Capítulo 21

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A paso lento, Johana y yo fuimos los únicos que nos adentramos al elevador. Donato se había colocado en la puerta y ahí se mantuvo. Cristy miraba todo con sus ojos abiertos al límite y Lizzeth mantenía apretado a Matías para que no viera nada.

Johana miró la sangre y se fue agachando lentamente para analizarla. Desde mi lugar terminé de ver todo el interior del elevador. Recogí la corbata roja del suelo y el zapato de Ricardo. Éstos no mostraban sangre, estaban intactos y preferí dejarlos nuevamente en su lugar. No quería que en algún momento mis huellas aparecieran en ellos y tuviera problemas legales con la policía.

—La sangre está muy helada —dijo Johana. Me miró y pasó la mirada rápidamente por el cuerpo de Donato. Se levantó del suelo y se mantuvo quieta en su lugar esperando mi opinión

—¿Qué significa eso? —Fue lo único que pregunté. No tenía idea de lo que sucedía con la sangre. Johana era veterinaria y la consistencia de la sangre animal con la sangre humana no debía ser muy diferente.

—Que la sangre no es de Ricardo —me contestó y se agachó para tomar un poco más de ella. Si no era de él, entonces, ¿de quién? Mi mirada se tensó y observé su rostro como exigiéndole una explicación al instante —nadie tiene la sangre tan fría al cortarse o sucederle algún accidente. Tocála tú mismo. —Johana me señaló su dedo índice, en el cual, contenía unas gotas de sangre. Las toqué y efectivamente, la sangre estaba demasiado helada, como si recién la sacarán de un refrigerador. Este lugar no era muy helado como para enfriar la sangre al instante.

—¿Y entonces dónde está Ricardo? —Preguntó Donato adentrándose al elevador mientras miraba el charco de sangre. Giré mi cabeza hacia arriba y miré de nuevo el techo total del edificio, el pequeño espacio que se dividía del último piso. Quizá Ricardo estaba ahí.

—Probablemente esté allá arriba —contesté y señalé esa pequeña azotea. Johana y Donato observaron al instante y se quedaron analizando—. ¡Ricardoooo! —Grité con la esperanza de que me contestara y que aún siguiera vivo. A pesar de lo que intentó hacer con Cristy, a pesar de sus problemas con nosotros, Lizzeth como principalmente. Él era un ser humano y no merecía morir. Amaba a su esposa y lo único que él deseaba era salir del hospital,  correr a abrazarla y poder mañana casarse con ella. Se sintió culpable por la muerte de Victoria y se arrepintió de lo que le hizo a Lizzeth, pero al final tuvo nuevamente sus ataques de ira y murió enojado con todos.

Lo que noté en este instante era que las pastillas encontradas en el cajoncillo habían surtido efecto. El dolor en mi cabeza se había esfumado, Ricardo no volvió a toser, Lizzeth ya casi no se quejaba de dolor y la fiebre de Johana pasaba desapercibida, no se le notaba un grado de más en su cuerpo.

Cristy se hallaba llorando en los brazos de Lizzeth, y Matías estaba ahí con ellas. Enterarse de la posible muerte de Ricardo le dolía, le había gustado desde el primer momento y a pesar de que intentó matarla, Cristy tuvo intimidad con él y se convirtió en una pequeña parte de su vida.

Solamente quedábamos 6. Decir que ya ninguno más de nosotros iba a morir era fácil, lo difícil era creerlo. Nunca se sabe en qué momento y en qué lugar de tu vida, la muerte estará a tus espaldas encajando sus garras lentamente. No sabemos el futuro, adivinar cuántos más de nosotros morirermos o si lo haremos todos.

Nadie contestó desde arriba. Todos habíamos permanecido callados para ver si escuchábamos algo pero no era nada, la única manera de averiguar qué fue lo que le sucedió a Ricardo era subiendo hasta allá, pero el elevador nuevamente había dejado de funcionar, alguien lo había activado y la persona que lo hizo sabía perfectamente que uno de nosotros iba a entrar a averiguar. Aunque eso no era difícil de predecir, la persona que activó el elevador tenía en claro que pronto una persona entraría y quizá la misma persona lo pudo haber hecho subir, o quizá tenía programado el tiempo para que éste subiera con tanta fuerza.

HospitalTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon