Extra II: Perdida dolorosa [PT.2]

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Cuando por fin llegamos, buscamos algún hotel o un lugar en donde quedarnos, son casi las seis de la mañana por lo que creo que será un poco difícil. En nuestro quinto intento encontramos uno a precio de oro y que ni siquiera es la gran maravilla, pero necesitamos un lugar en donde Mía pueda descansar; lo de hoy fue demasiado arriesgado.

Cerca de las nueve de la mañana me despierta un quejido, no reacciono enseguida hasta que escucho otro y me doy cuenta de que es Mía. Me incorporo de golpe y me acerco a ella justo cuando pega un grito un poco más fuerte.

—¿Qué pasa, bonita?

—Me duele —dice antes de hacer una mueca de dolor y unas lágrimas comienzan a caer por sus mejillas—. Alex, me duele mucho.

—Tranquila, iré a buscar ayuda o algo.

Me levanto como un resorte y comienzo a buscar mi ropa repartida por todos lado hasta que sus palabras me dejan paralizado.

—Estoy sangrando.

Me giro y al mirarla me doy cuenta de la situación, tendría que ser idiota para no saber lo que eso significa. Corro hasta el teléfono y llamo a recepción para que pidan una ambulancia con urgencia, sé que soy hasta un poco mal educado y le grito a una mujer que no tiene ninguna culpa pero estoy demasiado desesperado como para sentir algo más que pánico.

—Tranquila, tranquila. Todo va a estar bien.

No sé cómo intento tranquilizarla si yo estoy igual de impactado que ella pero al menos sé que siente que tiene mi apoyo. La ambulancia se demora años, por lo que al final le pido que haga un esfuerzo por salir de la cama; pero siente demasiado dolor y en una decisión rápida la tomo en mis brazos envuelta en una manta.

Sé que no es la mejor decisión, pero necesito llegar a una clínica u hospital, lo que sea más rápido. Pregunto instrucciones en recepción y voy hacia la moto. Acomodo a Mía sentada de lado, delante de mí y con mis brazos voy afirmándola fuerte. Espero no toparnos con ningún policía de camino.

Entro corriendo a urgencias llamando la atención de todo el mundo y no tardan en ingresar a Mía y dejarme fuera. Los minutos se hacen eternos antes de que me dejen pasar hasta donde ella está, Mía aprieta mi mano con fuerza mientras esperamos a que llegue el médico. A pesar de no decir nada, ambos intuimos lo que nos dirá.

Creo que no hay peor cosa que te puedan decir que perdiste a tu bebé, a ese bebé que a pesar de haber sido algo inesperado en primer lugar, ahora esperabas con ansias. Creo que no hay cosa peor que escuchar el grito de dolor de Mía una vez que el médico dice esas horribles palabras. Creo que no hay peor cosa que tener que guardarme todo ese dolor para sostenerla a ella, no podemos caer los dos o estamos perdidos.

Estoy llorando, eso es inevitable pero no puedo caer, aunque el dolor queme por dentro ansioso por salir, no puedo. Debo ser fuerte, porque mi bonita me necesita, porque no sé si podrá soportar esta pérdida y porque debo encontrar la manera de traerla de vuelta cuando ella ya no sea capaz de hacerlo.

***

Las tres semanas siguientes son horribles, casi no hablamos, Mía parece un fantasma por la casa solo que ya no llora, sé que se culpa y no sé qué hacer para hacerla entender que no es culpable de nada. Dicen que después de una pérdida como esta, pueden ocurrir dos cosas; o la pareja se une más, o se distancia. Y así como vamos, todo nos llevaría a la segunda opción pero no estoy dispuesto a aceptarlo.

Voy a sentarme a su lado en el sillón, la abrazo pero ella sigue inmóvil.

—Necesitamos hablar de lo que pasó, Mía.

—No —responde tajante—, no quiero.

—No podemos seguir así, nos terminará por destruir.

—¿No te das cuenta de que ya no hay nada más que destruir?

—Mía.

—¡Necesito estar sola, Alexander!

No puedo evitar explotar, llevo guardándome todo por semanas y ella no parece entenderlo.

—¡Basta! —me mira sorprendida, jamás en la vida le he levantado la voz pero es que no puedo más—. ¿Crees que a mí no me duele? ¡Era mi hijo también! Estás demasiado cegada en tu dolor y lo entiendo, por eso intenté mantenerme firme, por los dos. Pero no entiendes que yo también estoy sufriendo, yo también me siento culpable y tú no facilitas el sentirme así, si me miras como lo llevas haciendo desde ese día.

—Alex...

—Necesito tomar aire.

La dejo con la palabra en la boca y salgo del pequeño departamento, furioso y dolido, me siento mal por haberle gritado pero si no lo hacía todo habría sido peor. No sé qué hará ahora, supongo que volverá a la cama y se quedará mirando a la nada por horas como se le ha hecho costumbre.

—Perdóname —escucho su voz a mis espaldas pero no me giro—, sé que estas semanas he estado insoportable y soy tan egoísta que ni siquiera me puse a pensar en cómo todo esto te afectó a ti. Perdóname, por favor.

—Al menos, conseguí que salieras de casa —respondo mirándola fijamente y ella comienza a llorar como no lo hacía desde ese día, la abrazo con fuerza—. Saldremos de esta, te lo prometo. Pero lo haremos juntos, ¿sí?

—Gracias por no irte de mi lado, te prometo que pondré todo de mi parte. Saldré de esa casa, conseguiré un trabajo. Dejaré de ser una carga.

—Nunca podrías ser una carga. Te amo.

—Yo también te amo.

Me besa como hace tres semanas no hacía pero no deja de llorar, la estrecho entre mis brazos. Nos sentamos en una de las bancas.

—Sé que estas palabras no sirven para calmar el dolor pero creo que las cosas pasan por algo, no digo que esté bien. Ambos sabemos que la vida ha sido una hija de puta con nosotros, mas soy de la idea de que podremos salir adelante, que nos espera algo maravilloso pero primero debemos dejar de escapar, no sé cuándo llegará ese día pero confió en que lo hará. Seremos completamente libres, tendremos una hermosa casa y muchos niños felices dando vueltas por ahí.

—No tengo intención de seguir discutiendo pero necesito decirte algo —dice con timidez y yo asiento con la cabeza para que continúe—. No quiero tener más hijos.

—¿Qué?

—Sé que es egoísta, pero no puedo. No después de esto, no me siento en condiciones de afrontar otra perdida y nada me garantiza que todo salga bien.

—Creo que estás tomando una decisión apresurada, somos jóvenes aún. Nos queda mucho por vivir, tal vez en unos años, con mucha más experiencia de la que tenemos, podremos formar una familia.

—Lo siento.

Asiento aunque no comparto su opinión, siempre he soñado con tener hijos con ella, la antigua Mía también lo soñaba pero no puedo hacerla pasar por algo así si no quiere. Entiendo su miedo, yo también lo tengo pero también tengo la esperanza de que en unos años tenga una mentalidad completamente diferente y se dé cuenta de que los riesgos hay que tomarlos.

—Está bien —cedo después de un rato—, pero, ¿qué opinas de la adopción?

—Creo que si en unos años somos libres, nos quedamos viviendo en un solo lugar y seguimos enamorados como estoy segura de que lo haremos, podríamos intentar formar una familia. Solo no me pidas tenerlo dentro de mí, soy demasiado irresponsable y tengo demasiada mala suerte como para algo así.

No creo que exista algo así como la mala suerte pero no se lo digo, de nada servirá. Asiento nuevamente y la abrazo, por lo menos no está cerrada a la idea de una familia conmigo y por ahora eso es suficiente para mí. Dicen que un hombre realmente enamorado está dispuesto a hacer todo por la mujer que ama y tienen razón, estaría dispuesto a dejar mi felicidad de lado si ella lo necesitara sin duda y lo haría con mi mejor sonrisa porque ella es mi mundo y hacerla feliz es todo lo que necesito para yo serlo también. 

Cuando la volví a encontrar (VR#2)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن