Capítulo 1

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Dios mío.

—¡Angélica! —Grité llamando a mi mujer. Estaba acostado en mi cama cubierto aún con las sábanas blancas, no quería salir, tenía mucho frío. Eran las 11 de la mañana y no había ido a trabajar, tenía un fuerte dolor de cabeza, en cualquier momento parecía que iba a explotar—. ¡Angélica ven por favor! —Grité de nuevo, mi esposa ya se estaba tardando y eso estaba desesperándome.

Me cubría la cabeza con ambas manos y presionaba para que el dolor cesara un poco, pero era en vano, el maldito dolor de cabeza no se iba.

—Naúm, ¿qué pasa? —Preguntó ella apareciendo frente a la puerta de la habitación, su rostro mostraba preocupación. Naúm era mi nombre—, ¿ha vuelto el dolor de cabeza? —Preguntó mientras se posicionaba a mi lado, me tocó la cabeza como si eso solucionara algo. El dolor había comenzado ayer por la noche y esta mañana ya se había esfumado, hasta ahora—. Te he dicho que vayamos al hospital de una vez, te recetarán pastillas y así podrás estar bien.

Negué mientras seguía presionando mis sienes, no quería ir al hospital por un simple dolor de cabeza, pronto se me pasaría, quizá después de que vaya a recoger a mi hija a la primaria pase por una farmacia por un medicamento que anuncian en la televisión pero no iré al hospital.

—No te preocupes —dije tratando de controlar a mi esposa, dejé de quejarme para que ella no me viera mal—, sólo tráeme un vaso con agua y un paracetamol, si no me alivia iré a la farmacia cuando vaya por Neus. —Neus era el nombre de nuestra pequeña hija de 12 años.

Angélica salió de la habitación dispuesta a ir por las pastillas, después regresó con el vaso con agua y una pastilla en su mano, me la extendió, me senté con dificultad en la cama y me tragué la pastilla de inmediato, absorbí un poco de agua y la pastilla pasó por mi garganta. Coloqué el vaso con poca agua que quedó en el buró que estaba al lado de mi cama y sonreí al ver a Angélica. Quería hacerle entender que iba a estar bien.

—Gracias —dije y tomé sus manos ella se acomodó. Llevábamos 13 años de casados, el día de nuestra boda yo tenía 22 y ella 21 y un año después nació Neus—, Angélica debes estar tranquila, es un simple dolor de cabeza.

—Lo sé —respondió Angélica y suspiró algo más tranquila—, pero igual me preocupa, ¿y si llega a ser algo peor? La próxima semana es la graduación de Neus y no puedes faltar por nada del mundo. Ella quiere que tú estés ahí, no le puedes fallar, por eso quiero que vayas al hospital.

Angélica tenía unos hermosos ojos verdes y un cabello rubio y largo. En sus ojos notaba la preocupación que sentía por mí, éramos muy felices a pesar de que sólo pudimos tener un hijo, ella había quedado infértil después del doloroso parto de Neus.

—Te voy a complacer, iré al hospital, pero será cuando vaya por Neus a la escuela y tú me acompañarás —le dije, aunque no estaba muy convencido de ir.

—Claro que sí —respondió Angélica sonriendo. Me dio un beso en la frente y se levantó de la cama un poco más tranquila—, duerme otro momento y te despierto cuando sea hora de irnos.

Obedecí y me cubrí de nuevo con las sábanas, había pedido permiso de faltar a la empresa en la que trabajaba como ingeniero, por este día.

Poco a poco el dolor fue disminuyendo y yo me quedé dormido.

Pasó el tiempo, llegamos al hospital en el que iban a atenderme, era un establecimiento grande que constaba de 4 pisos, era de color amarillo y las paredes estaban muy bien cuidadas.

—Papá —habló Neus asomándose por el espacio entre los dos asientos delanteros, la vi por el espejo retrovisor—, ¿cuál es la diferencia entre Hospital, clínica y sanatorio? —Preguntó. De seguro habría visto las letras colocadas casi en el último piso en las que decían "Hospital, Clínica y Sanatorio". Todo estaba en el mismo establecimiento.

HospitalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora