"Divino deseo"

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Cassian

Sus manos me apretaban el cuello mientras intentaba defenderme, alejarlo de mí. Pero no podía. Estaba inmovilizado en el suelo, sintiéndome débil y diminuto ante mi padre, quien cada día me obligaba a revivir el mismo infierno. Intenté escapar muchas veces. Siempre terminaba en sus manos. Abrí los ojos de golpe. Otra pesadilla. Una de tantas. Algunas noches eran más llevaderas. Otras, como esta, traían de vuelta los recuerdos que todavía quemaban en mi memoria.

Mi mirada fue a la mujer que descansaba sobre mi pecho. Alargué la mano, acariciando su largo cabello negro, apartando un par de mechones de su rostro. Desde la primera noche en que fue mía, no he dormido sin ella. Nunca antes había compartido la cama con nadie. Pero ella... ella es la excepción. La voz de mi padre se clava otra vez: "Nadie te amará. Maldito asesino." No quiero que eso se cumpla. Ella puede amarme. Ella no me dejará. No va a abandonarme.

Es mi pequeño ángel al que le he arrancado las alas. Y ahora vive en mi infierno. No pienso dejarla salir.

La acomodé con cuidado sobre la almohada y dejé un beso lento en sus labios antes de dejar la cama. Le daría una hora de descanso. Después, volvería a hacerla mía. Me puse la bata negra, ajustándola con desgano, y bajé las escaleras mientras encendía un cigarrillo. Afuera, el bosque se extendía tras el ventanal como una pintura quieta. Me senté a fumar en silencio, contemplando la calma. No tardaron en escuchar mi teléfono. Esperaba que no fuera Tony. Le había dejado bien claro que no quería interrupciones.

Al tomar el teléfono de la mesa y ver su nombre en la pantalla, supe que no podía ignorarlo. No por afecto, sino porque el liderazgo exige presencia. Y yo no suelo permitirme fallas.

—Te concedo cinco minutos. Y ya gastaste uno —dije mientras exhalaba el humo del cigarro, sin retirar la vista de la ventana—. ¿Qué ocurre?

—Te necesito en Italia —Hasta ahí llegaron sus palabras.

—Te dejé en claro que no pienso regresar, Clayton.

—Cassian, sabes bien que Demir está ganando territorio. No puedes subestimarlo.

—La Bratva no está en mis planes ahora mismo.

—Hijo —su tono se volvió más pausado, casi paternal—. Debes volver cuanto antes.

—Tengo todo bajo control, abuelo.

—Querés tenerlo, pero si ese Ruso se entera de tu punto débil estás perdido, hijo.

Por un latido dejé de lado mi terquedad y lo pensé. Un punto débil. Maldita sea lo tenía. Nadie debía saberlo, y sin embargo, ahí estaba yo, actuando como un completo idiota. Si alguien quisiera destruirme, solo tendría que ir tras lo único que me importa.

—No va a descubrirlo.

—¿Estás completamente seguro de eso? —su voz me saca de quicio—. Porque si yo, desde aquí, ya lo intuyo imagina lo que podría hacer alguien que realmente quiere verte caer.

Guardé silencio por unos segundos. El cigarro se consumía entre mis dedos, ya no lo sentía. Mi mirada seguía clavada en el cristal, pero no estaba viendo nada. Solo pensaba en ella.

—No es el momento.

—Cassian, no puedes darte el lujo de perder. No tú. No con todo lo que tienes en juego. Y si ella está en medio de esto será la primera en pagar.

—¡No la metas en esto! —espeté.

—No soy yo quien la está metiendo —replicó con dureza—. Eres tú, hijo. Tú la hiciste parte de tu mundo. Ahora decide si vas a protegerla o a dejar que la destruyan contigo.

"El Abogado de la Mafia" © { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏}   𝐁𝐨𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨́𝐧 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora