La cara de la oscuridad. Cap Especial

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El tiempo se había congelado completamente desde aquel día. Ese gran palacio dentro de la dimensión alterna, no es más que una cárcel ostentosa para un condenado al exilio por su propia gente.

Millones de años habían pasado desde la última vez que el llamado de desesperación llego a mi puerta. Fue Wun Yao, el gran Shangdí colapsando por completo quien abrió la grieta entre el equilibrio de este mundo.

La desesperación de su progenie y los flaqueadles sentimientos llenos de rencor que carcomían el alma del ser que crio como heredero, fueron la soga que salvo mi vida del abismo permanente en que el gran jade había puesto mi vida.

No fue difícil manipular un par de almas quebrantadas, el dolor, las mentiras y el engaño, ya de hace mucho tiempo se habían encargado de debilitar los corazones de aquellos.

Y como si fuera poco, las puertas de la matriz que me mantenía encerrado durante tantos milenios, se abrieron como un grito desesperado en una garganta seca. A pesar de no poder desprender mi alma de tal encierro, aún pude ir lo suficientemente lejos para encontrar justo mi llave de libertad.

Durante mil años estuvo encerrado, mil años siendo torturado y privado de cualquier acto de piedad. Aquel ser creado por mi sangre, la única llave que garantiza mi libertad, luego de tanto tiempo por fin estaba delante de mis ojos.

Con solo tocar su pálida piel, pude sentir los poderes fluir atrás vez de sus venas. Aquellos poderes que durante tantos años se me vieron privados, aquellos con los cuales cada ser de esta existencia se doblegaba ante mis pies.

Y como era de esperar, un alma tan quebrada, una muerte injusta, un ser pisoteado, no quedaba mucho trabajo por hacer. Jamás entendí el concepto de justicia de los cielos. Castigando con tales convicciones, ¿Cómo juzgar un crimen que no ha sido cometido, solo por la mera posibilidad de su existencia? ¿Qué diferencia el asesinar un alma pura por una suposición futurista, de un asesino común?

Pero aquello es el curso natural de la existencia ¿Quién puede juzgar? Seres con el poder de jugar y decretar por vidas ajenas, ¿Qué importa la perdida de una, si se salvan cientos? Aquellas conjeturas que vienen de los mismos que proclaman que todo ser vivo merece vivir con la misma dignidad.

Teniendo aquella alma frente a mí, tan destrozado, tan perdido en la desesperación, pude verme a mí mismo en aquel tiempo, justo antes de que todo el caos se desatara.

Tomar el poder jamás fue mi codicia, tener el control de la existencia es una pesada carga que jamás soñé con llevar. Fue el veneno que durante tanto tiempo se acumuló en mi pecho viendo como aquellos seres mostraban su superioridad al mundo, viendo como cada uno de estos, como una copia jugando con la vida ajena.

No pude soportarlo más, no cuando cada día, cada noche y cada segundo podía escuchar en mi cabeza miles de voces rogando por piedad. Los susurros de los seres pueden llevarte a la más grande locura, yo solo quise que aquellas voces cesaran, para cuando logre recobrar mi cordura, todo el palacio del plano dimensional estaba completamente hundido en un baño de sangre.

Quien habría dicho que la ira y la locura eran el poder más grande oculto en la llave que controla el equilibrio. Si porque durante toda mi vida eso es lo que fui, un simple objeto, un ser capaz de preservar la armonía de cada reino, y ya era hora de que aquello terminará.

Tras el asalto a DíYú. (Wu Rong)

La golpeo mi rostro con fuerza, mis párpados se apretaron por inercia y me senté abruptamente ante la sensación extraña bajo mis palmas. Intente abrir los ojos parpadeando con fuerza para despejar mi mirada, apreté fuertemente mis puños tratando de recordar lo que había pasado.

Intente arduamente ordenar mis pensamientos, pero una suave voz se hizo presente, levante la mirada, aun cuando no lograba distinguir nada, hice mi mayor esfuerzo por quitar la bruma de mis ojos. —Veo que has despertado...

Sentí un sudor frío recorrer mi espalda, aquella voz era suave, pero su efecto era como la una cuchilla afilada en la garganta. Aun así, no sentí miedo, era la ansiedad por verle, la que me consumía con desesperación. Así que intente formar alguna palabra coherente en mi reseca garganta. —¿Q-quien...e-eres?

Un pequeño bufido parecido aúna risa fue soltado de los labios de aquel ser. Las luces se esfumaron dejando apenas una tenue vela encendida para divisar lo que había adelante. Sentí los pasos de aquel hombre acercarse a mí con calma. Mi respiración se estancó cuando mis ojos lo divisaron, pero antes de siquiera poder formular una palabra, poso una de sus frías manos en mi mejilla mirándome fijamente a los ojos. —No te fuerces a hablar, puedes decirme lo que desees con tus pensamientos, lo voy a escuchar atentamente...

Aquel hombre frente a mí de alguna forma se me hacía familiar, aun en lo imposible. Sus finos rasgos eran exquisitos, como una estatua meticulosamente tallada por el más habilidoso escultor. Su cabello era verde como el jade más fino y puro que jamás haya visto, sus ojos eran tan rojos como la sangre pura y su piel tan blanca como la porcelana más fina que haya existido.

Pero lo fascinante, era aquella aura llena de poder que desprendía todo su ser, era como si toda su existencia estuviese envuelta por un poder tan grande que resplandecía fuera de su cuerpo. Fue por ello que no pude evitar preguntar nuevamente. —¿Quién eres?

Él sonrió, agito su mano frente a mí y me miró fijamente a los ojos. —Soy tu verdadero creador, aunque sería injusto ameritarme todo el crédito, ¿por qué mejor no decimos que soy tú y tú eres yo?

A pesar de que no lo graba entender absolutamente nada, sus palabras habían traído una grata calma a mi ser, luego de unos segundo asomando mis ideas y mirando mi entorno, no pude evitar sobresaltarme. —¡Soy libre! ¿Los grilletes se fueron?

Pregunté para mí mismo dándome cuenta lentamente de la nueva realidad, era como si mi mente procesara todo de una forma demasiado lenta.

Sentí nuevamente aquella fría mano posarse en mi hombro y miré sorprendido a aquel hombre. —No pienses ahora, descansa, luego responderé todas tus preguntas, ahora solo necesito que recuperes tu cordura, una guerra se aproxima...

No pude más que pestañear ante sus palabras, estaba completamente perdido, habían sido años de tormento, pero por alguna razón mi alma se sentía en paz frente a aquel ser. Sin importarme el gran tormento que había vivido durante tantas décadas, simplemente asentí, porque el simple hecho de estar frente a él se sentía completamente natural. —Duerme, pequeña ave rota...

Sentí como mis párpados empezaron a pesar, lentamente se cerraron y la oscuridad inundo por completo todo a mi alrededor. Escuche un suave susurro que no logre descifrar, las pisadas claras en la cerámica de la habitación haciendo eco de alguien que se retiraba y lentamente termine de caer en un profundo y apacible sueño.

Al despertar él estaba frente a mí, me explico lenta y detalladamente los sucesos, mi vida y el motivo de mi existencia. Por segunda vez en mi vida sentía mi alma desmoronarse. Pero aquel ser ante mí, sonrió de una forma difícil de descifrar, envolvió sus brazos en mi cuerpo y acaricio mi espalda consolándome como si fuera un pequeño niño herido. —Deja todo atrás, pequeña ave rota. Déjate y toma mi mano, juntos podrás vengarte de todos aquellos que condenaron tu vida a la desgracia. Toma mi mano y te daré todo lo que deseas, daré alivio a tu alma y las almas de todos los que en vida has amado...

Sabía cuándo falsas eran la mayoría de aquellas palabras, sabía el sentido de la batalla, pero por alguna razón, este ser era quien calmaba el dolor, solo él había detenido las voces, aquellas que escarbaban en mi mente como un martillo. Es por ello que no importo mucho aquellas promesas, estaba bien si nunca más tenía que volver a ese asqueroso lugar, con esa interminable tortura que me había atormentado durante mil años.

La guerra había comenzado y yo, sin importar el resultado, ya había elegido un lado, solo espero que esta vez, no se demoren tanto en escuchar mi ruego de piedad cuando esto termine mal...

***

Escena retratada

Escena retratada

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Bai Lian HuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora