Capítulo 13

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Entro al ascensor con los ojos llenos de lágrimas. Los papeles de mierda que debía revisar se los he lanzado a Max a la cara. Que los revise él. Ahora todo me importa una mierda. Me niego a llorar por él, me niego con todas mis fuerzas a comportarme como una niña. He tomado esa decisión como una "Adulta" y ahora debo soportar las consecuencias.

Subo hasta el piso nueve y ruego que nadie me vea. Las oficinas están completamente vacías y los únicos que deambulan de un lugar al otro son los de seguridad.

—¿Señorita? —pregunta uno de ellos deteniéndose a mitad de pasillo. Es obvio que está desconcertado. No tiene idea de quién soy y mucho menos porqué tengo los ojos llorosos y rímel por toda la cara.

—Soy Kya Eggers —digo pareciendo segura. Enderezo mi espalda y lo miro fijamente. No debo bajar la guardia—. Solo buscaré mis pertenencias y llamaré a mi padre —aseguro—. No me encuentro bien.

El hombre asiente sin hacer más preguntas y se marcha por el mismo lugar. Corro hacia mi bolso, lo tomo en manos, atrapo mi celular que está perdido entre las cientos de cosas que llevo y marco el número de papá que no demora ni un segundo en contestar.

—¿Hija, qué sucede?

Cierro los ojos y trato de respirar con normalidad. No quiero que note que he llorado, o que estoy llorando, en realidad.

—Papá... Yo, no fui a almorzar con nadie... Solo... Comencé a sentirme mal y ahora me siento peor. Regresaré a casa.

—¿Qué sucede? ¿Qué te duele? ¿Tienes nauseas o alguna otra cosa?

—Papá... —Mi voz se quiebra y no puedo terminar mi frase.

—Quédate ahí, estaré en cinco minutos —asegura.

—No, solo... Pásame con mamá —le pido. Me muerdo el labio con fuerza, tomo algunos pañuelos desechables y me limpio el rostro.

—¿Cielo, qué ocurre? —pregunta con evidente preocupación—. ¿Estás bien?

—Solo me siento mal. Me duele la cabeza y creo que me voy a enfermar, pero no es nada —miento. Quiero decirle a mi madre lo miserable que soy, lo sucia que me siento, pero sé que no es lo correcto—. Regresaré a casa en un taxi. Dile a papá que no se preocupe, por favor. Solo... Solo creo que es el periodo. Ya sabes que se acerca mi fecha y...

—Está bien. Lo entiendo, cielo. Se lo diré a tu padre.

—¿Decirme qué? —oigo que protesta al otro lado.

—No, Adrien, espera, no he terminado de hablar con ella —se queja mamá. Mis padres están peleándose por el teléfono como si fuesen niños. Eso me hace sonreír un poco, pero no creo que sea suficiente.

—A la mierda, es mi hija —lo oigo decir.

—No me digas "A la mierda"—se queja mamá y la voz de papá ya no se escucha—. Hija, escucha. Regresa a casa, toma un baño y come algo. Trataré de estar en casa lo más pronto posible y tú y yo hablaremos sobre esto, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, mamá.

—Te amo, mi niña —dice en un leve murmuro. Sonrío a medias y cierro los ojos. Sé qué si le digo algo a mamá, ella va a entenderme.

—También te amo, mamá.

Me meto en el ascensor de nuevo. Ruego una y otra vez que nadie lo detenga porque no quiero que nadie me vea en este estado.

Estuve aquí muy pocas veces, más que nada cuando era niña. Correteaba por todas partes con mis vestidos de flores y mi cabello largo repleto de rizos. Ya no soy esa niña, de hecho, ahora solo soy una niña grande muy estúpida.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora