Capítulo 18

12.7K 1K 325
                                    

—El gato continúa igual —nos informó Johana poco antes de entregar el gato a Lizzeth. Si Cristy le había llamado a ella era porque era veterinaria y quien más sabía sobre estos animales. Pero Johana no le diagnosticó nada, pellizcó al gato para ver la reacción de éste pero no se inmutó, se mantuvo inmóvil como si no hubiese sentido nada—, sin signos vitales, sin respiración, sin sentimientos ni cualquier otro sentido de él.

—¿Tú dijiste que el gato podría estar muerto verdad? —Preguntó Ricardo mientras mantenía una mano en su barbilla y la otra sujetando su brazo. Johana asintió y Ricardo también lo hizo comprendiendo—. Y lo vimos desaparecer —esta vez habló para todos. Se mantuvo pensando un instante pero luego sacudió su cabeza de un lado a otro—. No, la verdad no se me ocurre nada.

Doroteo bufó, cualquier cosa que dijera Ricardo a él no le parecía. Donato seguramente continuaba en el pasillo principal ya que no lo veía por ningún lado.

—Y no es un fantasma —respondió Doroteo entrometiéndose a la plática. Ricardo lo vio de mala manera pero se contuvo al tratar de responderle.

—De eso no estamos seguros —me limité a decir, no quería que dejáramos el tema del gato fantasma a un lado sabiendo que puede ser la única opción correcta. Donato asintió y Doroteo me ignoró cruzándose de brazos.

—Tengo sed —anunció Matías acaparando la atención de todos, no pude evitar recordar cuando Ricardo dijo lo mismo y Doroteo le respondió con sarcasmo. Pero conjeturé al instante que no le respondería los mismo a un niño.

—Lo sé Matías —le respondió Cristy mientraa con cuidado se colocaba a su lado. Estaban a un lado de la puerta del primer cuarto y Cristy se acomodó su brazo en el cabestrillo, el otro lo estiro para colocar su mano en las mejillas de Matías—, yo también tengo sed. Y te prometo que cuando salgamos de aquí te voy a comprar un rico jugo del sabor que tú quieras.

—¡De durazno! —Gritó Matías con entusiasmo y eso provocó la sonrisa de Cristy—. Me gusta mucho el de durazno.

—De durazno —confirmó Cristy y rió después de eso—, te lo prometo.

Matías asintió y pasó la mirada por todos nosotros con alegría, como si quisiera contagiarnos de su gusto por el jugo de durazno. Me recordó a Neus. Ella afuera, esperando quizá los resultados de su padre o quizá en algún otro lugar. A ella también le gustaba el jugo de durazno, solamente que casi no lo consumía puesto que, ni a Angélica ni a mí nos parecía una bebida deliciosa, tomábamos más té o café.

—¿Qué eres? —Le preguntó Lizzeth al gato en voz baja, estaba a mi lado, por eso la escuché. Lo tenía alzado y lo miraba fijamente a los ojos. El gato permanecía inmóvil y tranquilo. Otro gato hubiera estado atemorizado y desesperado por bajar. Lizzeth negó decepcionada y con el conocimiento de que el gato no le respondería, lo bajó al suelo y lo mantuvo apretado con sus rodillas para que no escapara.

—¿Qué sucede con el gato? —Me sorprendió escuchar la voz de Donato detrás de mí. Antes de girar a verlo escuché como su nariz inspiró fuertemente como para retener la mucosa. Entonces giré y lo vi demasiado apagado. Su nariz tenía un pequeño punto rojo y sus ojos estaban mojados por las lágrimas que había derramado. Él nos miró extrañamente y me percaté de que todos tenían puesta su atención en él, excepto Doroteo que trataba de ignorarlo dando la espalda—. Perdón —se disculpó Donato y se pasó una mano por su nariz inspirando de nuevo—. No me vean así, me siento muy mal y quiero cambiar mis pensamientos. ¿Qué averiguaron del gato?

Donato se miraba demasiado afligido, le importaba mucho recuperar a su hermano y ahora lo había perdido todo. Lo contrario con Doroteo, a él no le importaba Donato en lo más mínimo y su odio por él era demasiado grande.

HospitalWhere stories live. Discover now