Capítulo 22

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—No, eso no puede ser —dijo Donato después de haber escuchado la teoría de Lizzeth, pasó frente a nosotros y dio media vuelta de una manera brusca, quedando a los hombros de Lizzeth, le arrebató la nota y la volvió a colocar en el cajoncillo—, esas cosas no existen. Las muertes y el gato fueron casualidad. Victoria corrió porque el gato tomó el feto. Y el gato quizá nos quiso advertir de la roca que aplastaría a mi hermano.

—Tiene que ser eso —comenté mientras él me miraba atento esperando que siguiera su teoría—, aunque parezca ilógico y estúpido. La nota, quien la haya escrito sabía perfectamente de la estancia del gato en este lugar.

—Patricio Robles sabía perfectamente sobre el gato —dijo Johana confirmando mi pregunta, hablaba con más claridad—, tienes razón Naúm. Y si eso es completamente cierto, el doctor Patricio debe tener alguna conexión con la muerte.

—¿Y el golpe que se escucha en las escaleras del cuarto? —Preguntó Cristy, sus cejas se elevaron esperando a que uno contestara. Pero nadie tenía la respuesta—. También debe de tener alguna explicación.

—Todo debe estar relacionado con el dibujo de la niña —dije mientras caminaba al casillero, tomé del cajoncillo el dibujo de la niña y su tata y caminé de nuevo con los demás. Lo mostré ante ellos y lo miraron detenidamente, más Matías, le llamaba la atención ese dibuho—, este dibujo debe ser algo especial para el doctor, por algo lo mantuvo aquí protegido y cerca de la nota.

Todo comenzaba a encajar lentamente, o por lo menos a tomar coherencia, aún faltaban dudas por aclarar. Teníamos que saber el por qué nosotros y específicamente once, las trampas, las barras de colores, quién era Patricio Robles y su nieta, el gato, el dibujo, la nota, el golpe que se escuchaba en las escaleras.

—El gato no puede ser la muerte —volvió a decir Donato. Se movió en su lugar y continuó hablando—. La muerte no es para que esté aquí solamente, ella debe estar en cualquier lugar.

—Por eso desaparece —replicó Lizzeth dirigiéndose solamente a Donato. Parecía ser el único en no entender lo del gato—. Porque quizá se va a otros lugares.

—La muerte —habló Cristy y comenzó a acercarse a donde estaba Donato. A paso lento se movio al rededor de nosotros mientras hablaba—, puede representarse como quiera y en cualquier lugar. En este caso se representó en el gato.

—Y si fuera así —comenzó a preguntar Donato, se llevó una mano a la boca y la bajó lentamente limpiando su sudor—, ¿cómo tomaría la muerte la forma del gato?

—No lo sé Donato —repliqué—,  pero no hay ninguna otra teoría lógica.

—Creo en los fantasmas —dijo—, pero que la muerte esté aquí siempre con nosotros ya es demasiado.

—¿Aquí hay fantasmas? —Preguntó Matías con un cierto temblor en su voz. Se mantenía callado pero cuando escuchaba una palabra que le llamaba la atención inmediatamente hablaba para aclarar su duda sobre ella. Su mirada se miraba aterrada y nos observaba a todos con pánico, esperando que alguien se le acercara y le dijera que no. Cosa que Cristy hizo. Inmediatamente después de la pregunta de Matías, ella se acuclilló para negarle la existencia de fantasmas.

—No Matías —le dijo—, los fantasmas no aparecen cuando hay niños tan buenos como tú.

—¿Soy un niño bueno? —Preguntó con inocencia, Cristy sonrió y asintió y la sonrisa en los labios de Matías se dibujó al instante—, nunca me lo habían dicho. Siempre dicen que soy travieso y que no sé comportarme.

—Te han mentido, porque aquí has demostrado lo contrario. —Cristy llevó su mano al hombro derecho de Matías y suspiró profundamente—, mira. Cuando nosotros hablemos de algo que pueda asustarte, no te lo creas. Es parte del juego y para ganar debemos hacer creer que estamos sufriendo mucho.

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