Capítulo 2

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Las luces se encendieron, al fin pude visualizar el contexto que me rodeaba, no era una luz muy intensa pero iluminaba lo necesario para saber en dónde estaba.

Era un hospital, pero un hospital vació y sin vida, un hospital en donde no se escuchaba el más mínimo murmullo. Esto comenzaba a darme miedo, quería salir pero la puerta por donde había entrado había quedado bloqueada por unas rejas, el otro hombre había desaparecido. ¿Por qué estaba sucediéndome esto?

Todo fue muy rápido, el otro hombre y yo entramos, caí al suelo y todo se volvió oscuro, después se encendieron las luces y el hombre ya no estaba.

Observé bien la puerta por donde entré, estaba cubierta por unas rejas de metal, era imposible salir de nuevo por ese lugar. No había algo para jalar o empujar la puerta y que está volviera abrirse, traté de abajo hacia arriba pero tampoco, ni siquiera supe cómo salieron las rejas.

Arriba había 11 barras rectangulares, 4 emitían una luz color verde, 7 eran transparentes, al parecer luces apagadas.

Estaba en un pasillo en forma de T, me encontraba justamente en el punto de cruce. A la derecha había un escritorio de recepcionista, sin nada encima. A la izquierda había una pared sin salida y un pequeño agujero en ella, donde se encontraba una maceta con una pequeña planta que sus hojas se lastimaban al no caber en el agujero de la pared. Y frente a mí estaba el otro pasillo, se veía profundo y aterrador, no se miraban más que puertas.

Comencé a adentrarme más, estaba aterrado, no sabía con lo que pudiera encontrarme. Grité ayuda pero sólo se escuchaba un pequeño eco. No se escuchaba ningún otro sonido que no fuera mis pasos y mi respiración agitada, se miraba muy oscuro, una pequeña lámpara colgada al techo era lo que alumbraba. Ya había avanzado unos pasos y ahora estaba en el centro del pasillo, a mi izquierda había 2 cuartos, lo supe porque estaban dos puertas casi pegadas, tenían ventanas pero no se miraba nada debido a lo oscuro. A mi derecha estaba un elevador, cerrado y al final del pasillo era otra pared sin salida.

Caminé más al fondo para ver si hubiera algo más que pared y para mi sorpresa sí lo había, a mi lado derecho, justo en la esquina se alcanzaba a vislumbrar unas escaleras de concreto, me acerqué a ellas, había escaleras que daban hacia arriba y otras que daban hacia abajo, en ambas, sólo se alcanzaba a vislumbrar el tercer escalón, lo demás se miraba totalmente oscuro y aterrador. Iba a bajar para explorar más pero un cartel pegado al primer escalón decía, ¿en verdad quieres bajar? Piénsalo. Eso me dio miedo y por supuesto, no bajé, lo mismo en el primer escalón de las escaleras que daban arriba, ¿en verdad quieres subir? Piénsalo.

No supe qué hacer, no hallaba respuesta alguna de por qué yo, por qué yo era la persona que estaba aquí. ¿Qué clase de broma era ésta? Y no era un sueño, quizá cuando sueñas no sabes que estás soñando pero sabes diferenciar la realidad de estos y eso era lo que estaba haciendo.

En algún momento Angélica se preocupará de mi tardanza y averiguará el por qué no salgo de aquí, en ese entonces vendrán a buscarme.

Escuché la puerta abrirse, giré mi vista de inmediato a ella y observé como caía una muchachita al suelo, empujada por el mismo hombre que me empujó a mí. Corrí hacia él para tratar de salir pero las luces volvieron a apagarse y no miré nada. Una vez encendidas las luces de nuevo el hombre ya había desaparecido y la muchachita comenzaba a levantarse. Ahora las barras de la puerta habían cambiado, 5 eran verdes y 6 transparentes.

La miré, ella me vio a mí, estaba aterrada, su cabello era rubio, era alta y delgada, su piel era blanca y sus ojos grandes y cafés. También poseía una bata azul al igual que yo.

—¡¿Qué va a hacerme?! —Preguntó gritando mientras retrocedía, dio media vuelta una vez que tocó la puerta con su espalda, comenzó a golpearla de una manera feroz—. ¡Ayuda! —Gritó, obviamente creía que yo era el malo y que podría hacerle daño, pero tanto ella como yo estábamos en la misma situación.

Me acerqué sigilosamente, ella observó a los lados buscando un lugar al cual correr pero se dio por vencida al ver que estaba demasiado cerca de ella.

—Tranquila —le dije tomando su brazo para controlarla, ella me miraba con miedo pero al parecer comprendió que yo no le haría daño—, estoy igual que tú. No sé qué estoy haciendo aquí.

Me alejé de ella para que respirara un poco y se controlara, ella se enderezó, tomó su brazo derecho con su mano izquierda y así comenzó a caminar a la derecha, observando todo a su paso. Ella sostenía fuertemente su brazo mientras miraba la pequeña planta en el agujero de la pared.

—¿Te sucedió algo en el brazo? —Pregunté. Ella giró a verme, vio su brazo y dejo caer ambos a sus lados.

—No —respondió rápido, seguía dándole miedo y desconfianza—, es un tic —aseguró y caminó de nuevo hacia mí—. Un tic es cuando tienes la manía de repetir algo o actuar de una manera muy seguida.

—Sé lo que es un tic —respondí de manera obvia—, no soy un idiota, podré estar aquí encerrado al igual que tú pero también es mi primer día. Además tu definición no es del todo exacta, pero se comprende.

—No, no quise insinuar que era un idiota —dijo ella apenada. Siguió observando el lugar. Su voz sonaba aguda, un poco infantil—, lo siento si lo ofendí, es que, estoy nerviosa.

Sonreí y me acerqué nuevamente hacia ella, ella retrocedió lentamente.

—No te haré daño. Mejor dime cómo te llamas. Yo también podría desconfiar de ti, tú entraste después de mí, sabes más del exterior.

—Me llamo Lizzeth —respondió mientras negaba—, y no, no planeo hacerle daño.

—Bueno, ¿y a qué venías a este hospital?

Se tensó, se detuvo y no supo qué responder, se le veía nerviosa mientras trataba de ignorarme. Se miraba el cuerpo tratando de inventarme una excusa que no me creería, sabía que me iba a mentir.

—Me rompí el brazo mientras jugaba golf.

Emití una risa algo fuerte, podría estar quizá a punto de morir pero su excusa fue demasiado estúpida como para creerla.

—Por Dios Lizzeth, ¿quién se rompe el brazo jugando golf? Además, los moviste perfectamente mientras me explicabas lo del tic.

Su expresión se formó seria mientras yo seguía riéndome lentamente.

—Como que me tomó mucha confianza como para burlarse de mí de esa manera, ¿verdad? —Me preguntó ofendida, dejé de reírme cuando asumí lo que estaba diciendo—, ¿a usted qué le importa lo que me haya  pasado?

Rodó los ojos y dio media vuelta para seguir adentrándose al lugar. Caminó hacia los cuartos oscuros, por los que no se miraba nada hacia adentro. No sabía lo que estaba haciendo, supuse que estaba incomoda al estar conmigo, y no quería girar a verme.

Giró la perilla de la puerta a la izquierda y, para sorpresa de ambos, ésta giró completamente dejando en sí un sonido que nos indicaba que la puerta se había abierto.

Lizzeth soltó la perilla algo nerviosa, giró a verme con expresión de susto y yo me acerqué hacia la puerta para saber de qué se trataba. Lizzeth abrió paso para que yo me asomara y así fue, abrí un poco la puerta y ésta hizo un gran chirrido, me asomé por el agujero que se formó y todo seguía aún oscuro.

No te muevas, ya viene por nosotros -escuché una voz de mujer-, no hagan ningún ruido, no debe saber que estamos aquí.

Sabía que ahí adentro había otra persona y por la forma en la que hablaba supuse que eran dos o incluso más, más personas que quizá también habían sido víctimas de ese hombre.

HospitalWhere stories live. Discover now