Capítulo 48: ¿Sueño o realidad?

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Camino por el pasillo de la clínica vestido de médico y con una mascarilla, se supone que los médicos no dan visitas a estas horas pero es solo en caso de que alguien me reconozca o las cámaras de seguridad enfoquen mi cara. Estoy escondido detrás de unos pilares, Ethan está hablando con la enfermera de turno para intentar distraerla y parece que le está yendo bastante bien ya que ella no deja de sonreír y sonrojarse. Tengo la sospecha que ya se conocían de antes y que ella haría cualquier cosa por el hombre que tiene al frente pero el muy idiota no se da cuenta de eso, y bueno, a veces somos muy estúpidos en estos temas aunque creamos que las sabemos todas.

—Mi turno acaba a las nueve de la mañana —dice al final la chica y suspira con resignación—, nadie más puede saber que lo dejé ingresar y si se le ocurre secuestrar a la paciente, lo que no le conviene para nada, a no ser que la quiera muerta, agradecería que fuera en el cambio de turno. Hay unos minutos en los que nadie está aquí en el mesón.

—Eres la mejor, Mini —planta un beso en su frente que la deja casi tan sorprendida como a mí—. Juro que te lo recompensaré.

—No es necesario, Ethan. Para eso estamos las amigas y si dices que tu amigo no le hará nada malo, confío en ti.

—Sabes muy bien que no eres solo mi amiga, Mini.

La chica al parecer se sonroja otra vez y niega con la cabeza, luego Ethan me hace una seña para que aparezca y la enfermera me dice cómo llegar hasta la habitación de Mía. Al final del pasillo debo girar a la derecha y encontrar la puerta con el número 342. Fácil... o eso creo.

Le doy las gracias y cuando me alejo, escucho cómo Ethan le pregunta si está libre el jueves por la noche pero no escucho la respuesta de ella, supongo que le dijo que sí pero ahora solo me preocupa una cosa.

No pienso ni siquiera un segundo en abrir la puerta, necesito verla aunque al hacerlo pienso que tal vez debería haberme preparado un poco. Volver a verla en una cama clínica, conectada a oxígeno e inconsciente me trae muchos recuerdos dolorosos que me encantaría poder olvidar. Los rayos de sol comienzan a entrar por la ventana pero a ella no le molestan y no despierta, desearía que abriera esos hermosos ojos azules que tiene y me pidiera que cerrara las cortinas para poder seguir durmiendo tranquila.

Muevo la silla que está alejada y me siento a su lado después de sacarme el ridículo disfraz, tomo su mano completamente fría y apoyo mi cabeza en ella. Noto la delgadez de su muñeca y cuando observo su cara me doy cuenta de que ha tenido una baja importante de peso y viene desde hace meses.

—¿Qué te hiciste, bonita? —pregunto y no soy consciente de que vuelvo a llorar hasta que veo unas lágrimas caer directo a su mano. Sus muñecas están vendadas pero puedo notar que la sangre ya está a punto de traspasar la tela. Deposito un pequeño beso en ellas y me quedo ahí un largo rato—. Estoy esperando a que abras los ojos, Mía Hamilton. No vine desde tan lejos para verte dormir, quiero una explicación y la quiero ahora.

La única respuesta que consigo es el pitido de la maquina que muestra sus latidos. «Tienes que despertar, por favor, Mía. Hazlo por mí, por nosotros.»

No sé cuánto tiempo me quedo en silencio aquí, pero la enfermera amiga de Ethan entra de golpe con cara de preocupación a la habitación.

—¡Debes salir ahora! —me dice, parece estar a punto de ponerse a llorar—. El médico adelantó su visita, no puede verte aquí. Me despedirán.

—¿Tienes papel? Quiero dejarle algo escrito por si despierta cuando no esté.

Me mira con cara triste, sé lo que está pensando y siente compasión por mí. Es casi imposible que despierte en un par de minutos si no lo ha hecho en toda la noche, pero aun así, asiente y me entrega una hoja de su pequeña agenda y un lápiz.

Cuando la volví a encontrar (VR#2)Where stories live. Discover now