Capítulo 4

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Barbens. Ese apellido lo llevaba mi esposa Angélica, y es muy poco común no sólo aquí, sino en todo el mundo. Sería mucha casualidad que llevaran el mismo apellido sin parentesco alguno.

—¿Pasa algo Naúm? —Preguntó Lizzeth tras de mí. Me había quedado viendo a la puerta sin expresión alguna. Reaccioné y giré a ver a Lizzeth. No era el momento para preguntarle a Cristy si conocía de algún lado a mi esposa.

—No —contesté—, todo está bien. —Observé a Matías y a la mujer morena quienes permanecían quietos detrás del escritorio—. ¿Qué les parece si salimos con Cristy? Ya somos 8 dentro de este hospital, debemos estar todos juntos.

—Por cierto —habló la mujer de tez morena mientras se acercaba a mí y me estiraba la mano para que yo la saludara, la tomé y agité en gesto de saludo—, me llamo Victoria.

—Es un lindo nombre —dije, y en verdad me lo parecía—, yo soy Naúm.

Recuerdo cuando mi madre me decía que mi nombre era original, que mi nombre por lo regular siempre llevaba una letra h entra la a y la u, o a veces se escribía sin acento pero nunca como el mío, y era verdad, hasta ahora no había conocido a alguien con mi nombre.

Nos acercamos a la puerta y la abrí sigilosamente. Salí primero, seguido de Lizzeth, Victoria y Matías. Nos acercamos a las 4 personas fuera y nos quedamos viendo a los ojos.

—¿Cómo saldremos de aquí? —Preguntó la chica rubia, la última en entrar. Se miraba pálida y agotada, esta persona si se notaba enferma a simple vista y su voz sonaba debilitada.

—No lo sabemos —respondió Cristy. Comenzábamos a formar un medio círculo y Cristy estaba en el medio de él—. Podríamos, atacar al estúpido médico que nos metió aquí cuando venga con su próxima víctima.

—¿Cómo sabes que traerá a otra víctima? —Preguntó Lizzeth. Teníamos la misma duda.

Cristy caminó hacia la puerta por donde todos fuimos introducidos, giró a ver las barras de color verde, ahora 8 estaban encendidas y 3 apagadas, nos giró a ver a nosotros y comenzó a caminar.

—Quedan 3 víctimas más —anunció—, las barras lo indican. Cuando yo entré aquí había sólo una barra encendida, después entró Matías y dos barras eran las encendidas. Continuó con Victoria y 3 barras se iluminaron. Ahora somos 8, 8 barras son las iluminadas.

Ahora lo comprendía, Cristy tenía razón, 3 víctimas eran las restantes. Podríamos atacar cuando introdujeran a la siguiente. 

—No quiero pensar en lo que vaya a pasar una vez estemos los once dentro —dijo Lizzeth. Todos permanecieron callados, tenían miedo y no se movían para nada. Nadie se imaginaba el plan al que estaríamos sometidos. Pero, ¿y si no había sentido alguno el estar aquí dentro?

—¿Por qué? —Preguntó el gemelo bueno, tenía que clasificarlo de esa manera para poder distinguirlo, ya que no sabía sus nombres. Su hermano lo vio con mala cara—. ¿Cuál es la razón de por qué nosotros? ¿Quién es ese tipo que nos metió a todos aquí?

—O está loco —mencionó Cristy, aún seguía posicionada en el centro, todos escuchaban sus palabras como si de una jefa se tratase—, o tiene una muy buena razón para meternos aquí.

La puerta se abrió, de inmediato cayó un hombre alto al suelo, lo pude distinguir antes de que se apagara la luz y ya no se viera nada. Todo era muy rápido, ni siquiera nos dio tiempo de correr hacia la puerta, ahora sólo teníamos dos oportunidades más. La luz se encendió de nuevo, el hombre se levantaba mientras tosía, era alto y delgado. Se quitó la bata con desesperación y la arrojó al suelo. Nos vio a nosotros y comenzó a observar el lugar.

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