Capítulo 19

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—¡No voy a permitir que te lo lleves y lo arrojes ahí abajo como animal! —Gritó Donato y se abalanzó hacia Ricardo, quien en sus manos llevaba arrastrando el cuerpo de Doroteo, iba a llevarlo hacia abajo. Entendía el dolor de Donato, por cualquier familiar no iba a permitir que fuera llevado a cualquier lugar pudiendo yo protegerlo. Pero en este caso, no se podía hacer nada, Donato no podía mantenerse con el cuerpo de su hermano a lado.

—Donato —expresó Cristy y se posicionó al instante frente a él. Ricardo se había detenido pero prosiguió a bajar el cuerpo—, no podemos mantener aquí el cuerpo de Doroteo. —La voz de Cristy sonaba melancólica, te provocaba más lástima por el hecho que acaba de ocurrir. Donato miró cómo Ricardo llevaba abajo a su hermano y volvió la mirada a Cristy—. Una vez que salgamos de aquí, vendremos por los 3, y vamos a darles una buena sepultura. Por ahora, aunque nos duela, debes comprender que Doroteo no puede estar aquí. Mucho menos frente a Matías.

Donato se pasó la mano bajo su nariz limpiando su mucosa y asintió lentamente comprendiendo las palabras de Cristy. Giró a verme, vio las escaleras y después giró su cabeza al punto de cruce de los pasillos.

—Quiero estar solo —soltó y estrelló su mano con la que se limpió la mucosa con la rodilla para después encaminarse al pasillo perdiéndose en él. Cristy me miró y caminó hacia mí.

—Siento mucha pena por él —me dijo y yo asentí dándole a entender lo mismo—. Casi no dirigí palabra con Doroteo y aunque tenía un carácter algo pesado, era su hermano y él lo quería.

—Se debe sentir muy mal por las palabras que le gritó antes de dejar de hablarse para siempre. Él buscaba reconciliación y lamentablemente sólo encontró más problemas y una distancia definitiva.

—¿Perdió? —Preguntó Matías acercándose a mí. Cristy y yo nos miramos y asentimos para cubrir una mentira más. Matías apretó los labios y miró hacia la puerta como si pudiese visualizar a través de ella—. Fue muy horrible lo que le pasó.

—Sí Matías —contesté y observé detenidamente el techo por donde cayó la roca que aplasto a Doroteo. El agujero se miraba totalmente oscuro, no podía adivinar la profundidad de él a simple vista, pero supuse que no estaba tan alto puesto que, arriba estaba el tercer piso del edificio, el sanatorio—. Fue muy horrible. —dirigí mi mirada a él—. Pero no pienses en eso, ¿está bien?

Matías asintió y Johana se acercó a nosotros. Lizzeth estaba sentada en el suelo aterrada, debía también guardar reposo por lo de su aborto. Johana colocó sus manos en los hombros de  Matías y él la miró al instante.

—Tú no vas a perder Matías —le dijo Johana y Matías sonrió confiando en ella—. Nosotros te haremos ganar.

—Lo sé —contestó Matías y giró su mirada a mí—, confío en el señor Naúm. Él me dijo que era el jugador supremo.

La palabra señor casi nunca me era mencionada, siempre me hablaban por mi nombre o por mi apellido, me gustaba escucharlo de Matías. El confiaba plenamente en mí y yo no podía fallarle. Me acerqué para abrazarlo y él me apretó de las piernas. Acaricié su cabeza calva y pude sentir unos pequeños cabellos que ya se avecinaban. Me gustaría verlo feliz, fuera del hospital con su cabello largo y su oso de peluche a un lado. Conocer a su madre para poder permitirme seguir viendo al niño.

Ricardo apareció por la puerta con sus manos separadas, estaba manchado de sangre y no tenía con qué limpiarlas. Sus dientes se asomaban de manera apretada y sus labios estaban levemente separados. Si alguien que no conociera lo que acaba de suceder, podría deducir fácilmente que Ricardo había acabado con la vida de alguien de una manera muy trágica. Su traje ya se miraba completamente cubierto de sangre y dudaba que pudiera quitarse la mancha facilmente.

HospitalWhere stories live. Discover now