🌸Al pie de la guerra, miedo.🌸

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Al llegar a la torre Yánluó, Ming Jian estaba parado rectamente en la puerta del último piso, con una cara sombría mirando fijamente las cadenas que durante milenios se pensó que nadie podría romper. Seis cadenas forjadas en el alma de DíYú estaban totalmente destruidas y lo más insólito es que nadie escuchó o vio nada. Nadie había entrado a la torre; no había rastro, ni olor, ni siquiera una esencia que nos guiara al culpable. Claro que eso no era excusa para evadir la responsabilidad y Ming Jian lo tenía totalmente claro cuando se enteró de los sucesos. Es por ello que su cara tenía una mirada difícil de descifrar. Al verme, Ming Jian dio dos pasos hacia el lado y me permitió la vista panorámica del lugar. Caminé lentamente mirando hasta el más mínimo detalle. Las cadenas estaban destruidas desde el grillete hasta la cuarta parte de la misma, pero los trozos destruidos aún desprendían el veneno típico de las armas forjadas en DíYú; era como si aún estuvieran intactas. Tomé un trozo y vi cómo este se opacó en mi mano pulverizándoselo, y a los segundos y como reacción cadena, todos los trozos surtieron el mismo efecto. Durante toda la existencia de los tres reinos, solo hay un ser hoy en día capaz de hacer algo así, y si aquel ser vino en busca de Wu Rong significa que está en nuestra contra. —¡Quiero a todos los guerreros de DíYú, incluso los más viejos! Necesito a cada ser capaz de luchar, ¡en el palacio, ahora!

Lu Xiao hizo una reverencia y se dio media vuelta dispuesto a partir a efectuar el mandato. Una sombra en la pared dio a entender que ya no se encontraba en la torre. Ming Jian estaba en completo silencio, pero su cabeza seguía erguida con el poco orgullo que quedaba en sus ojos. Fijé mi mirada en los alrededores de la Torre y caminé lentamente hasta una de las paredes. El campo de energía estaba casi intacto, pero una pequeña fisura era la prueba de que él estuvo aquí. —¿Dónde están los guardias de este piso?

La cara de Ming Jian se distorsionó un poco más y bajó su cabeza inclinándose levemente. —Ming Zu está con ellos, interrogándolos en el cuarto rojo.

Me levanté lentamente mirándole; su cara seguía inclinada. Toda su rectitud había cedido ante mí, pero no podía sentir satisfacción en un momento como este. Llevé mis manos a la espalda apretándolas fuertemente; estas temblaban involuntariamente, aun cuando sabía que este no era el momento de dejarme llevar por el nerviosismo. —Contacta a Yang Xi y haz que se comunique con Hùe Lían.

Ming Jian bajó su mirada avergonzada y dio dos pasos hacia mí. Levantó la mirada con cautela. —Tae Min y Xiang Xi ya se están encargando de ello. Cuando llegué aquí, ellos estaban reconociendo el lugar y partieron de inmediato. Tae Min fue quien ordenó a Ming Zu interrogar a los guardias.

Aspiré profundamente tratando de mantener la compostura. Sabía que Ming Jian no tenía la culpa, pero por alguna razón desde hacía mucho tiempo venía tentando su suerte y los presentes sucesos no ayudaban a mantener la calma, solo despertaban unas ganas irrazonables de arrancarle la cabeza. Negué para mis adentros y solo me encaminé al cuarto rojo. No hacía falta que investigaran, sabía que no encontrarían nada, no si fue él quien entró a Yánluó.

Al llegar al cuarto rojo, los gritos de los guardias eran estremecedores para cualquier ser. Ming Zu, el hijo mayor de Ming Jian, era uno de mis soldados más capaces en cuanto a tortura se trataba; incluso dentro de DiYu había ganado el título del Ángel de las Agujas. Abrí la puerta lentamente. Ming Zu tenía a todos los hombres atados de manos, sus pies descalzos casi robaban el piso. Sobre una pequeña mesa había una caja con una tela extendida a su lado, donde se podían apreciar una hilera de finas agujas de diferentes largos. Ming Zu se volteó y se inclinó frente a mi presencia mientras con su mano derecha hizo un movimiento ágil

—Rey Liu, ha venido, he estado tratando de hacerlos hablar, pero aún no he conseguido nada. Si usted me diese un poco más de tiempo, estoy seguro de que podría hacerlos hablar...

Bai Lian HuaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant