pude evitar sonreír ante la compresión de tales palabras. Cuanto daría porque el momento jamás terminase, pero al parecer el destino siempre tiene otros planes.

Los cuernos y los Gongs sonaron al unísono alertando todo el lugar, los gritos y el caos del exterior se hizo presente. Fue tan solo un segundo qué pasó para que la tranquilidad que había al interior de la carpa, se volviera un caos por completo.

Su Alteza me miro a los ojos con temor y decisión, apreté su mano con fuerza antes de salir al llamado, una gran espada apareció en mi mano como una bruma negra de energía resentida. Las filas de soldados ya estaban en orden, listas para salir ante el mandato de los grandes.

Cielo, tierra e infierno, millones de seres reunidos ante una guerra por la supervivencia. Ya no era el poder lo que importaba, si el día de hoy caíamos, todo lo que habíamos conocido, todo se perdería en el abismo.

Todo quedo en silencio cuando su Alteza se paró frente a las tropas, escuché como un leve suspiro salió de sus labios y vi como apretó con fuerza la empuñadura de su espada. Por alguna razón sentí un altivo de orgullo dentro de mi pecho. Una vez dije que él no era digno de ser mi rey, hoy, no creo que haya ser más digno de gobernar el universo.

No pude evitar sonreír ante tal pensamiento, él aclaró su garganta, miro con seriedad el firmamento. Los portales de la matriz dimensional se abrían lentamente frente a nosotros, solo unos minutos más, y habría un mar de sangre como sacrificio por la vida.

Su Alteza llamó la atención de los guerreros frente a él, jamás había visto tanta decisión en una mirada, era como si todo su ser había sido creado para gobernar, estaba tan perdido en sus acciones, que no logre procesar sus palabras con claridad. Pero los acalorados gritos y porras de los guerreros, eran más que suficientes para demostrar su nivel ante cualquier ser que se atreva a criticar su lugar.

Cuando las puertas de la matriz se abrieron por completo, todo quedo en un silencio sepulcral. Al otro lado de la matriz, se podía apreciar miles de seres, como un manto negro que se extendía a lo largo de aquel desconocido lugar. Al segundo siguiente los gongs volvieron a retumbar y una oleada de gritos dieron aviso del comienzo de la guerra. Una guerra que nadie se atrevía a adivinar su final.

Bai Lian HuaWhere stories live. Discover now