Capítulo 19: Voluntarios

2.5K 262 12
                                    


No pude volver a dormirme en toda la noche y antes de si quiera poder darme cuenta, esa maldita alarma que pusieron hace unos meses comenzó a sonar para que nos levantemos. Hoy es el día en el que entran los nuevos voluntarios, cada año aproximadamente en esta fecha entran unos cuantos chicos a ayudar con algunas cosas o simplemente a hablar y escuchar a quien lo necesita. Creo que lo llaman trabajo social, no sé por qué lo harán pero tampoco es que me interese mucho la verdad. Acá dentro dicen que podrían mandar a chicas en vez de chicos pero todos sabemos que eso no funcionaría jamás. Realmente sería un desastre.

—Espero que los críos de este año no se metan en lo que no les importa —se queja Pancho cuando estamos desayunando. No le agradan para nada lo felices que llegan y cómo creen que pueden cambiar el mundo con lo que hacen, aunque yo los entiendo, alguna vez también tuve ese sueño—, ya no tengo la misma paciencia que hace unos años.

—Cálmate, viejo —se burla Theo—. Das bastante miedo no creo que se te acerquen, así que no tienes nada que temer. En cambio yo, tengo que ayudarlos todo el tiempo, no sé ni siquiera si es legal que me obliguen a trabajar encarcelado pero no hay nada que hacerle.

Mi mente está volando lejos de aquí y apenas escucha lo que están hablando mis dos amigos, no me puedo sacar de la cabeza el nombre de esa chica. «April» resuena una y otra vez y no puedo evitar imaginar a Mía diciéndolo pero de todos modos, si fuera ella, ¿por qué mentiría sobre su nombre?

—¿Estás bien? —pregunta Theo haciéndome volver a la realidad—. Te ves cansado.

—Sí, es solo que no dormí muy bien.

—Escuché que ayer ibas a recibir visitas.

—Sí, alguien haciéndose pasar por mi hermana y mi novia.

—Lo siento —dice antes de seguir comiendo y yo solo asiento con la cabeza. Sé que lo dice de verdad y que es probable que se esté imaginando lo que sentiría si a él le pasara.

Hoy no me toca ayudar en la cocina así que me dirijo al «centro de entrenamiento» como lo llaman aquí, pero solo son un par de fierros que hay para ejercitarse. Ya mi cuerpo volvió a la normalidad, en realidad está un poco más marcado que antes y definitivamente ya no soy un esqueleto andante.

Subo y bajo haciendo fuerzas con mis brazos en una barra y luego me siento, esto de no haber dormido nada me tiene sin energía, no puedo hacer nada sin detenerme a descansar un momento y sin que me falte un poco el aire.

—¿Te sientes bien? —estoy con las manos en la cabeza cuando escucho que alguien me habla.

—Sí. Solo estoy cansado —levanto la cabeza y me encuentro con una cara nueva.

Debe ser uno de los voluntarios, por el distintivo que está usando y además, porque aquí tienes que llevarte muy bien con alguien como para que te pregunte cómo estás y yo solo tengo un par de amigos, el resto me sigue odiando porque soy un «hijo de papi». El chico rubio no porta la misma sonrisa que todos. Me atrevería a decir que está un poco nervioso y asustado, aunque sinceramente dudo que me tema a mí. Su cara se me hace conocida pero no puedo recordar dónde pude haberlo visto antes.

—Soy Ben —se presenta y estira su temblorosa mano—, del voluntariado.

—Alex —le estrecho la mano tomándolo por sorpresa, algo me dice que no tuvo tanta suerte con los otros reos. —, de la cárcel.

—¿Algún consejo de cómo tratar a los de acá? Nunca he estado en una cárcel, la verdad y tú pareces menos temible que el resto... y espero que no me golpees por haber dicho eso.

No puedo evitar sonreír, este es igual de «hijo de papi» que yo, me agrada. Me pregunto qué estará haciendo en un sitio como este.

—No sé si sea el más indicado para darte consejos de como sobrevivir ya que lo primero que hice al llegar acá fue pelearme con todos y no creo que esa sea una buena técnica. Si no quieres que te maten, por nada del mundo sigas mis consejos.

—¿Llevas mucho tiempo acá? ¿Sigues peleando?

—Dos años y medio y no, ya no peleo más. Antes lo hacía porque no tenía nada más que perder, me quitaron lo más preciado que tenía y nada valía la pena pero luego me di cuenta de que tampoco me sacaba el dolor así que me aleje de todo eso. Ahora soy un pan de Dios —parpadeo varias veces intentando adoptar un aire inocente, consciente de que me veo ridículo.

—Bueno, «pan de Dios» —parece divertido—, creo que seguiré con mi trabajo. Gracias por no tirarme piedras cuando te hablé, no tuve tanta suerte con los dos primero a los que me presenté —tal como lo pensé.

—Suelen estar un poco a la defensiva, piensan que si hablan de más,los voluntarios pueden delatarlos o algo, por lo que muy pocas veces te responderán bien. A mí me importa una mierda, no tengo nada que esconder y a veces hace bien hablar con alguien diferente después de años encerrado con los mismos inútiles.

—Soy bueno escuchando, por si necesitas desahogarte en algún momento.

—Gracias, lo tendré en cuenta. Adiós, Ben.

***

A medida que pasan las semanas sigo hablando con Ben, me ha servido mucho para desahogarme y además, él también me cuenta las cosas que están pasando afuera o a veces cosas de su vida personal para distraerme. Está loco por una chica que conoció hace un par de meses atrás, Kate, creo que me dijo que se llama y cuando habla de ella parece como si se iluminara; sé lo que eso significa porque yo me ponía del mismo modo cuando hablaba de Mía hace unos años. Dada las circunstancias ya mis ojos no se iluminan cuando hablo de ella si no que se llenan de lágrimas.

—¿Cuál es tu apellido, Ben? —le pregunto porque sigo creyendo que lo he visto antes—. No sé por qué creo que te he visto alguna vez.

—Bradley.

—¿Tienes una hermana que se llame Theresa?

—Sí, ¿por qué?

—Ya sé de donde te conozco, hacíamos Karate juntos y John estaba con tu hermana, luego le rompió el corazón como hace con todas.

—¡Claro! Tú eras el único chico de quince años con un tatuaje, todos querían ser como tú y a la vez te tenían miedo. Lo recuerdo.

—No puedo creer que no me acordara hasta ahora de eso.

—Yo tampoco —comenta y parece estar asimilando la situación, luego susurra para sí mismo—. ¡Soy un imbécil!

—¿Cómo?

—No, nada. Debo ir a ayudar a los otros con unas cajas, hablamos otro día. Adiós.

Se levanta de su asiento como si fuera un resorte y se va a no sé dónde, me quedo preguntándome cómo es que no lo reconocí antes; sé que éramos unos niños y en seis años pasan muchas cosas pero por lo menos fisicamente no ha cambiado en casi nada.

Me quedo otro rato sentado en el patio intentando seguir ideando mi plan de escape, si tengo mucha suerte los policías no cambiarán sus horarios de turno de aquí a noviembre y mi plan será perfecto. Aunque no me confío, siempre hay que tener un plan B por si las cosas no salen como las he planeado; la parte difícil es pensar en un bueno dado que me costó tanto encontrar un plan A.

No sé si las siguientes dos semanas, Ben estuvo evitándome o los voluntarios tenían muchas cosas que hacer porque no lo he visto por ningún lado después que pasábamos todos los días hablando. No sé qué le habrá pasado, creía que estábamos llevándonos bien y formando algo así como una amistad o lo más parecido a una, dada las circunstancias en la que nos encontramos, pero al parecer me equivoqué. Me vuelvo a mi celda y me duermo apenas pongo la cabeza en la almohada, fue un día bastante agotador aunque no demasiado productivo. 

Cuando la volví a encontrar (VR#2)Where stories live. Discover now