Capítulo 9

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Todo se volvió lento, ese circulo de la pared se impactó contra la cabeza de la maestra Ximena. Ella estaba tirada en el suelo, aún consciente, sangre emanaba de su rostro, y sus manos vibraban con mayor intensidad. Su cuerpo comenzó a temblar. Una mirada rápida entre Ricardo y yo bastó para correr a donde se encontraba la maestra. Parecía incierto, aún no analizaba bien lo que estaba sucediendo y, por lo tanto, no era capaz de creer que la maestra Ximena lentamente se iba quedando sin vida.

—Maestra —le dije y ella giró a verme. Sus hermosos ojos cafés se cruzaron con los míos. Mi corazón estaba acelerado, le tenía un gran aprecio a esta señora, siempre fue muy amable, muy responsable y sabía que también me tenía aprecio a mí. Siempre supe que era su alumno favorito.

—Sucher —susurró ella mi apellido apenas audible y levantó su mano para posicionarla en mi hombro, sonrió débilmente y su mirada permaneció en mí, inerte. Su mano se deslizó hasta caer de nuevo en su cuerpo. Su sonrisa se apagó. Sabía que ya no había nada qué hacer, sabía que la maestra Ximena acababa de fallecer.

Mis lágrimas cayeron, después de años de no ver a la maestra sabía que aún le tenía cariño a ella. Sabía que estaba sufriendo un poco, pero esa no era una razón para morir. Ella venía al hospital, por una esperanza de vida, para recuperarse, porque sabía que aún tenía muchas cosas por vivir. Y ahora todo se había acabado.

La sangre de su cabeza había manchado mi camiseta, pero no me importó. Me hubiera gustado haber estado siempre en contacto con ella los diez años que estuve sin verla. Su vida era muy interesante, su esposo había fallecido hace muchísimo tiempo, el único hijo que tuvo fue asesinado y sus hermanos se separaron de ella. En pocas palabras, la maestra se hacia valer por si sola, y era luchadora, y lo fue hasta el final.

—¡¿Qué pasó?! —Escuché el grito de Cristy tras de mí, pero no me inmuté por girar a verla. Sujetaba la mano de la maestra con fuerza y Ricardo se levantó para atender a Cristy. Ya no escuché palabras de ella, supuse que ya todo le había quedado claro.

—Naúm —me susurró Johana a mi lado, la vi, sus ojos también derramaban lágrimas y parecía lastimada de la cara, pero no era así. Era la sangre de la maestra Ximena que había rebotado en su cuerpo. Se colocó de cuclillas y me hizo soltar las manos de la maestra, tomó las mías y lentamente me fui levantando a su lado—, vamos, sé que debes sentirte mal por ella, pero es mejor alejarnos. ¿Y si el cuerpo explota como el de ahí abajo?

Johana tenía razón, no quería ni imaginarlo, el cuerpo de la maestra explotando mientras desaparece lentamente hasta ya no quedar rastro de ella. No, eso no debía pasarle, ella se merecía una sepultura digna.

—Lo siento Naúm —dijo Johana y se me echó encima en un abrazó. Nuestras lágrimas caían con sentimiento y mojaban las prendas del otro—, Ximena era una persona muy buena. En lo que me tocó platicar con ella me di cuenta de que su vida fue muy triste. No tenía nadie con quién platicar, nadie con quién dormir al lado ni a quién decirle buenas noches mientras le depositaba un dulce beso en la frente. —Johana respiraba fuertemente mientras platicaba la historia, me pesaba saberlo, era injusto que la vida la tratará tan mal. A veces creemos que tenemos un día malo, pero hay personas que siempre los tienen y sin embargo, tratan de sonreír.

Donato y su hermano permanecían inmóviles recargados a la pared, se miraban en una especie de paralización y completamente asustados.

Después de que Johana se despegara de mí, Donato se acercó y también me abrazó, lo hacían como si yo fuera algún familiar de la maestra, pero no era así, yo sólo era su alumno, un alumno que debía aprender mucho de ella.

Aún no miraba a Lizzeth ni a Matías por aquí, supuse que Lizzeth distraía a Matías para que no viera nada. Victoria, Cristy y los demás ya se hallaban conmigo. Ricardo miraba aún al fondo de las escaleras, tratando de hallar una explicación.

HospitalWhere stories live. Discover now