Capítulo 23

11.6K 956 321
                                    

El llanto de Matías comenzó a subir de intensidad, su cariño por el gato había crecido durante su estancia y verlo en ese aspecto le dolía.

Tomé al gato en mis manos y pude comprobar que tenía bastantes días muerto, técnicamente se estaba disecando en el lugar donde se hallaba antes de caer. Aunque, el gato fantasma se sentía como si estuviera vivo, no era difícil determinar que ambos representaban al mismo, eran iguales, del mismo color, la misma altura, solamente una distinta complexión, uno estaba gordo y el otro, el que se hallaba en mis manos, demasiado delgado.

Me sentí impotente al no poder hacer nada por nadie, Cristy abrazaba a Matías, Lizzeth cuidaba de Johana, y Donato se aseguraba de que yo no intentara bajar o subir nuevamente.

—No llores Matías —escuché hablar a Cristy mientras lo consolaba y acariciaba su espalda con su brazo sano, él se encontraba abrazando a Cristy con su rostro colorado y sus lágrimas profundas derramándose por sus mejillas—, este gatito no es el mismo que habíamos visto. Éste ya tenía días aquí y lamentablemente ya se había muerto.

Por primera vez Cristy hablaba con cierta verdad en sus palabras, era mentira sobre que eran gatos distintos pero finalmente le estaba aclarando que alguien había muerto, aunque fuera un gato, le estaba hablando con la verdad y eso contaba mucho.

—No me gusta que los animales se mueran —lloró Matías y delicadamente se despegó del cuerpo de Cristy, la observó a los ojos e inspiró hondo repetidas veces para retener la mucosa que se avecinaba, se talló los ojos intentando dejar de llorar, pero recordar al gato le afectaba bastante—, aunque sea otro, no me gusta que se mueran.

—A nadie le gusta que se mueran, ¿sabes? —Le cuestionó Cristy hablándole con ternura, me causaba nostalgia la conexión que ellos tenían, en verdad parecían madre e hijo—, pero tenemos que dejarlos ir, aceptar que lamentablemente su cuerpo no pudo resistir su accidente o su enfermedad. Ya no llores, ¿sí? Me harás llorar a mí también.

Matías asintió levemente mientras que se tallaba los ojos de nuevo, miró a su pequeño osito de peluche y lo apretó dejando que la canción de pin pon sonara de nuevo.

Estuve observando el techo del elevador. Había gritado el nombre de Ricardo repetidas veces para ver si nuevamente volvía a escuchar sus quejidos pero nada provino de ahí arriba, quizá también la muerte podría interpretar su voz y así tratar de confundirnos a todos.

—Creo que tengo una teoría que puede ser correcta —habló Donato adentrándose al elevador y posicionándose a mi lado. Pude sentir su respiración agitada mientras analizaba la sangre en el suelo—, cuando Ricardo subió, lo más probable es que haya colocado al gato en alguna punta de ahí arriba, y así como el elevador aplastó a Ricardo, también aplastó el cuerpo sin vida del gato haciendo que su sangre, ya fría cayera con gran pulso hasta aquí abajo.

Donato tenía una teoría en la que confíe plenamente, tenía que ser eso, pero, hasta que no observáramos el techo de arriba, no íbamos a comprobar si era cierta o no esta teoría.

—Es lo más razonable —opiné, Donato asintió creyendo confiado que esa teoría era la correcta—, pero, ¿también escuchaste el grito de Ricardo?

No pudo responderme, un ruido proveniente de las escaleras que daban hacia arriba nos llamó la atención. Él corrió hacia ellas y desde lejos se asomó buscando lo que podía provocar el ruido. Sus ojos se abrieron con sorpresa y entonces se agachó rápidamente. Una rueda, como la que había aplastado el cráneo de la maestra Ximena, salió disparada y afortunadamente, esta vez, solamente se impactó contra la pared, con una fuerza brutal que alcanzó a agrietarla. Lo pude notar cuando me acerqué para comprobar que Donato se hallara bien. Mi corazón se aceleró cuando de repente todo pasó muy rápido, primero no pude comprender que Donato en realidad estaba a salvo pero cuando vi el impacto y a Donato levantarse lentamente, entonces supe que todo estaba bien.

HospitalWhere stories live. Discover now