(Healdsburg)San Francisco california
Junio
Mavie
El canto del gallo me obligó a abrir los ojos. Mi habitación estaba justo al lado de la ventana, que ofrecía una vista exquisita a los viñedos. Me giré en la cama y miré mi pequeña pancita de tres meses. Ya comenzaba a notarse. Me llenaba de alegría saber que dos pequeñitos, aún sin conocer su sexo, crecían dentro de mí. Alcancé una bata de lino y la deslicé sobre mis hombros, ajustándola por la cintura con suavidad. Me acerqué a la ventana, la abrí, y la brisa acarició mi cabello con dulzura. Los recuerdos aún me acechaban.
Había pasado un mes desde que me fui. No conocía el paradero de Cassian. No regresó. Y en silencio le agradecí por dejarme respirar a mi manera. Todo había terminado entre nosotros. Mi corazón seguía doliendo, igual. No me alejé de él para darle una lección. Me alejé de su vida porque yo aprendí la mía.
Un miedo se apoderó de mí, uno que jamás vi venir, cuando el se arrodillo en el aeropuerto frente a tanta gente. Creí que nunca haría algo así. Hemos estado distanciados por más de treinta días, y me sentía asfixiada, como si él me necesitara, como si, al marcharme, todo en su mundo se viniera abajo. Yo no podía querer a nadie más, y tampoco deseaba amar a alguien que no fuera él. Pero admítelo, Mavie me susurra mi conciencia cruel: te lastima que él no regresara por ti, que no insistiera aún más en ese aeropuerto. Que el, te haya dejado partir de su vida.
Desde que estoy en California respiro un aire tranquilo y me siento bien acompañada por mis mejores amigas. Kate y Lauren han sido un gran apoyo emocional. Papá había comprado una pequeña villa en California, y solía hospedarse allí. De vez en cuando íbamos a ese lugar con mis amigas. Lauren tenía intenciones claras con mi padre, pero al menos era honesta y me lo decía sin rodeos. Y yo no era quién para decirle a mi amiga que se alejara de él. Creo que esos dos tienen algo.
Entré al baño, me di una ducha prolongada y salí ya vestida. Usaba un vestido floral. No me ha gustado usar ropa ajustada desde que estoy embarazada. Me puse unas sandalias bajas y cepillé mi cabello sin prisas. Al salir de la habitación, me topé con Kate, quien estaba recogiendo algunas cosas del jardín.
—Buenos días, bella floja.
—¿Qué haremos hoy? ¿Iremos a recoger uvas?
—Todavía sigo molesta. —Miró mi vientre y sonrió, acariciándolo con ternura—. Te lo dije, vendrías embarazada y ahora no podemos beber.
—Pero serás tía de dos hermosos sobrinos.
—¡Quiero niñas! Así podré vestirlas y peinarlas como muñecas.
—Lo que Dios mande, lo recibiremos con amor.
—Unas nenas con el color de tus ojos y tu cabello... Sería como ver a la misma Afrodita en miniatura.
—Dejemos de hablar de mis hijos y pongámonos en marcha.
—No me digas que hoy verás a Matt.
—Kate.
Me dirigí a la cocina, y ella me siguió. Sobre la meseta había una canasta de frutas. Tomé una manzana y le di una mordida.
—Vamos, Mavie... Te agrada el repostero del pueblo.
—No me agrada, es un buen pastelero cocina bien. Eso no significa nada.
—Claro, y yo solo voy al gimnasio por salud, no por el entrenador. Por favor, Mavie, hasta te sonrojas cuando lo ves.

ESTÁS LEYENDO
"El Abogado de la Mafia" © { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏} 𝐁𝐨𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨́𝐧 ✔️
RomanceEl diablo se viste de santo y lo único que queda es pecar con él. Regresa el abogado Rostov. Un hombre cruel, sin escrúpulos, que no tiene debilidad alguna. O eso creía. El abogado más temido de todos se enamora de una mujer cuya apariencia juvenil...