Extra VI: Divorcio

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Octubre, 2053

Salgo de mi lugar de trabajo cerca de las diez de la noche, con otros colegas estamos haciendo una investigación hace varios meses y debido a eso hemos tenido que pasar muchas horas detrás de un escritorio y ordenador. Estoy demasiado cansado y no veo la hora de terminar todo esto para poder pasar tiempo con mi familia pero aún queda un largo camino por recorrer.

Sé que cuando llegue a casa, Olivia y Liam ya estarán dormidos y se cumplirá otro día más en que los veré una mínima parte del día. Lo más probable es que Mía esté dibujando o pintando un nuevo cuadro en su estudio, que una porción de comida fría esté en el microondas esperando por mí y que deba comer solo como todas estas noches.

Últimamente he dejado demasiadas cosas de lado y sé que eso pone a prueba mi matrimonio, Mía dice que lo entiende pero igual sé que en el fondo le molesta que no pase tiempo con ella y con los niños; yo también me molestaría después de más de cinco meses de lo mismo. Siento que no tengo vida, ni siquiera he tenido tiempo de montar la nueva moto que me regalaron Mía y mis hermanos en mi cumpleaños pasado.

Estaciono el auto frente a la casa y entro en modo zombie, voy a la cocina a encender el microondas, luego a la habitación a sacarme los zapatos para después ir al estudio de Mía.

—Ya llegué, bonita —digo desde el marco de la puerta, ella aparta la mirada de la tela que está pintando para fijarla en mí y sonríe, pero no de la misma forma de siempre.

Lleva una de mis camisas viejas, un moño desordenado y esos lentes que me vuelven loco. Algunas manchas de pintura adornan ese hermoso rostro pero lo que más llama mi atención es que sus ojos no tienen el mismo brillo que antes. ¿Hace cuánto dejaron de brillar? ¿Cómo es que no me di cuenta?

Me acerco a ella, sorprendiéndola y deposito un beso en su frente antes de abrazarla, no digo nada y ella tampoco, solo nos limitamos a estar en silencio. A veces las palabras sobran.

—¿Comiste algo? —pregunta después de unos segundos.

—No, estoy calentando la comida.

—Los niños siguen preguntando por qué ya no les das las buenas noches —suelta un largo suspiro y se levanta—. Piensan que nos dejaste y les tengo que aclarar cada noche que no es así. Porque no lo es, ¿verdad?

—Son solo un par de meses más y todo terminará. Nos iremos de vacaciones los cuatro y no nos separaremos nunca más.

—Lo mismo dijiste hace tres meses y cada vez te vemos menos —se encoge de hombros mientras se aleja.

Me quedo de pie observando su pintura, somos nosotros de adolescentes montados en la moto, disfrutando de todo. Cómo extraño esos días.

Vuelvo a la cocina y aunque intento comer, no puedo hacerlo, por más que haya pasado todo el día sin probar bocado, se me acaba de quitar el hambre. Voy a la habitación y saco mis cosas del armario para darme una ducha, definitivamente la necesito pero el agua caliente no borra lo mal que me siento, Mía ni siquiera me mira cuando entro a la habitación y no puedo dejar que eso siga así. Estoy a dos pasos de enviar toda la investigación a la mierda porque me niego a perder a mi familia por esto.

Salgo envuelto en una toalla y me comienzo a poner el pijama, entro en la cama mientras Mía se da la vuelta hacia el lado contrario. Supongo que es ahora o nunca.

—Creo que tenemos que hablar —le digo y ella ni siquiera se mueve, voy a repetir lo que dije cuando escucho su voz temblorosa.

—Estoy cansada, Alex. Hablemos mañana.

Cuando la volví a encontrar (VR#2)Where stories live. Discover now